ARAGÓN, UN RESULTADO DEL FEUDALISMO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

11.10.2025 09:59

              

               El feudalismo ha sido definido e interpretado de modos muy distintos a lo largo del tiempo. Símbolo de la fragmentación política en un tiempo de tribulaciones para Europa, según la opinión de más de un historiador de las instituciones; más recientemente se ha interpretado como una manera de articular la autoridad pública sobre una serie de poderes locales.

               El equilibrio entre autoridad suprema y poder local era a la sazón muy inestable, pues podía dar pie a la afirmación de un reino como a su fragmentación. Cuando Sancho III el Mayor donara a su hijo Ramiro la tierra de Matidero a Vadoluengo (el núcleo del reino de Aragón, con la excepción de Loarre y Samitier) pensó en lo primero. Su extendida monarquía se vería reforzada por un convenio feudal por el que Ramiro reconocería por lo recibido la autoridad de su hermano mayor García, que reinaría en Pamplona, sin demandarle más tierras ni moverle ningún pleito.

               Al final, la monarquía de Sancho III terminó deshaciéndose, emergiendo a costa de Pamplona los expansivos reinos de Castilla y Aragón. Precisamente, los monarcas aragoneses supieron extraer buen provecho de los lazos de dependencia. En julio de 1100 Pedro I otorgó la carta de donación de la villa de Ova en alodio a Munio Muñoz para poblar el castillo de Azafaz. A cambio, Munio Muñoz se hizo natural de la tierra del rey Pedro I, debiéndole fidelidad, al igual que todos los suyos.

               En un momento en el que se titulaba rey de Aragón, Pamplona, Sobrarbe, Ribagorza, Culla, Oropesa y Castellón, Pedro I utilizaba el acicate de las conquistas en Al-Ándalus para conseguir más fieles. Así lo hizo en mayo de 1122 Alfonso I, cuando convino o pactó con su hombre de boca y manos el conde Céntulo de Bigorra. Su reconocimiento de vasallaje al monarca le valió la concesión en Hispania del castillo de Roda con su villa, la tercera parte del honor de Iñigo Galíndez de Roda para arriba, la mitad de Tarazona con su término y la mitad del honor de Galindo Sánchez en Belchite. Además, se le prometió Santa María de Albarracín y doscientas caballerías de honor en Hispania, una vez fueran conquistadas a los musulmanes. Se le otorgaron, asimismo, el estipendio de dos mil sueldos jaqueses anuales y del censo de Aura de las Vacas. A este respecto, los reyes aragoneses fueron maestros en utilizar las instituciones feudales en su beneficio.

               Fuentes.

               Isabel Falcón Pérez, José Antonio Fernández Otal y Enrique Mainé Burguete, La sociedad aragonesa medieval. Textos para su estudio, Zaragoza, 1998.