A DOSCIENTOS AÑOS DE WATERLOO. Por Gabriel Peris Fernández.

18.06.2015 00:04

                La isla de Elba no contuvo los ímpetus de Napoleón y Francia no se contentó con la restauración de los Borbones en marzo de 1815. El águila voló de su reclusión insular y entró victoriosamente en París tras sumársele numerosas tropas por el camino. El emperador recuperaba su cetro ante el estupor de las monarquías europeas.

                En una Francia muy castigada por demasiados años de guerras consiguió levantar una fuerza de unos 300.000 hombres del ejército regular y 150.000 de la Guardia Nacional. Como el país se encontraba cercado de enemigos superiores en número, optó con resolución por el ataque, sin esperar.

                Su primer golpe se descargaría en los Países Bajos del Sur, la actual Bélgica, donde las tropas adversarias se encontraban divididas entre los 116.000 prusianos del mariscal de campo Von Blücher y los 105.000 de Wellington. El 15 de junio cruzó el río Sambre por Charleroi.

                                

                Fiel a su proceder lanzó al día siguiente a su mariscal Ney contra Bruselas, que salió victorioso en el cruce de Quatre Bras. Esa misma jornada el derrotaba a los prusianos en Ligny.

                La proverbial celeridad del emperador ya era cosa del pasado y los aliados tuvieron tiempo de retirarse. Los británicos se hicieron fuertes en Mont-Saint-Jean a la par que Blücher se ubicaba en Wavre para cooperar. La acción de Grouchy contra los prusianos no arrojaría los resultados esperados.

                El día 17 fue una jornada muy lluviosa que dejó encharcado el terreno de combate al día siguiente. Los veteranos británicos aguardaban en la cumbre formados en línea, con la caballería a su espalda y el castillo de Hougoumont cubriendo su flanco.

                Frente a ellos los franceses alinearon dos cuerpos de infantería dotados de baterías, con la caballería en segunda posición y Napoleón en retaguardia. A las once del 18 de junio comenzaba la que iba a ser conocida como la batalla de Waterloo, la que iba a decidir los destinos de Europa y el mundo.

                Los franceses se lanzaron contra el castillo y contra el centro enemigo formando columnas, que encajaron fuertes contracargas con entereza. Sin embargo, el problema para Napoleón se planteó en otro punto.

                                

                A las 13.00 horas los prusianos de Blücher se encaminaron por la derecha de Napoleón, que tuvo que dividir sus fuerzas para frenarlos en el pueblecito de Plancenoit.

                Ney llevó el peso de la batalla contra las baterías británicas, logrando hacia las 18.00 una victoria pírrica, pues una hora después la posición francesa en Plancenoit resultaba crítica. Hacia las 20.00 el propio Napoleón tuvo que acudir al rescate al frente de cortas fuerzas, lo que aprovechó Wellington para lanzarle encima a las unidades de Maitland.

                El emperador logró escapar, pero su imperio se encontraba vencido y su destino sentenciado.