UNA PRECARIA CONCORDIA ENTRE INGLESES Y ESPAÑOLES (1713-39). Por Víctor Manuel Galán Tendero.

09.02.2017 16:07

 

                La rivalidad entre españoles e ingleses fue muy encarnizada en distintos momentos de la Edad Moderna. No obstante, hubo también periodos de apaciguamiento.

                Tomada Jamaica en 1655 a los españoles, los ingleses se lanzaron contra las posesiones españolas en las Américas. En las expediciones de los bucaneros tomaron parte hombres como el cirujano Lionel Wafer, que convivió con los amerindios del istmo de Panamá. Su experiencia fue de gran interés para los planes expansivos de ingleses y escoceses, todavía oficialmente separados antes de 1707. El fracaso del proyecto del Darién ante las fuerzas españolas condujo a Escocia a una grave crisis financiera y a aceptar el Acta de Unión con su vecino insular.

                En la Inglaterra que tomó parte en la guerra de Sucesión Española, con un Parlamento ya asentado, no todos expresaron los mismos afanes intervencionistas. No pocos tories o partidarios de la superioridad del rey sobre el Parlamento se mostraron disconformes con los costes del conflicto y con la interrupción de las relaciones comerciales habituales. Embridada la Francia del Rey Sol y logradas posiciones estratégicas ventajosas como la de Gibraltar, los ingleses se mostraron dispuestos a mostrarse más conciliadores.

                La Compañía del Mar del Sur (formada en 1711 por iniciativa del ministro de Hacienda Robert Harley) aprovechó el suministro de esclavos negros a la América española, el asiento de negros, a partir de la paz de Utrecht. Felipe V no se mostró contrario al acuerdo con tal de separar a Inglaterra de las hostilidades, aunque en su círculo eran muy conscientes que serviría para fortalecer el contrabando y socavar el oficial monopolio mercantil indiano español.

                La Compañía del Mar del Sur pronto se vio envuelta en especulaciones financieras turbulentas, pero el negocio americano era muy jugoso. Se antepuso el beneficio comercial a la expansión territorial siempre complicada, al modo del siglo XVII. Un agente de la Compañía como Thomas Dover ejemplifica esta actitud y entre 1717 y 1728 florecieron los tratos entre los agentes y los funcionarios, comerciantes y hombres de negocios españoles a despecho de los ataques piratas y otros escollos en la política de buenas relaciones.

                Dentro de las mismas, el asiento de esclavos fue fundamental en estos tratos. Sin embargo, el progreso del contrabando inglés animó las incautaciones de productos por los españoles, que no se resignaron a dejar perder su monopolio. El ambiente fue enrareciéndose y entre 1739 y 1748 la guerra entre España y Gran Bretaña arruinó este sistema, que Adrian Finucane ha definido de novedoso.