AUGE Y CAÍDA DE UNOS FINANCIEROS, LOS BARDI. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

03.12.2014 06:48

 

                El gran historiador florentino del siglo XIV Villani refiere un hecho trágico para las finanzas de la Cristiandad, la quiebra de la banca Bardi en 1345.

                Los Bardi eran una familia que había ido acumulando riqueza y ascendiendo socialmente gracias al comercio y al préstamo de dinero. Pietro di Gualterotto Bardi se convirtió en un potentado que llegó a adquirir el castillo de Verino por la suma de 10.000 florines. Los grandes hombres de negocios florentinos y de otros lugares de Europa nunca rechazaron el estilo de vida caballeresco de los nobles coetáneos.

                La Casa Bardi tuvo el acierto de asentarse en distintas ciudades y puertos desde el imperio bizantino a Inglaterra. Tuvieron gran peso en el comercio de vino y aceite de Nápoles y Sicilia. Su presencia se hizo sentir en la mercantil Sevilla. En las finanzas del pontificado de Aviñón tuvieron un destacadísimo papel.

                Sus agentes comerciales recopilaban toda clase de información de interés relacionada con la cotización de los productos o las incidencias de la vida social y política. Su correspondencia y contabilidad son de gran interés para acercarse a la Europa anterior a la extensión de la gran peste negra de 1348. Ahora bien, cada sede regional tenía su autonomía, y en caso de presentar pérdidas podía ser socorrida por los beneficios logrados por las otras.

                Inglaterra los tentó. Ya hace décadas el gran historiador Carlo M. Cipolla encendió la polémica al afirmar que los hombres de negocios florentinos colonizaron una economía subdesarrollada como la inglesa bajomedieval, en un momento en que el Reino Unido parecía verse rebasado por Italia en PIB. Una de las grandes partidas de exportación de la Inglaterra del XIV era la lana, que atraía a los negociantes vivamente, ya que el textil empezaba a cobrar auge de los Países Bajos a Italia.

                Al mismo tiempo las ambiciones de los reyes ingleses también ofrecían ocasiones de lucro a través de los préstamos. Eduardo III aspiraba a la corona francesa o, al menos, a ampliar sus dominios continentales, y sus ejércitos y armadas requerían de grandes cantidades de dinero. Como los impuestos de sus territorios no bastaban ni se disponían en el momento de necesidad, el del pago, tuvo que pedir prestado.

                Si damos crédito al testimonio de Villani, hoy en día muy cuestionado por algunos historiadores, los Bardi le abrieron con largueza sus bolsas, llegando a prestarle la enorme cantidad de 900.000 florines de oro. En la cotizadísima moneda de Florencia los colaboradores de los Bardi, los Peruzzi, le prestaron a Eduardo tercero 600.000, que no sólo se reintegraban con intereses en metálico, sino también con la valiosa lana.

                El negocio parecía lucrativo, pero en 1345 llegó la horrible desilusión. Una vez más la proximidad de la banca al poder resultó fatal. Eduardo III no pudo pagar, y su bancarrota arrastró a los orgullosos Bardi. Uno de los grandes motores de la economía florentina se obstruyó, afectando fatalmente a toda la ciudad.

                Esta versión de los acontecimientos ha sido recientemente impugnada por elemental. Los Acciaiuoli también quebraron pese a no participar en los créditos ingleses, y la bancarrota de 1345 no supuso el final de los Bardi precisamente. Se imponen otros motivos, como las tensiones sociopolíticas florentinas o sus guerras exteriores, para explicarlo. De todos modos nadie duda de la reciedumbre del golpe encajado. A veces los grandes financieros no siempre se atienen a la vivaz realidad de las cosas.