BIZANCIO ENCADENADO A LOS COMERCIANTES ITALIANOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

24.02.2015 06:54

                

                El otrora poderoso imperio bizantino vivía una situación apurada desde finales del siglo XI ante las embestidas de los turcos y la irrupción de los cruzados. Su economía acusó el golpe.

                Había perdido gran parte de Anatolia y de su valiosa lana para perjuicio de sus textiles coincidiendo con la llegada al Mediterráneo Oriental de los competitivos productos italianos. Las incursiones normandas a Corinto (1147) y Tebas (1148) determinaron la marcha de demasiados sederos a Sicilia, donde los emperadores germanos animarían su producción en detrimento de los bizantinos.

                Los grandes propietarios de Tracia en connivencia con los mercaderes venecianos echaron por la borda el monopolio imperial del comercio de granos, debilitando sobremanera la autoridad estatal y fortaleciendo el ascendiente de Venecia.

                Los emperadores de Constantinopla intentaron frenarlo vedando el acceso a Chipre, Creta y el mar Negro, esenciales para la consecución de esclavos y cotizados vinos. La devaluación de la moneda respondió a la caída de los ingresos aduaneros por las crecientes exenciones venecianas. Fueron soluciones temporales que no detuvieron la sangría bizantina, digna de un país cada vez más subdesarrollado.

                Se creyó encontrarla dando la bienvenida a los pisanos, que serían capaces de neutralizar a los aborrecidos venecianos como si de una rudimentaria fuerza bárbara de las llanuras se tratara. Fue un error.

                Los pisanos consiguieron en 1111 su propio distrito o barrio en Constantinopla y una reducción sustancial de los impuestos aduaneros. Siguiendo el mismo proceder Génova conseguiría parejas concesiones.

                La competencia entre los mercaderes italianos turbó la paz interior del imperio. Entre el 1162 y el 1170 pisanos y venecianos combatirían a los genoveses, cuyo distrito sería saqueado. Tales luchas encumbraron nuevamente a Venecia, cada vez más poderosa en las rutas entre Constantinopla y el Egipto islámico y su área de influencia.

                El 2 de marzo de 1171 el emperador Manuel ordenó la detención de los venecianos y la confiscación de sus bienes, un golpe terrible del que trataron de restablecerse ampliando sus negocios en el imperio almohade.

                Aquel golpe no tuvo nada de punto final y los pisanos y los genoveses recuperaron sus posiciones. La colonia de unos 60.000 latinos en Constantinopla goza de la protección de numerosos magnates y dignidades del imperio frente a las invectivas de gran parte de la Iglesia Ortodoxa y de grupos populares, los tradicionalistas, que en 1182 llevaron a cabo una terrible masacre en la gran ciudad y elevaron al poder a Andrónico Comneno, primo del difunto Manuel.

                El golpe de furia tampoco resultó al proseguirse la misma política de favores y competencia entre rivales. Mientras los italianos o latinos se van afirmando en la tambaleante Bizancio. A comienzos del siglo XIII Venecia envía al deshilvanado imperio tres convoyes protegidos de galeras al año, cuyas naves se separan circunstancialmente para abrazar un radio mercantil más amplio. Asimismo se han logrado desvincular de la justicia ordinaria bizantina, estableciendo sus propios tribunales. Ya vemos como la pesadilla de la balcanización ya atormentó a los bizantinos.