VIERNES DE DOLORES EN LA ESCENA INTERNACIONAL. Por Antonio Parra García.

07.04.2017 18:27

                

                Quien dijo que la Historia terminaba cuando cayó la Unión Soviética se equivocaba y quien sostenga que se ha mantenido y prosigue por un choque de civilizaciones simplifica hasta el extremo. La endiablada situación de Siria, con tanto contendiente abierto y emboscado, se resiste a todo trazo elemental.

                El régimen de Bashar al-Ásad, apoyado por la Rusia de Putin, ha sido acusado de emplear armas químicas contra sus adversarios y Estados Unidos le ha lanzado un ataque de advertencia. La luna de miel entre Putin y Trump ya forma parte del recuerdo. Se impone el enfrentamiento entre ambas potencias por el estratégico espacio sirio.

                Rusia, anexionada Crimea y golpeada Ucrania, había avanzado posiciones en el Próximo Oriente en los últimos meses. Se ha enfrentado con determinación al llamado Estado Islámico, ha mejorado sus relaciones con la inquieta Turquía y ha desplegado tropas en Siria, uno de sus antiguos aliados de tiempos de la Guerra Fría. El antiguo imperativo geo-estratégico ruso de conseguir el acceso al Mediterráneo parece haberse logrado.

                Los Estados Unidos no se han mostrado indiferentes a estos avances, pero bajo la presidencia de Obama se resistieron a emprender acciones militares más contundentes. El temor a verse atrapados en el avispero del Oriente Próximo, con un Irak que trae demasiados recuerdos de Vietnam, y la preferencia por la acción diplomática, con el acercamiento a Irán, lo explican. Es cierto que durante los meses de traslado de poder entre la presidencia de Obama y la de Trump algunos círculos demócratas se mostraron especialmente beligerantes con la Rusia de Putin, acusada nada más y nada menos de intervenir en las elecciones estadounidenses a favor del ahora presidente.

                Después de sus polémicas medidas contra la entrada a Estados Unidos de personas procedentes de varios países acusados de dar cabida a terroristas, Trump parece mantener un tono menos crispado hacia China que el manifestado durante la campaña electoral. Para los estrategas estadounidenses de hace más de una década, Estados Unidos puede perder el dominio sobre el Viejo Mundo (la clave del dominio planetario en términos convencionales) por culpa de una alianza entre Rusia, China e Irán. Putin ha cuidado la cooperación militar con los chinos, a la par que sus maniobras militares han sembrado la inquietud de países como Suecia, bien dispuesta a restablecer el servicio militar obligatorio, incluyendo a sus ciudadanas. En este momento de distensión con China, Trump ha ordenado atacar las posiciones del aliado sirio de Rusia para demostrar que los Estados Unidos están dispuestos a actuar, que su presidente no es un títere en manos extranjeras. A los chinos se les induce a limitar sus exigencias en la mesa de negociaciones económicas y a los rusos a moderar sus apetitos.

                De pasarse por alto el empleo de armas químicas se abriría una puerta demasiado peligrosa, la de la bomba atómica de muchos ejércitos de recursos limitados. Al-Ásad y Putin niegan que los suyos la hayan empleado, conscientes de la gravedad del cargo. Precisamente muchos analistas lo han relacionado con el reciente ataque terrorista en San Petersburgo, contra la capital de una Rusia que se ha mostrado implacable ante  el terrorismo integrista. Allí descargó la brutalidad que ya había actuado recientemente contra Londres, Estambul, Berlín y Niza según nos alejamos en el calendario.

                Esta misma lógica asesina ha golpeado este mismo día 7 de abril de 2017 la capital de Suecia, Estocolmo, en forma de camión que se ha lanzado contra las gentes. La guerra contra el terrorismo prosigue paralelamente a la de Siria. Son conflictos que a veces se entrecruzan. No pocos combatientes del Daesh proceden de Europa, de la de los barrios del Cuarto Mundo, y a veces atentan en su suelo. Naciones como Francia se han mostrado conformes en castigar a sus posiciones en Siria tras atentados como los de París. Ahora que los partidarios de Al-Ásad acusan a Estados Unidos de asociarse con el Daesh, las cosas se complican, al fracturarse la heterogénea coalición contra el terrorismo integrista.

                Ahora una Unión Europea, la del eje franco-alemán, en horas bajas ha contemplado la iniciativa de unos Estados Unidos apoyados por un Israel que quiere recuperar protagonismo y por una Gran Bretaña que en los últimos días se ha dado un banquete de autocomplacencia nacionalista a propósito de Gibraltar, una posición más de orgullo que de clara importancia militar a nivel mundial, pues no olvidemos que los buques estadounidenses que han lanzado sus proyectiles han salido de Rota. En nuestro caleidoscópico mundo todo aparece tan complejo como a su modo interconectado.