A 200 AÑOS DE LA EMANCIPACIÓN. Españoles y criollos en México, entre la fidelidad y la rebelión.
En plena guerra de la independencia española contra el imperio francés, en Nueva España se vivía una etapa difícil y alterada por las constantes muestras revolucionarias del pueblo mexicano.
En 1808 comienza una crisis por el desacuerdo entre el cabildo de la ciudad de México controlado por criollos, personas nacidas en americana pero de descendencia europea, y el virrey José de Iturrigaray. En 1810 se produce en Nuevo España una revolución que se agrava por la intervención de la audiencia, el consulado y la inquisición, cuyos miembros recelan al sospechar de Iturrigaray por tener simpatías hacia los franceses. En esta revolución toman el poder comerciantes, propietarios de minas y haciendas. Deponen al virrey, crean una junta y dominan la escena política. Pronto tendrán que enfrentarse con las masas populares partidarias de la ruptura, iniciándose una feroz guerra de castas.
Hacia 1815 el partido español se impuso en una región colonial clave para la metrópoli por su riqueza minera y comercial. Seguidores del absolutismo de Fernando VII, contemplaron con desagrado la aplicación de la Constitución de 1812.
El bando criollo, en consonancia, fue partidario de instalar un poder local en representación de Fernando VII. Al ser cuestionado desde la metrópoli, acrecentó su sentimiento antiespañol y antipeninsular, avivando el nacionalismo mexicano que había tomado fuerza desde el siglo XVIII.
El nuevo partido mexicano estaba dirigido por el militar criollo Iturbide, que tenía un proyecto de autonomía, sin hacer ascos a la proclamación de la independencia, que finalmente se impondría en 1821 bajo una monarquía y una constitución propias, protegidas por un ejército mexicano con las garantías de unión, religión católica e independencia. Además, las juntas provinciales elaboraron convocatorias de cortes que terminaron formando el tratado de Córdoba.
El propio Iturbide dio un golpe de Estado, paralizando las acciones de los diputados liberales. Suspendió garantías, disolvió el legislativo y nombró una junta Nacional Instituyente. Se proclamó emperador. Más tarde otro militar de la frontera novohispana, Antonio López de Santa Anna, proclamaría la república, y obligaría a abdicar e irse del país a Iturbide. En 1824 se promulgó el Acta Constitucional y la primera constitución republicana mexicana.
Los españoles mexicanos terminaron llevando a buen puerto la independencia. En nuestra opinión, España sufría entonces uno de los peores momentos de la maldición del marqués de la Ensenada (el enfrentamiento franco-británico a costa de ella). Además sólo disponía de un ejército pobre y de un jefe político incompetente, que no se preocupaba de los asuntos de la nación y sólo buscaba su beneficio individual. La independencia iberoamericana, y la mexicana en particular, no era sino un hecho a verificarse en cualquier momento, por parte incluso de los propios españoles allí residentes.
Emilio Domingo Gálvez, Andrea Fernández Moya, Andrea Gárate Zanón, Laura Gárate Zanón y Alba Marquina Lagunas.