¿UNA ESPAÑA DEL 36 CON ALTERNATIVA PACÍFICA? Por Víctor Manuel Galán Tendero.
En las elecciones del 16 de febrero de 1936 fue escogido diputado por Madrid Diego Martínez Barrio. El que fuera ministro de la Gobernación en el gabinete de Alejandro Lerroux, había roto con el Partido Republicano Radical por sus pactos con la CEDA y fundado su propio partido, el Radical Demócrata. Integrado en la Unión Republicana, formó parte del Frente Popular. Al ser nombrado presidente de las Cortes, ejerció de manera interina la presidencia de la República entre el 7 de abril y el 10 de mayo de 1936. En buenas relaciones con políticos muy cercanos a Manuel Azaña, como el diputado por Logroño Amós Salvador (ministro de la Gobernación del 19 de febrero al 10 de mayo del 36), su figura concitaba las simpatías de unos cuantos republicanos.
Uno de ellos, el catalán Alejandro Gican, le escribió una sentida epístola datada a 23 de febrero de 1936. Escrita en un tono elogioso, sus propuestas simples para el bien de España fueron dignas de un arbitrista, que consideraba haber encontrado las claves para solventar el problema español. De ideas republicanas radicales, al modo de Lerroux, le expresó a Martínez Barrio su anticatalanismo y su rechazo de las ideas socialistas y obreristas. Defensor de una España unitarista y burguesa, confió en resolver los graves problemas socioeconómicos del momento con la conformación de un catastro más riguroso y con obras hidráulicas, muy del gusto del regeneracionismo. Poco amigo del Frente Popular y crítico con la amnistía de los represaliados por los sucesos de 1934, algunos de sus postulados fueron compartidos por los que se levantaron en armas en julio del 36. Sin embargo, su republicanismo, defensa de derechos como el de la libertad religiosa y su francofilia lo distanciaron de lo que luego fue el franquismo. Por encima de todo, expresó el deseo de una España alejada de la destrucción y de la pobreza que vinieron después. De Alejandro Gican no sabemos, por el momento, más que las líneas que transcribimos aquí (introduciendo una serie de aclaraciones para su mejor lectura), desconociendo si pudo sobrevivir a la guerra y en qué circunstancias. Démosle ya, sin más demora, la palabra:
Barcelona, a 23 de febrero de 1936.
Al muy ilustre señor don Diego Martínez Barrio, jefe de la Unión Republicana. Palacio del Congreso. Madrid.
Mi muy ilustre señor y querido amigo,
En nombre de mis muchos amigos y en mi nombre propio y como uno de sus más sinceros simpatizantes, me permito en mandar a Vd. nuestro fiel reflejo de nuestros pensamientos, resumidos en lo que sigue:
(El estado de la España republicana y el autonomismo catalán). Todos los verdaderos republicanos y personas de orden, deseosos solamente de una España rica, unida, feliz y próspera, ve en la persona de Vd., que es el único que tiene en sus manos las llaves de dicha prosperidad, por ser Vd. el jefe de un partido del cual dependerá a su voluntad la mayoría del congreso actual para dar sus votos, para obtener dicha mayoría, sea a la extrema izquierda o a la derecha en el debate discutido en el parlamento, que fuera más conveniente para el bien y la prosperidad de nuestra muy querida España, venga de donde venga la tempestad y a la discusión de una obra verdadera , prosperidad y justicia, y a la más pulcra legalidad, y que no sea otra cosa sin pasión, que el bienestar de nuestros semejantes, y “contribuiremos así a hacer una república donde haya paz para todos, sin enemistades y sin prácticas del antiguo régimen”, y en manera alguna permitir desórdenes públicos, vengan de donde vengan, ni permitir separatismo alguno, es decir “una sola bandera y una ley y un solo parlamento para todos”. Es muy poca minoría de los habitantes de Cataluña que quieran hoy la autonomía, pero en el caso de conceder aún la autonomía de Cataluña no se podría dar que la autonomía administrativa, pero nada más. Es cuanto a lo sumo es el máximo que todos deseamos en Cataluña y aún con mucha indiferencia, pero si se consintiera de nuevo a dicha autonomía un nuevo parlamento catalán, ¿sería el mayor crimen de lesa república y patria?, que nuestro partido del cual es Vd. el jefe pudiera cometer al consentirlo, como así mismo si lo consintieran los demás partidos “Una sola ley para toda España, una sola bandera y un solo parlamento”, que como Vd. sabe por propia experiencia que en algunos de los casos aún sobra. Ya tenemos aún vivo el dolor en nuestro corazón de tan lamentable experiencia, y no hay que consentir de nuevo en la existencia de dicho parlamento catalán, causa de tanto dolor, lágrima y luto, y que no sería otro que derivase de nuevo en separatismo, y de allí de nuestra desgracia, intranquilidad y ruina de nuestra querida España.
(Los derechos ciudadanos). Libertad de religión, libertad de conciencia y así mismo la más completa libertad en el trabajo. Fuera huelga, que nos conduce a la más espantosa ruina, y fuera coaccionistas, que serían también la pérdida de nuestro comercio e industrias, economía y prosperidad. Trabajo, tranquilidad y paz en los lugares es lo que desea toda la gente sensata y amante del trabajo para el buen sostén de nuestras familias en la paz social. Probidad y alta moralidad.
(Resolución de la cuestión agraria). Hacer cuanto antes el catastro de toda España, por regiones y por ayuntamientos y municipios, y tener en Madrid el catastro general de toda España, y cada capital de provincia su catastro de su provincia, y a cada ayuntamiento o municipio así lo mismo, con la obligación de tener a disposición de quien lo solicita poder ver en dicho catastro todas sus propiedades rústicas de sus municipios, que radican en sus términos municipales o comunales, y cada propiedad rústica que sea bien terminada con fuertes mojones de piedras. Y en ordenar dicho catastro, ya vería Vd. que riqueza tendría el Estado para repartir entre las clases necesitadas, mediante una pequeña retribución al Estado, que el nuevo propietario podría pagar al Estado en el espacio de 10 a 20 años, y hacer muchos propietarios. Todos se convertirían en otros muchos patriotas, y si los propietarios quisieran adquirir el sobrante de sus fincas no registradas en los registros de propiedad rústica, que pagasen el valor que se pagó a lo más tardar 25 años atrás o lo que entonces valían dichas fincas. En ordenar dicho catastro, ya vería Vd. que sobrarían muchas hectáreas que no constan en los registros de propiedad, y será asimismo una fuente de riqueza para el Estado, y poder asimismo repartir propiedad sin menoscabo a ningún propietario, puesto que el terreno sería entonces del Estado, y con estos terrenos muchos otros que no tienen dueños o no hicieron el traspaso por no pagar los derechos reales correspondientes.
(Política hidráulica). Hacer cuanto antes sea posible (el) hacer los canales de riego necesarios para todas nuestras tierras, para mayor facilidad de la economía nacional y mejor desarrollo de sus riquezas, para el mejor abaratamiento de las primeras sustancias alimentarias, para normalizar la vida económica de toda la nación.
(Francofilia). Que todos los extranjeros y en primer lugar nuestros buenos amigos y vecinos los franceses, que hace más de 25 años tengan residencia en España y tengan modo de vida (sean comerciantes o industriales con intachable conducta), y de haber siempre cumplido muy religiosamente sus deberes y haber observado en sus negocios la más sincera probidad y la más alta moralidad, sean a su simple petición considerados españoles y con los mismos derechos, sin molestarlos hoy como se hace en abuso vejatorio de la mala interpretación del Decreto de 4 de octubre de 1935, que se molesta y se expulsa de España a los granujas, comunistas y bolchevistas. Pero nuestros vecinos y buenos amigos los franceses, que siempre han dado a todos los españoles toda protección y asilo, como a los mismos ciudadanos franceses, tienen un derecho preferente a nuestra reciprocidad, y es preciso que se anulen dichas persecuciones en modificar como convenga dicho Decreto de 4 de octubre de 1935, que sea por su mala interpretación, mala inteligencia o abuso vejatorio no hay derecho que se persiga a los franceses con este Decreto que parece monstruoso y seguramente mal aplicado. Vea Vd. sobre el particular y sin pérdida de tiempo al muy honorable señor don Amós Salvador, ministro de Gobernación, para que aclare y modifique tal Decreto en el mejor buen sentido, que todos le quedaran muy agradecidos.
(Deseo de evitar nuevos desordenes políticos). No hay que olvidar que tiene Vd. en mano las llaves de la mayoría del Congreso, y que si el Frente Popular aparentemente ganó las elecciones es por la sencilla razón que de la amnistía se ha hecho arma electoral, y muchos votaron en el sentido sentimental y las muchas abstenciones son debidas a cuestiones sentimentales, como en Oviedo, que más de la tercera parte de los electores no votaron por cuestiones de conciencia. Y es preciso que no se repitan de nuevo los sucesos de la noche del 6 al 7 de octubre de 1934, que han llevado el luto a millares de familias las más inocentes y sembrado la desolación y la miseria en una de nuestras más ricas y laboriosas provincias, sin olvidar que dichos sucesos costaron al Estado, como mejor que nadie sabe Vd., muchos millones de pesetas, y tratar con la mayor fineza y cortesía la mayor minoría de las Cortes actuales, y entrar con todas ellas en la mejor armonía para que la nación no sea otra vez víctima de querellas políticas estériles para todos. Nuestra divisa debe ser “Amor y Patria”, y España entera agradecerá al gobierno que la gobierne bien, y con la mayor benévola atención justicia, probidad y la conduzca por el camino de la prosperidad.
Perdóneme amigo señor Martínez en darle mis sugerencias, pero descargo así toda mi conciencia y amor a nuestra gran patria en el gran patriotismo de V. Ex. y con Vd. podría gritar muy fuerte VIVA ESPAÑA Y VIVA LA REPÚBLICA.
Y con esta viva esperanza, reciba señor Martínez todas mis más vivas simpatías ilimitadas e inalterables, y afecto de su muy affmo. s. s. y buen amigo que muy cordialmente y mayor respeto
Rúbrica (e. s. m.)
N. B. Le escribo estas líneas con el corazón en la mano y sin pensamientos retraídos, sino tal como mi conciencia me lo dicta, y pienso, si en algo no fuera de su aprobación en esta carta, le ruego me perdone, y no me tenga ni rencor ni malicia, porque siempre en silencio he admirado a Vd., aún después de su diferencia con nuestro querido amigo también don Alejandro Lerroux. Y siempre incondicionalmente a sus órdenes.
S/C. Alejandro Gican. Salmerón, 55, piso 18. Barcelona (G.)
Fuentes.
ARCHIVO GENERAL DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA.
Correspondencia de Martínez Barrio. 66/92, pp. 474-476.
U. R. Comité Ejecutivo Nacional. Secretaría General. Entrada del 28-2-1936, número 03315.
Vista de la barcelonesa calle Salmerón.