¿CAMERON SE HA EQUIVOCADO? Por Gabriel Peris Fernández.

19.09.2014 17:45

 

                ¡Menuda noche toledana acaba de pasar la Gran Bretaña en trance de dejar de ser Reino Unido! Ayer parecía posible que Escocia volviera a aparecer en los mapas políticos europeos. La separación habría sido histórica, pues habría quebrado una relación anterior a 1707. Tanto Escocia como Inglaterra fueron reinos forjados por los conquistadores normandos enfrentados a un mundo de raigambre celta. Desde 1603 el rey de Escocia se convirtió en el de Inglaterra, y en 1654 Cromwell unió a los pueblos escocés e inglés en una sola república. El sistema estatal británico tenía sólidos precedentes antes de la Unión, bajo cuyo pabellón se ganó la cuarta parte de la superficie continental del mundo y se batalló en varias guerras planetarias a vida y muerte.

                Y de repente aparece  Cameron, prodigio de sensibilidad política para unos y monstruo de soberbia para otros. Ciertamente ha puesto en riesgo mucho, y quizá haya alentado en demasía al nacionalismo escocés, menos tradicional de lo que a veces se piensa. En su propia camada política le han dicho de todo menos guapo. Al final el órdago le ha salido bien gracias al pragmatismo de la mayoría de los escoceses, que se han movilizado más por la cartera que por glorias pasadas.

                Consciente de ser muy escuchado, ha medido bien sus palabras de esta histórica mañana del 19 de septiembre del 2014. Cree en la unidad de su país a la par que en la democracia, y el referéndum ha sido la respuesta, positiva en términos de convivencia cívica y ejemplo político. Las pasiones patrias son muy viscerales en todos los puntos cardinales, pero los escoceses han podido canalizarlas en unos términos pacíficos que por desgracia no se dieron en el Ulster. Hoy ha conseguido una victoria enorme, la de reverdecer los laureles del pactismo británico que entendió las lecciones de la separación de las Trece Colonias y que supo descolonizar con acierto varios países.

                Aquí en España ha sido muy seguido. Que nuestro país se encuentra muy tocado lo acredita que nos haya sobresaltado la ruptura de la Pérfida Albión, la que hace lo que le viene en gana en Gibraltar y nos saca la lengua en los chiringuitos turísticos descargando su turismo de borrachera. ¡Las horas de sana diversión que hubiera proporcionado a nuestros sufridos abuelitos! ¡La Invencible vengada! Cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar, lo que no reza para Rajoy y sus intrépidos seguidores. En España tenemos una Constitución escrita en letras de molde y nunca fue reino Cataluña. Vamos despachados.

                Por otro lado los nacionalistas catalanes y vascos ayer se tomaron un buen trago de whisky ante tanto maltrato de la tiránica España, que ha tenido la desfachatez de proteger con exceso sus industrias y de concederles competencias que no sueñan ni los independentistas de Escocia. Como a los pobres no se les deja tener representación parlamentaria en Madrid ni pueden escoger a sus propios ayuntamientos es muy natural que quieran votar, el sueño erótico de cualquier demócrata con aspiraciones maritales.

                Ya se sabe que los españoles somos arrogantes, ladrones y fumadores ante tan angélicas criaturas, y a veces uno se pregunta si somos algo estúpidos. Quizá nos vaya la famosa disciplina inglesa, tan sugerente y mimosa. A los que nos chiflan alternativas menos explosivas tampoco se nos puede negar nuestro derecho al voto, o mejor al boto.

                Los españoles también tenemos sentimientos patrióticos y nos gustaría que nuestro país estuviera mejor administrado por razones pragmáticas y éticas. A Pujol se le ha tolerado lo indecible para bien de un sistema caciquil que ha convertido España en pitanza de corruptos. La Justicia ha sido humillada para salvar al turbio Duran i Lleida. El País Vasco y Navarra disponen de sistemas fiscales propios cuestionados por la Unión Europea. Al parecer sólo unos cuantos tienen Historia, sentimientos e idioma propio. ¿Ladran los españoles acaso?

                Esta España se parece más al siniestro hogar de algún episodio de Hermano mayor que al domicilio del señor García y señora. A estas alturas no es suficiente con recordarle a la valentona que la queremos mucho y que fuera de casa pasará hambre y necesidad. Darle un sopapo está fuera de lugar, y prohibirle que salga de su habitación resulta ridículo.

                El jueguecito legalista tiene un límite. Yo convoco, tú recurres, yo anuncio elecciones, tú avisas, yo proclamo, tú suspendes…. Y al final nos tiramos de los pelos. ¿Estamos dispuestos a soportar un Ulster? ¿Merece la pena?

                Ofrecer ahora una reforma de la Constitución a quienes no la quieren ver ni en pintura por ser española es una ocurrencia del astillado partido socialista, hoy a la deriva. Lo mejor sería ser valientes y decir la verdad, la de nuestro fracaso como país para no hundirnos como sociedad. La Constitución nos puede hacer un gran servicio a todos aún.

                En verdad caracteriza a España como indivisible, aunque se refiera a que el sujeto de derecho es único, la nación española. Pues bien, hagamos un referéndum en toda España para decidir si catalanes y vascos forman parte o no del pueblo español. El territorio podría dividirse en tres grandes circunscripciones: España, Cataluña y País Vasco. Si en las tres menos del 60% de los votos no aprueba la separación, España podrá afirmar su unidad. En caso que en las tres se impusiera la separación nos ahorramos una situación infame.

                Evidentemente si la separación gana en Cataluña y en el País Vasco, se debe de respetar y aceptar. Ahora, si sólo se impusiera en España, se les expulsaría. Los nuevos Estados tendrían todo el derecho del mundo a iniciar negociaciones de adhesión a la UE y a la apertura de delegaciones diplomáticas en Irán. Que no se preocuparan, que los españoles podríamos visitar Port Aventura antes que las Pirámides.