APUNTES SOBRE UNA RELACIÓN ENIGMÁTICA: EL MESÍAS DE CARDENETE, BARTOLOMÉ SÁNCHEZ, Y CERVANTES. Por Juan Carlos Pérez García.

06.03.2017 22:17

 

1.

    Hasta qué punto los seres humanos resultamos esquemáticos y olvidamos con demasiada rapidez nuestro pasado es lo que nos viene representado por los esquematismos que aplicamos a la España de la Alta Edad Moderna. Es demasiado escandaloso que nos olvidemos de la diversidad de ideas culturales y religiosas que se prodigaron en la España del siglo XVI. Resulta escandaloso que lo reduzcamos todo a la Inquisición, la represión política y la estrechez mental del catolicismo. En España se leyó como en ningún lugar de Europa a Erasmo de Rotterdam, en las inmediaciones del propio Carlos V estaba Alfonso de Valdés, un conquense que era secretario de cartas latinas del emperador y admirador de Erasmo, con el que sostuvo una correspondencia muy intensa. El siglo XVI es el siglo del alumbradismo, las corrientes religiosas de recogimiento, es el siglo de Teresa de Jesús, de fray Luis y es, en fin, el siglo del arzobispo Carranza. Olvidamos que en aquel siglo existió más tolerancia con otros credos religiosos de lo que habitualmente admitimos. Parece que olvidamos todo esto y laminamos este pasado diverso con la imagen de la España inquisitorialmente correcta que se eleva desde 1560 y especialmente desde 1600 [T. Dadson, (2016); S. Schwartz, (2010)].

    En un anterior artículo comentamos algunos extremos del trabajo de Alfonso Dávila. Intentamos entonces subrayar innovaciones significativas que nos parecían importantes filones a explorar en investigaciones futuras. Aquellas hojas no tenían absolutamente nada de exhaustivo y se centraban en algunos puntos concretos. Este nuevo trabajo es en realidad algo viejo. Se basa parcialmente en una serie de anotaciones que compuse durante el mes de agosto de 2016 para ofrecer una charla en Cardenete. Esta población, a unos 65 km de Cuenca, a cuya provincia pertenece, ha internacionalizado su nombre gracias a Bartolomé Sánchez, un habitante del pueblo en el Quinientos, y la investigación extraordinaria que le dedicó en su día la profesora norteamericana Sara T. Nalle. Cuando me paro a pensar en el trabajo de Nalle, repaso sus páginas, empiezo a pensar en las extraordinarias relaciones que Bartolomé Sánchez pudo tener con la meseta de Requena y Utiel y con sus medios religiosos. Pero esto es harina de otro costal.

    En consecuencia, lo que el lector tiene ante sí es un trabajo de contextualización, con la incorporación de algunos datos de archivo, unidos a la propia investigación que han realizado otros autores, en particular de Sara T. Nalle y de Alfonso Dávila. La génesis de este escrito está en el apunte realizado en la obra de Dávila, quien coloca de Bartolomé Sánchez colaborando en la empresa mercantil de Cervantes y su familia. La imagen es potentísima. El gran escritor como compañero y hasta quizás amigo del mesías de Cardenete. Esto resultaría absolutamente extraordinario. Una realidad colosal. Pero, ¿fue una realidad? ¿Qué apoyo documental poseemos para aseverar este hecho? Esta cuestión es muy importante. Sobre todo para el cardenetero, porque revelaría una faceta intuida de su personalidad; pero desde luego que por mucho que se intuya no puede uno llegar a pensar que desemboque en una estrechísima relación con el autor del Quijote. No cabe duda que Sánchez había conocido mundo y tenía ciertas lecturas. Es probable que esto le proporcionara los instrumentos básicos para poder salir de su ambiente y aventurarse en una nueva vida; por supuesto, olvidándose de su familia de Cardenete. ¿Se puede concluir que esto fue así? A esta cuestión tan relevante vamos a dedicar este trabajo. Como tendremos oportunidad de analizar, este asunto supera con creces el mero hecho de una conexión personal. Va más allá de que un personaje del calibre de Cervantes se codeara con el mesías cardenetero. Podrían enorgullecerse de ello los cardeneteros. Si realmente fue así. Pero es mucho más que esto. Aquí está en juego la personalidad de ambos, por supuesto, pero también las relaciones culturales de la época. Y esto último es quizás lo más importante de todo.

    Bartolomé es uno de esos grandes personajes salidos del anonimato gracias a la investigación. Uno de aquellos seres libres que fue capaz de sobrevivir a la Inquisición; toda una hazaña para aquellos tiempos. El mesías de Cardenete se eleva como una especie de Menocchio, igualmente dotado de ideas propias y originales [C. Ginzburg, (1981)]. Así que pensar que estuvo con Cervantes es una idea tan sugerente…

    

 

2.

    Está bien claro que el Quijote y el resto de la obra cervantina nacieron de una pluma con una sólida formación educativa y de una inteligencia clarividente. Imposible encontrar unas obras de tanta complejidad, de asimilación tan variada de elementos culturales, religiosos y sociales, si no es salidas de la pluma de una personalidad excepcional en muchos sentidos. La vida de Cervantes sigue despertando muchísimo interés, porque es el autor de la gran obra literaria del español, pero también porque considerables parcelas de su vida permanecen sumidas en la oscuridad. Más que en la oscuridad, habría que decir que se mueven en la ambigüedad. Cervantes recibió, a lo largo de algunos de los avatares fundamentales en su vida, un conjunto de lecciones que no habría podido adquirir de otra manera, por ejemplo mediante una educación universitaria [F. MÁRQUEZ VILLANUEVA, (2010), p. 30].

    Aunque no pertenecían a la misma generación, Bartolomé Sánchez, natural de Cardenete (Cuenca) es también una figura excepcional en su propio contexto, una población de la Serranía baja, casi manchega. Excepcional por su peripecia; excepcional por sus conocimientos culturales, tal vez adquiridos en su entorno, en sus viajes y a lo largo de un proceso de autodidactismo que nos resulta difícil de valorar hoy [S. Nalle, (2009)]. Es tentador pensar que ambos personajes compartieron muchas cosas; para empezar, negocios, tiempos y quizás intercambiaran experiencias e ideas. Son dos personalidades sumamente distintas; nos hemos permitido establecer aquí una especie de término comparativo. El purista alegará que son incomparables. Tiene razón: la talla intelectual de Miguel de Cervantes, unida a su excepcional peripecia vital lo convierte en un ser particular, especial en muchos sentidos. Desde un punto de vista genérico, el hecho de que Miguel y Bartolomé pudieran compartir jirones de su vida convierte este ejercicio en legítimo y quizás permita poner los cimientos de conocimientos más profundos, que, evidentemente, dejamos para el futuro.

    

 

Estatua de San Bartolomé. Catedral de Milán. El autor, Marco d´Agrate, hacia 1562.

    Ambos personajes se enfrentaron, desde sus respectivas posiciones, al dilema fundamental del ser humano: asegurar la supervivencia y obtener seguridad. Esto determinaba prácticamente todo en la vida: las relaciones humanas, el lugar en la pirámide social y el miedo a los castigos y posibles represalias. Dicho esto, tal vez Cervantes y Bartolomé asumieron roles diferentes en virtud de sus diferentes modos de metabolizar la realidad crítica de su época. García Cárcel señaló cómo los escritores coetáneos resolvieron literariamente el problema bajo diferentes premisas. Si Mateo Alemán (recordemos que compartió cárcel con Cervantes en Sevilla) alumbró el personaje de un pícaro, como ejercicio de realismo social, fue Juan Rufo el que en la Austriada se dirigió a exaltar los tiempos de la gloria de los Austrias; la cruda realidad de las ciudades se hacía carne de literatura en Guzmán de Alfarache, mientras Rufo se deleitaba en la pura nostalgia. Cervantes, en cambio, tiró por otro camino: crear el loco cuerdo, mezclar realismo e idealismo. Bartolomé obró de modo diferente. Lo poco que sabemos es que acabó al margen de las garras de la Inquisición, que, con él, no se mostró tan cruel como con otros. La huida pudo muy bien ser su salida ideal, incluso abandonando a su familia en Cardenete. [R. GARCÍA CÁRCEL, (2008)].

    Ahora bien, otros planteamientos son discutibles. Por ejemplo, la idea según la cual Cervantes ya desemboca en el mundo literario como un hombre cansado, harto de su vida anterior. E incluso se subraya que fue un perdedor. Los últimos datos biográficos alumbrados por las recientes investigaciones desmienten parcialmente este aserto e indican que Cervantes había alcanzado cierta fortuna y posición [K. Sliwa, (2005); A.Dávila, (2015)].

 

3.

    Desde hace algunos años, el trabajo de Sara Nalle se ha convertido en paradigma de ensayo de investigación sobre las creencias heterodoxas en la España inquisitorial de los Austrias. Comprender un tiempo y un país a través de los avatares de una persona bastante humilde, que debe afrontar en su vida el pesado y peligroso trance de vérselas con la Inquisició; ésta es una de las grandes lecciones de la obra de la profesora norteamericana. Para los hombres de la Inquisición, Bartolomé Sánchez era un loco herético, que iba por el pequeño pueblo de Cardenete lanzando blasfemias contra la Iglesia Católica. Nalle estudia a fondo el proceso que guarda el Archivo Diocesano de Cuenca y en él podemos encontrar tanto pasajes en los que aparece un Bartolomé Sánchez perfectamente sano, mientras que hay otros que rozan efectivamente la locura [Nalle, S., p.31 (Proceso f. 22 r)/p. 37-38 (Proceso, ff. 26 r-v)]. Bartolomé Sánchez afirmó ser Elías y tener visiones. Esto se convirtió en un problema muy grave para el cardenetero y estimuló el interés del inquisidor Pedro Cortes en la figura de Bartolomé y lo que los interrogatorios podían revelar del pensamiento del cardador. Porque era evidente que cuando cayó en manos de la Inquisición de Cuenca, uno de los problemas que estaba persiguiendo con ahínco el tribunal era la herejía luterana. Tal vez el rechazo a los sacramentos de Sánchez podía emparentarse con el luteranismo, pero, en todo caso, su afirmación de que era Elías despertó el interés por su pensamiento del inquisidor Cortes. De paso, la figura de Cortes merece un estudio específico, aunque sólo sea para desterrar la imagen sanguinaria del cargo de inquisidor.

    Bartolomé había nacido en el pueblo de Cardenete, quizás con el alborear del siglo XVI. El pueblo era pequeño y no ofrecía muchas oportunidades para prosperar. La mayor parte de la tierra era montuosa y sólo podía dedicarse a la ganadería; como la economía castellana se había orientado desde dos siglos antes a la producción de lana, Cardenete también siguió este impulso. Los cursos de agua próximos proporcionaban posibilidades a los molinos. Bartolomé se había dedicado al oficio de cardador, pero no había descuidado la posibilidad de sacar a su familia adelante actuando como temporero. La dedicación a la siega en las zonas próximas de La Mancha es algo verosímil, tal como afirma la propia Nalle; pero también es cierto que la singular personalidad del cardador tuvo que forjarse igualmente en esas ausencias temporales lejos de su familia.

    Lo que poseía el Cardenete de 1500 era su cercanía al marqués I de Moya. Andrés Cabrera había alcanzado el cénit de su posición en torno al ascenso al trono de Isabel de Castilla, la llamada Isabel la Católica con posterioridad. Era el alcaide del alcázar de Segovia en los tiempos de la pugna sucesoria entre Isabel y su hermano el rey Enrique IV de Castilla. Era, en consecuencia, el custodio del tesoro real, verdadera clave del triunfo isabelino; un preciado tesoro que codiciaban poderosos y temibles enemigos como el marqués de Villena. Una vez alcanzada la cumbre del poder y del prestigio, Cabrera, que descendía de una familia judía de Cuenca, seguramente convertida al cristianismo en los durísimos momentos de 1391, fue premiado, no sin fuerte polémica, con el marquesado de Moya [S.NALLE, (1999)]. Cardenete era entonces una aldea de Moya, un alfoz de potente extensión, pero que rendía cuentas exclusivamente al rey. Esto es, era un realengo. El paso a una situación señorial, con la posibilidad de establecer mayorazgo, sentó bastante mal en toda la comarca, situación que degeneró en rebelión.

    

    La villa de Moya.  

  En el momento en que Bartolomé comenzó a ser objeto de interrogatorio inquisitorial, él y su esposa tenían un total de cuatro hijos, el mayor nacido en 1537 o 1538, y el más joven un niño llamado Bartolomico nació en 1552. Fue poco después del nacimiento de su hijo, cuando Bartolomé comenzó a exhibir un comportamiento extraño.

  Bartolomé desarrolló su propio sistema de creencias religiosas, basándose parcialmente en una apropiación algo vasta del libro de Horas de Nuestra Señora, impreso en Toledo por Juan de Ayala. Nalle indica cómo una xilografía del libro se corresponde con una visión de Bartolomé: la Virgen, con Dios Padre y Cristo. Sánchez interpretó esta visión como la auténtica Trinidad. De aquí surgen sus peculiares ideas religiosas.

  Nalle llega a especular con el posible contacto de Bartolomé con los núcleos conversos y alumbrados del mundo manchego, que eran abundantes. La verdad es que Sánchez no era un personaje único. No cabe duda que su capacidad para leer y entender textos devocionales lo convierten en un hombre interesante. Manuel Peña ha rastreado los pormenores de la literatura que alimentó a los alumbrados. Para los inquisidores el cambio crucial estaba en el paso de las lecturas de literatura permitida a pensamientos y acciones ya completamente autónomos de las lecturas. María de Cazalla, que cayó en manos de los inquisidores en el período 1531-35 leía esta literatura a sus seguidores en la amplia cocinilla que tenía en su casa. Ante los inquisidores, los testigos se pusieron a describir todo el proceso de lectura: leía el libro, hablaba sobre la lectura.

    

    Sofonisba Anguisola: Retrato del Rey Felipe II.

    Charles Amiel ha subrayado cómo en el área de La Mancha existieron núcleos de conversos que mantuvieron su especificidad judaica a base de lecturas de filosofía moral, como Espejo de Consolación, cuyo autor, el franciscano Juan de Dueñas, por lo tanto un escritor nada sospechoso para el clima persecutorio que se estaba asentando en cada rincón del país. Dueñas tomaba de las Escrituras muchos ejemplos que permitían alimentar la paciencia mientras corrían malos tiempos. En los círculos criptojudíos manchegos el libro del franciscano tuvo un éxito resonante [Ch. AMIEL, (1997)].

4.

    Recuerdo una conversación con Sara Nalle en el pub de Cardenete. Acababa de realizar su charla para presentar el libro. Fue en el Salón de Actos del Ayuntamiento y estuvo lleno hasta la bandera. Más tarde, ya disfrutando de un refresco y un vino me preguntó si yo pensaba que Bartolomé era un judeoconverso. La pregunta del millón, sin duda. Intenté explicar que tanto daba, pero puesto que existía en Cardenete una población de estimable número de judeoconversos, era bien posible que perteneciera a una de aquellas familias. Ella misma lo dejaba caer claramente en algún pasaje de su libro, cuando se refería a las familias conversas que cayeron bajo las redes de la Inquisición.

    Hay que recordar los efectos de la instalación de la Inquisición. Cuando se puso en marcha en torno a 1480 suscitó muchas resistencias, especialmente entre los gobiernos municipales donde los conversos habían logrado medrar. Cuenca era una de esas ciudades donde los recelos hacia la Inquisición fueron grandes y persistieron durante bastante tiempo. El inicio de la actividad inquisitorial, especialmente con la enérgica acción del inquisidor del Corro indujo a muchas familias a instalarse en el campo, en pueblos y aldeas, con la esperanza de pasar desapercibidos. Hace años, en la reforma de una casa del antiguo barrio que está en frente de la iglesia de Cardenete se encontró un viejo signo salomónico, indicio claro de la presencia hebraica. Dicho barrio aún conserva cierto aire de rancio pasado.

    La duda de Nalle tiene fundamento. En general, un sector de la historiografía ha identificado en el mundo converso una fuerte tendencia hacia una religiosidad interior y de intenso contacto con Dios. Esto supuso su alejamiento de la ortodoxia y, en algunos significados casos, su acceso, como mínimo, a los grupos que estaban en el punto de mira del Tribunal de la Inquisición. Las investigaciones de Márquez Villanueva, muy centradas en la vertiente de la literatura, son las que han defendido con gran potencia y abundantes pruebas esta idea. Esencialmente, los conversos, por el mero hecho de proceder de unas familias venidas al cristianismo a la fuerza, estarían dotados de una sensibilidad religiosa diferente. Esto es lo que les conduciría hacia esas vías de renovación cristiana que habían aparecido en la Baja Edad Media, digamos la devotio moderna, el franciscanismo y, más adelante, el alumbradismo y otros movimientos heterodoxos. El alumbradismo tenía una naturaleza sustancialmente conversa [M. BATAILLON, p. 181]

    Si Bartolomé procedía de estirpe judeoconversa, quizás lo sepamos en el futuro. Pero Andrés Cabrera era de ese colectivo español. Su hermano fue investigado por la Inquisición de Cuenca y se libró de las terribles garras del monstruo inquisitorial, sin duda, gracias al poder fraterno. Andrés residió a temporadas en Cardenete. Es verosímil que la comunidad judeoconversa cardenetera encontrara calor en un personaje poderoso, quizás de los más poderosos de España, en el marqués I de Moya. Algo de este calor, de esta comodidad puede intuirse aún cuando uno penetra en la iglesia de la villa. Una amplísima nave central; un espectacular artesonado de aire mudéjar; un sector sur del transepto desde el que los marqueses oían misa y oraban. Unas proporciones grandes para una población pequeña en aquel entonces.

    El propio marqués I había acogido con agrado a los vástagos de la élite conversa de la ciudad de Cuenca. Juan de Valdés pasó bastante tiempo al servicio de Moya. Cuenca supo agradecer los favores de Moya en momentos delicados. El tío de Juan de Valdés, Alonso, comandó la milicia de Cuenca que en tres ocasiones se dedicó a reprimir el levantamiento de los campesinos en el marquesado a lo largo del movimiento de las Comunidades. Se dice incluso que el tío Alonso le tiró los tejos a la marquesa y por ello fue demandado y multado [D. Crews, (2008): pp. 15-19]. De aquellos años son los primeros encausados por la Inquisición de Cuenca: los Montero, los Cuenca; procesos todos del período de la gran arremetida: 1495-1515. Si los judeoconversos pretendían zafarse del tribunal, lo tenían complicado. Tal vez podían llevar una vida más libre en la aldea, pero hasta allí también podía llegar la larga mano inquisitorial.

 

Nave de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Cardenete. El espectacular artesonado se adueña de la imagen. Fuente: https://www.dipucuenca.es. Consultada: 2.III.2017.

  Bartolomé no parece que pudiera contemplar el esplendor extremo del artesonado en la iglesia de su pueblo, pues lo abandonó antes que lo terminaran. Parece que nació en torno a 1507 Según los expertos el artesonado corresponde a un arco cronológico que abarco el final del XVI y el inicio del siglo XVII. En otras palabras, corresponde a una etapa de enriquecimiento de la villa con la actividad industrial lanera y el comercio. Aunque, en principio, todo nos haga pensar en la poderosa mano de los dineros del marqués, no se puede descartar la presencia de un grupo de gente de algún nivel procedente de la clase media. Aún a principios del siglo XVI la villa conservaba bastante del lustre aristocrático que el marquesado le proporcionó, pues sirvió de marco para la boda de los señores de Guérmeces (hoy la aldea de Huércemes, a unos pocos kilómetros al Sur de Cardenete).

 Sánchez se vio beneficiado por el mundo converso al menos en un sentido: los inquisidores tenían mucho trabajo con ellos además de los supuestos casos de herejía luterana. Sin ir más lejos el mesonero de Cardenete, Miguel Torralba, había despertado sospechas de luteranismo en 1559. Ha de recordarse el estado de conmoción declarado al producirse los hallazgos de luteranismo autóctono supuesto en Valladolid y Sevilla, ciudades en las que se celebraron los autos de fe de 1559 y 1560. La onda anti-luterana fue amplia y llegó a implicar, por ejemplo, a la clase aristocrática: el noble Gaspar de Centelles murió en el auto de 1564 [R. GARCÍA CÁRCEL-D. MORENO, (2000), pp. 266-275]. Nalle señala que la presencia de procesos contra judaizantes en la Inquisición de Cuenca durante los años 1553 y 1554 retardaron el proceso de Sánchez, al obligar a los inquisidores a distraer esfuerzos en otros casos.

 En 1558, la Inquisición había colocado a Sánchez en una institución mental porque consideraba que estaba loco. Sin embargo, la profesora Nalle afirma que ni uno solo de los testigos que la Inquisición interrogó llegó a declarar que el cardador de Cardenete estuviera loco, incluso los inquisidores descartaron que estuviera poseído; se asombraban de que pareciera cuerdo, pero parecían concluir, quizás porque otra cosa no cabía en sus mentes, que el cardador poseía algún grado de locura [S.T.NALLE, (2009), pp. 161-171].

5.

  La figura de Sánchez adquiere proporciones casi míticas cuando se reflexiona sobre los fragmentos de su proceso aportados en la investigación de Nalle y cuándo la misma investigadora subraya los aspectos más significativos de su trayectoria. Sánchez llega a poner en tela de juicio las creencias católicas básicas por lo menos dos veces; había insultado al cura de su pueblo y al mismísimo Papa de Roma. Pero no acabó en la hoguera. Puede pensarse que otros murieron abrasados por menos. Pero salió beneficiado de los miedos de la institución que instrumentalizaba el miedo. Los inquisidores temían que los cristianos viejos de Cuenca pudieran ver a Sánchez como un ser que había hecho el camino de regreso al judaísmo, a la vieja, desterrada y aborrecible fe. Temieron que cundiera el ejemplo. En la época del inquisidor Valdés la Inquisición tenía ya muchos frentes abiertos: judaizantes, control moral de la población, luteranos, etc. Los inquisidores de Cuenca prefirieron proteger la reputación del catolicismo y pensar en la locura del mesías de Cardenete.

  En el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza se pierde la pista del mesías. Y retomo aquí algún comentario que me permití hacer al inicio de estos folios. El trabajo de Nalle me ha parecido espléndido desde el primer día, pero ahora no es el momento de comentar las inmensas virtudes que de la investigación de la norteamericana se derivan. Una personalidad como la de Sánchez indica un nivel de libertad de movimiento y de capacidad de conocimientos mucho mayor de la que generalmente pensamos.

  El cliché de la España inquisitorial puede ser válido hasta cierto punto. Todo parece indicar que el confesionalismo, el disciplinamiento de la sociedad progresa de manera diversa y está aún sumamente incompleto a la altura de 1600. La Meseta de Requena y Utiel, bajo mi punto de vista, está profundamente inmersa en los parámetros nuevos del catolicismo contrarreformista para entonces. Pero el siglo XVI aún no ha adquirido estas tonalidades. El siglo XVI es todavía una centuria en la que un morisco puede viajar de Arévalo a Granada, disputar con la mora de Úbeda sobre temas teológicos, irse después a ver a otra famosa teóloga morisca en Alcántara, y finalmente acabar en Aragón en casa de un alfaquí cuyo mejor amigo es un monje carmelita con el que debate sobre temas religiosos sin problemas.

 Con esto quiero decir que la imagen de la cerrazón ultramontana que despide la España de Felipe II hay que relativizarla. A nivel político y religioso parece ser una realidad. Las condiciones locales y las circunstancias personales pueden revelar espacios de libertad quizás más amplios de los que normalmente pensamos. Espacios que con el tiempo fueron paulatinamente reduciéndose y cayendo bajo el control de las autoridades. En estas condiciones pensar que Bartolomé Sánchez pudiera desarrollar el resto de su vida en otros lugares no es algo descabellado. Perdemos la pista del mesías en la Zaragoza de 1560.

  Una de las contribuciones recientes sobre Cervantes plantea una salida a los interrogantes que se ciernen sobre el Bartolomé Sánchez posterior a 1560. ¿Murió en el hospital psiquiátrico? ¿Acabó sus días de otra forma en Zaragoza? Y estos interrogantes podríamos llevarlos hasta el infinito porque no sabemos nada más de él. La biografía de Alfonso Dávila lo sitúa en el Sur de España y, esto tiene perfiles aún más relevantes, junto a la figura de un tal Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote. El tema es de lo más atractivo. Nadie puede negarlo.

   Para empezar tenemos que traer aquí cuáles son las pruebas documentales que Dávila ofrece para sostener esto. Los documentos a que se refiere están extraídos de la magnífica obra de recopilación de K. Sliwa, cuya labor es verdaderamente monumental.

  He aquí el primer documento [K.Sliwa, pp. 807-808], sobre el que me he permitido la licencia de subrayar ciertas palabras y frases para resaltar los fragmentos más significativos para nuestros fines.

  1591/12/02–Montilla Pedro de Isunza contra Miguel de Cervantes Saavedra a Bartolomé Sánchez cardador. Al margen: «Pedro de Isunza contra miguel de çerbantes a Brme sanchez cardador. Fecha».–

    «Sepan quantos esta carta vieren como yo, bartolome sanchez, cardador, vezino que soy en esta villa de montilla, digo: que por quanto pedro de ysunça, provehedor por su magestad de las galeras despaña, a nonbrado por comisario a miguel de serbantes saabedra para la saca del pan, trigo, cebada, garbanzos, habas y molienda del dicho pan y otras cosas tocantes al beneficio de la dicha comission; y porque para ello el dicho miguel de serbantes saabedra debe dar fianzas, en la mejor via e forma que de derecho lugar aya, otorgo que fio al dicho miguel de serbantes saabedra en tal manera y en cantidad de treszientos ducados, que balen ziento y doze mill y quinientos maravedis, que el susodicho dará quenta con pago, zierta, leal y verdadera, de lo tocante a la comission que le es dada por el dicho pedro de ysunça y que se le diere, asi cerca de moliendas del dicho pan, como en otra qualquier manera; a donde no, sea como tal fiador y principal pagador; y haciendo como hago de deuda ajena mia propia y sin que se requiera hazer escursion de bienes ni otra diligensia alguna contra el susodicho, pagaré el alcanze o alcanzes que en las quentas que se le tomaren se le hiziere, hasta en la dicha cantidad de treszientos ducados, por los quales, siendo fecho el dicho alcanze o alcanzes, se me pueda executar hasta en la dicha cantidad, como dicho es, con el juramento de la parte del dicho pedro de ysunça o de quien su poder obiere, y estaré a ello, sin otro recaudo alguno; y para que lo cumpliré, pagaré y abré por firme, obligo mi persona y bienes avidos e por aver, a los quales obligo e someto al fuero e so el fuero e jurisdizion donde el dicho pedro de ysunça, provehedor jeneral, me quisiere convenir, porque alli yo me someto en cuanto a la paga de lo que dicho es, renunciando, como renuncio, mi propio fuero e jurisdizion de esta villa, donde soy vezino y domiziliario, y otro que tenga e gane, e la ley si convenerid de jurisdicione omnium judicum, y nueba prematica de su magestad, que trata de las sumisiones; e doy poder cunplido a qualesquier justicias de su magestad para la execusion e cumplimiento de lo que dicho es, como por sentencia pasada en cosa juzgada, sobre que renuncio qualesquier leyes, fueros e derechos que sean en mi favor e ayuda, e la lei e regla del derecho en que dize que jeneral renunciacion de leyes fecha non vala. En testimonio de lo qual, otorgué la presente ante el escribano publico e testigos ynfraescriptos, en cuyo registro, a mi ruego e porque no sé escrebir, lo firmó un testigo. Que es fecha e pasó en la dicha villa de montilla, en dos dias del mes de diziembre de mill y quinientos e noventa e uno años, siendo testigos presentes juan lopez pabon y francisco fernandez de herrera y antonio rodriguez franco, vezinos de esta villa, e doy fee que conozco al otorgante.–antonio rodriguez franco (firmado)–andres capote (firmado) escribano publico». [Archivo de Protocolos de Montilla. Protocolo de Andrés Capote, año 1591, folio 1.551, L. Astrana Marín, tomo 4, páginas 505–07, K. Sliwa, Documentos..., página 238.]

  Lo que tenemos delante es un documento en el que Miguel de Cervantes, que está llevando a cabo su labor de proveedor de recursos para la monarquía, recibe el respaldo económico de un tal Bartolomé Sánchez. Éste se compromete a pagar hasta 300 ducados. Y lo respalda con sus bienes. Hasta aquí es lo habitual. Pero deberíamos repensar bien el documento.

  Primeramente vemos que, en efecto, estamos ante un señor con el mismo nombre del mesías. Este hombre es designado como cardador. Bartolomé Sánchez, el cardador de Cardenete, no fue sólo cardador, sino que hizo las veces de jornalero en los campos cerealeros de La Mancha cercana. ¿Qué significa entonces el término “cardador”? Se dedica a trabajar la lana, desde luego. Pero esto no significa que estemos ante el mismo Bartolomé que fue interrogado por los inquisidores en Cuenca. Intuyo que Dávila encuentra la diferencia cualitativa con los otros quince Bartolomés Sánchez que aparecen en la recopilación documental de Sliwa en este término de cardador. Pero nada dice esto de su origen. También pueden encontrarse más personas con este nombre en los documentos que están digitalizados en PARES.

 El origen viene dado por su vecindad en Montilla. No cabe duda: entre 1560 y 1591 hay, nada menos, que treinta y un años de diferencia. Un espacio de tiempo tan amplio y suficiente como para que el cardador de Cardenete haya rehecho su vida y se haya instalado como vecino en Montilla.

 Además hablamos de una persona a la que se le supone cierto caudal económico. Los recursos de Sánchez cuando salió de Cardenete eran nulo: abandonó su pueblo casi como había venido al mundo. No cabe duda que un personaje de su inteligencia pudo hacer fortuna. En el Sur de la España de entonces había oportunidades para ello. Incluso puede arguirse que quizás pudo dirigirse hacia la España sureña con el propósito, como era y fue el de muchos entonces, incluido el mismo Cervantes, de trasladarse a las Indias en busca de una nueva oportunidad.

 Ahora bien, estamos situados siempre ante un horizonte hipotético. Como hipotético, está desprovisto de certezas. Sigue sin poder ser firme la afirmación de que el mesías de Cardenete tuvo trato con Cervantes. Necesitamos certezas que vengan respaldadas por aportes documentales. En el estado actual de los conocimientos sobre Cervantes esto es decisivo. El cervantismo actual tiene abiertos una serie de portillos, que Dávila, en efecto, trata de llenar, pero en el caso del Mesías necesitamos la absoluta certeza de que era efectivamente él [A. DÁVILA, (2015), vol. II, cap. XIV, documento en p. 244].

  La empresa científica de Dávila es encomiable, porque hace reflexionar sobre problemas de gran importancia para el conocimiento de Cervantes y de la España de Cervantes. Y en estas páginas busco simplemente aclaraciones que permitan debatir sobre la cuestión. Necesitamos saber la verdad. Pero la verdad histórica sólo se puede afianzar mediante los documentos. Me alegraría poder encontrar el documento que nos resolviera esta duda, o que lo aporte cualquier otro historiador. Esto engrandecería la figura de Sánchez, de Cervantes y de la gente de su tiempo, y del mismo Cardenete y de la tierra de Cuenca.

 Hay otro documento aportado por Sliwa referente también al mismo Bartolomé cardador. En él Sánchez reconoce que “no sabía escribir” [K. SLIWA, p.811]. Este detalle es significativo. Nos acerca a una persona del pueblo llano iletrado. En la obra de Sara Nalle se indica  que, a lo largo del siglo XVI, en España los índices de analfabetismo disminuyeron paulatinamente. Esto fue debido en parte al auge de las universidades y los colegios mayores, a la difusión de la imprenta y el menor costo de los libros. Por ejemplo, en Cardenete es Juan Zomeño el que vende un librito barato, un libro de horas, a nuestro Bartolomé. Según dicha autora, el índice de analfabetismo masculino en España era similar e incluso menor al que existía en otros países europeos. A mediados del XVI, un 69% de los madrileños podía firmar su nombre. En el caso de Toledo, los archivos de la Inquisición revelan que, entre 1601 y 1650, un 62% de los hombres podía firmar. Y precisamente en este mismo período, en Cuenca, y de nuevo basándose en archivos de la inquisición, un 52% de los hombres declaraba poder leer. Ya que estamos, es conocido cómo a propósito de la pareja Sancho/Quijote se han analizado las dispares matrices culturales de cada uno. Mientras el hidalgo es un hombre de cultura, Sancho reitera en muchas ocasiones que es un analfabeto, por lo que los investigadores han remarcado muchas veces que provienen de culturas muy diferentes: el viejo dualismo cultura escrita/cultura oral.

  El documento de 15 de septiembre de 1593, que se refiere al “Arrendamiento de las casas de la calle de Leganitos por otro año más en favor de Doña Leonor de Cortinas”, en Madrid, nos vuelve a dejar en ascuas. Ciertamente, al final del mismo aparece como testigo un Bartolomé Sánchez que andaba en esos momentos por la corte [K.SLIWA, p. 879]. No nos dice absolutamente nada más del tal Bartolomé. No sabemos si era cardador o tenía cualquier otro oficio. Es tentador decir que es el mismo Bartolomé de Montilla y probablemente las palabras “estantes en esta corte”, que se refieren al conjunto de los testigos actuantes, parecen inducir a pensar así. La madre de Cervantes está alquilando una casa en Madrid y presenta entre otros a Sánchez como testigo en el contrato. Es natural pensar que hay una relación estrecha entre la madre del escritor y Sánchez [A. DÁVILA, vol. II, cap. XVII].

 Finalmente, Dávila menciona que el mismo Bartolomé Sánchez estuvo en el momento del fallecimiento de la madre de Cervantes, el 19 de octubre de 1593. Sliwa subraya la dualidad en la vida de Leonor de Cortinas, pero nosotros sólo podemos imaginar ese dualismo entre el mesías de Cardenete y el Bartolomé Sánchez que está en las inmediaciones de los Cervantes. Para entonces, Bartolomé, si es que era el de Cardenete, tenía que tener alrededor de 85 años; era un anciano venerable. Una vida larga para tratarse de un cardador y un jornalero, pero es posible que sea nuestro mesías.

6.

  Hay muchas asignaturas pendientes en nuestra historia. Una de las más relevantes es el esclarecimiento de la figura de nuestros grandes escritores. En los últimos años parece incrementarse las incógnitas sobre el auténtico Miguel de Cervantes. Pero aquí nos interesa la supuesta relación con Bartolomé Sánchez. Nada impide que existiera esa relación. Nuestro problema sigue siendo que no disponemos de pruebas contundentes al respecto. En este caso debemos alejar de nosotros los suponeres.

  De haber tenido lugar tal relación estaríamos ante una conmoción de grandes proporciones. Permitiría anclar mejor si cabe la base de fondo en la cultura rural y popular de muchos elementos que se mueven en la obra cervantina, al procederse a un intenso contacto entre un personaje salido del pueblo llano y uno de los sectores más avanzados de la alta cultura de aquel tiempo. Hace tiempo que se viene trabajando en esta brecha, por ejemplo con el meritorio trabajo de Carlo Ginzburg (El queso y los gusanos, Barcelona 1981). Entonces sí que sería pertinente ahondar para responder a preguntas del estilo de qué tipo de intercambio cultural existió entre ambos. Elucubrar sobre la idea de que el personaje de Quijote puede inspirarse en cualquier personaje más o menos perturbado de ese centro del mundo cervantino que es La Mancha, puede resultar un ejercicio divertido. Pero carece de recorrido científico.

  A mi juicio no podemos afirmar que existiera una relación entre Bartolomé Sánchez de Cardenete y Miguel de Cervantes Saavedra. Aún no poseemos la certeza documental que nos haga prescindir de la duda. En cualquier caso, las investigaciones realizadas por Sliwa son de un calado extraordinario y su contribución documental era imprescindible; el proceso de repensamiento de la biografía cervantina puesto en marcha por Dávila no sólo es sobresaliente sino que pone sobre la mesa los numerosos portillos que permanecen sin cerrar en el conocimiento de aquella época.

   La figura de Bartolomé Sánchez es todavía enigmática, como la profesora Nalle subraya a cada paso en su obra. Cervantes compartió tiempo con Sánchez, sin duda. No sabemos si entraron en contacto. En cualquier caso, el movimiento de fondo que ambos personajes parecen expresar es la existencia de una España menos casticista e intransigente de lo que siempre hemos pensado aplicando esquemas demasiados académicos.

OBRAS CITADAS.

CH. AMIEL, (1995),“El criptojudaísmo castellano en La Mancha a fines del siglo XVI”, en Á. ALCALÁ, coord., Judíos. Sefarditas. Conversos: la expulsión de 1492 y sus consecuencias. Ponencias del Congreso Internacional celebrado en Nueva York, noviembre 1992: pp. 503-512.

M.BATAILLON, (1950), Erasmo y España. Estudio sobre la historia espiritual del siglo XVI. México:FCE.

D. A. CREWS, (2008), Twilight of the Renaissance. The life of Juan de Valdés. University of Toronto.+

R. GARCÍA CÁRCEL, (2008),“Los cambios de siglo en la Época Moderna”, J.M.NIETO SORIA-M.V. LÓPEZ-CORDÓN (eds.), Gobernar en tiempos de crisis: las quiebras dinásticas en el ámbito hispánico (1250-1808). Madrid:Sílex.

R. GARCÍA CÁRCEL, D. MORENO, (2000), Inquisición. Historia crítica. Barcelona.

F. MARQUEZ VILLANUEVA, (2010), Moros, moriscos y turcos de Cervantes. Ensayos críticos. Barcelona.

S.NALLE, (1999), “Moya busca nuevo señor. Aspectos de la rebelión comunera en el marquesado de Moya”. Moya: Estudios y documentos I, pp. 93-102.

S. NALLE, (2009), Loco por Dios. Bartolomé Sánchez, el Mesías secreto de Cardenete. Cuenca.

T. DADSON, (2016), “Tradición y reforma en la vida espiritual de la princesa de Éboli”, eHumanista 33 (2016): pp. 230-245.

S. SCHWARTZ, (2010), Cada uno en su ley: salvación y tolerancia religiosa en el Atlántico ibérico. Madrid.

K. SLIWA, (2005), Documentos de Miguel de Cervantes Saavedra y de sus familiares. Texas University. En red: consulta 12.VIII.2017.