EN LAS ORILLAS DEL SAR. Por Pedro Montoya García.

03.01.2017 15:28

LOS MEJORES PASAJES DE NUESTRA HISTORIA.

En las Orillas del Sar. Rosalía de Castro.

    Soria de Machado. Granada de Federico. Santiago de Rosalía. Tanta historia a cuestas en las tres ciudades:  Numancia; la Granada de los últimos musulmanes en Hispania; la parada final del camino. Tanta historia como caudal la ha cruzado el Duero, tanta historia como deshielos han bajado de Sierra Nevada, tanta historia como peregrinos la han alcanzado; y sin duda: bellísimas las tres. Sin embargo toda esa historia, esa geografía, ese encanto, se tornan en magnificiencia cuando las ha sentido un poeta, y para el caso de Santiago, como para las dos anteriores, no un poeta cualquiera, sino un poeta especial.

    Al llegar a la Alameda de Santiago de Compostela, hay dos opciones: una seguir la rua do Franco, en honor a los peregrinos llegados por el camino franco, francés, hasta la plaza de Obradoiro o dejar a espaldas la catedral y pasear por jardines preciosos hasta la estatua de Rosalía, donde «además de la figura de la escritora, el monumento incluye personajes populares, alma en sus obras, y …» . Sí,  tanta historia alrededor de la tumba del Apostol Santiago, pero también tanta lírica alrededor de la estatua de Rosalía de Castro. Entonces te das cuenta que aquellos peregrinos venidos de todo el mundo pueden sentir la historia, tal vez como la música: universal; sin embargo la lírica, por desgracia y por fortuna, imposible de traducir…  Y te sientes un privilegiado porque aquéllos disfrutamos de la historia y de las letras, aquel haya leído En las orillas del Sar, sabe que se encuentra en una pequeña ciudad tan grande como Roma, Estambul, Jerusalem y tan desbordada de sentimientos:  melancolía, ternura, añoranzas, el desesperar de la vida que se nos va, ¿a qué tanta tristeza?...

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
—Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

    En los jardines recuerdo con preferencia este poema incluido En las orillas del Sar; en el cual, en la primera parte la naturaleza le reprocha a la poetisa su búsqueda del Dorado en ese sueño de: «la eterna primavera de la vida», a lo que «la loca» contesta en la segunda parte que ella seguirá soñando, pues su rebeldía va con ella… De igual manera con otros poemas, y me digo: ¡ay, pobres peregrinos!, de tan lejos y tanto caminar para llegar a Santiago de Compostela y no podéis leer En la orillas del Sar.