BRAVEHEART.

23.07.2014 18:12

    BRAVEHEART, dirigida y protagonizada por Mel Gibson en 1995, es una película de aventuras con base histórica que ha alcanzado una gran popularidad. Todavía en las parrillas televisivas se programa con no poco éxito. Las hazañas del escocés William Wallace, rememoradas por canciones populares que llegaron a la Norteamérica del siglo XIX, saltaron a la gran pantalla en forma de melodrama de grandes medios de producción. Sus escenas de batalla han sido justamente comparadas con las de otra cinta notable, el ESPARTACO de Douglas y kubrick.

    Su éxito mundial fue recibido con albricias por los nacionalistas escoceses, de los que el propio Gibson se ha desvinculado en más de una ocasión. La controversia política obligó a su productor a afirmar que sólo quiso llevar al cine la vida de un héroe del que tuvo noticia durante su luna de miel en la bella Escocia.

    Cierto es que los hay muy exagerados, y que una cosa es el cine y otra la política, pero no podemos negar que la entretenida cinta es un caramelo envenenado. El guión emplea las más estimadas metáforas del pensamiento nacionalista desde el siglo XIX. Para evitar los sinsabores del derecho de pernada el bueno de Wallace, que sólo aspira a ser un honrado padre de familia con hijos, se casa en secreto con una bella y honrada muchacha de la tierra (alegoría de Escocia), a la que un lividinoso sayón inglés intenta violar con la mayor desvergüenza. Suerte que aparece el marido y no deja títere con cabeza, lo que no evita que la pobrecilla sea asesinada. Es el arranque de la venganza, a la que se suman parientes, amigos y algún que otro irlandés, de precaria salud mental, contrario a los despóticos ingleses, dirigidos por un perfido rey, cuyo hijo recibe la andanada homófoba del intrépido Gibson/Wallace, que no tiene impedimento en mantener relaciones con la reina consorte francesa pese a su fidelidad a la difunta esposa escocesa.

    ¡La Patria en peligro! El mensaje nacionalista simplifica con gusto las realidades complejas. Mientras los ingleses se nos muestran como una máquina de represión, con momentos de necedad notables, los escoceses son divididos entre los sencillos y borrachines patriotas del pueblo y los traidores nobles, llamados en algunas comarcas afectadas por las alucinaciones escocesas "botiflers". Más complejo se muestra el personaje de Roberto de Bruce, que terminaría como rey de Escocia al aceptar el mensaje de libertad de los poetas guerreros, expresión aparecida al final de la película que hubiera hecho las delicias de los vates de la Falange.

    Toda rosa tiene espinas muy dolorosas. Disfruten con sabiduría del Séptimo Arte.

    (Crítica de Víctor Manuel Galán Tendero).