LA REMODELACIÓN DEL EJÉRCITO CARTAGINÉS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

04.05.2017 22:25

                

                Los cartagineses tuvieron que defenderse en suelo africano de los romanos a mediados del siglo III antes de Jesucristo. Tras ser despojados de sus dominios sicilianos, su misma capital se encontró amenazada. Aquello hubiera puesto fin a la primera guerra púnica de no haber exigido los romanos unas condiciones muy duras.

                Cartago entonces confió en un comandante extranjero, en un general mercenario tan del gusto del mundo helenístico, el griego Jantipo, formado en Esparta. Tuvo el acierto de adoptar frente a las correosas legiones el sistema de la falange macedónica, una verdadera muralla humana de infantes capaz de cargar con enorme brío. No resultó ser una tarea sencilla.

                En las planicies del Bagradas, en la actual Tunicia, puso una falange en el centro de su formación, alzada con ciudadanos cartagineses. A su derecha ubicó a los más experimentados mercenarios, muchos de procedencia griega y de otros puntos del Mediterráneo, el nervio de las fuerzas terrestres de Cartago, con la función de parar los ataques y golpear al adversario.

                Consciente de la importancia de dar la batalla a los romanos en campo abierto, dispuso a modo de obstáculos la caballería a ambos flancos de la infantería y a la formación de elefantes en vanguardia. Se trataba de quebrantar la flexibilidad táctica de la legión.

                La fuerza de elefantes colisionó contra los romanos, que consiguieron imponerse a los infantes mercenarios. Sin embargo, el resto de la infantería cartaginesa, de los elefantes y de la caballería acertaron a encerrarlos, a cercarlos.

                En el invierno del 255 antes de Jesucristo los romanos sufrieron una fuerte derrota, pero Jantipo no gozó de los parabienes de los aristócratas cartagineses, que lejos de querer recompensar al general se propusieron acabar con él. Tuvo que escapar el vencedor de Bagradas, pero sus innovaciones militares permanecieron entre los cartagineses hasta el final de sus días.

                Para saber más.

                Serge Lancel, Cartago, Barcelona, 1994.