LA PROCLAMACIÓN DE FELIPE VI. Por Antonio Parra García.

18.06.2014 21:54

    La proclamación de un rey español del siglo XXI nada tiene que ver con la de un monarca medieval. Es la de un jefe de Estado de un país democrático como son los Estados Unidos, Francia o Alemania. El fundamento de sus Constituciones es la soberanía nacional y no el derecho divino, y los actos de toma de posesión o de proclamación forman parte de la normalidad institucional de una nación moderna, careciendo de sentido avergonzarse de ellos.

    El sentimiento republicano es muy legítimo, pero al igual que la toma de posesión de un presidente de la III República española tendría que conmemorarse con el boato adecuado, la del nuevo rey no tendría que ser una excepción. Una cosa es el respeto a la Ley y la austeridad en tiempos difíciles, y otra menoscabar nuestros símbolos colectivos.

    El día 19 de junio no hubiera exigido un gran dispendio monetario, pero sí más sentido nacional. Si Felipe VI fuera proclamado con una frase sin pompa ni gloria, el independentismo catalán y vasco no aminoraría sus objetivos. Cuando nuestra sociedad se quiebra se requiere exaltar el valor institucional común a todos. El rey como jefe del Estado corona la administración que en teoría vela por el bienestar de todos los españoles en materias de seguridad, sanidad, educación, pensiones, etc.

    Este día, que no se celebra todos los años, hubiera tenido que tener el carácter oficial de festivo, y todas las oficinas y edificios institucionales tendrían que colgar la enseña nacional. En Madrid no sólo tendrían que congregarse los madrileños y figuras de relevancia del mundo político o financiero, sino también las gentes del pueblo llano, los ciudadanos anónimos con DNI que componemos la nación española, la de los trabajadores que expresamos la voluntad nacional, donde reside la soberanía de nuestra España. Allí, al Madrid rompeolas de todas las Españas, tendrían que haberse dirigido grupos de ciudadanos de todas nuestras provincias. No para postrarse ante un déspota timbrado sino para celebrar que somos un pueblo libre con una larga Historia a cuestas.