CENTROS DE AUTORIDAD Y DE PODER EN EL IMPERIO ESPAÑOL. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

02.08.2021 09:39

                ¿Fue español el imperio español? La España del siglo XVI era muy distinta de la actual, y el principal protagonismo en las empresas imperiales correspondió a la Corona de Castilla. De sus tierras, particularmente de Extremadura y la Andalucía bética, procedían muchos de los conquistadores. En Sevilla se emplazó la Casa de la Contratación, erigiéndose en la puerta de las Indias por antonomasia, un honor que pasaría a Cádiz en el XVIII. A los contribuyentes castellanos también cupo un enorme esfuerzo fiscal.

                El predominio castellano fue mal visto en la Corona de Aragón y en Portugal. Los hombres de negocios portugueses compitieron eficazmente con los castellanos, lo que enrareció el ambiente antes de la ruptura de 1640. La castellanización de la Monarquía se acentuó bajo los Borbones, paradójicamente cuando el centro de Castilla padecía severos males y no se encontraba en condiciones de imponerse como antaño. La fijación de la corte en Madrid, que tuvo un crecimiento destacado, no alteró tal realidad.

                El castellanismo de los reyes tuvo motivos interesados.  De hecho, la entrada de Carlos V estuvo marcada por la hostilidad hacia los consejeros flamencos, y Felipe II tuvo que abandonar los Países Bajos en 1559 por la situación en sus reinos hispanos. A Felipe V le resultó favorable extender las leyes castellanas a la Corona de Aragón para reforzar su autoridad.

                El círculo real no dudó en favorecer a otros cuando convino, por mucho que perjudicara a sus súbditos españoles. Carlos V concertó importantes empréstitos con los Fugger y los Welser, además de permitir el paso de alemanes a Venezuela. Los genoveses alcanzaron una gran notoriedad en el imperio español (con no poco disgusto), hasta tal punto que algunos alcanzaron la grandeza de España, como Ambrosio Spínola Doria.

                Si monopolios y otras disposiciones restrictivas no disuadieron a franceses, holandeses o ingleses de introducirse por distintos medios en los circuitos económicos del imperio, el establecimiento de la corte en Madrid no evitó que florecieran otros centros de autoridad y de poder.

                En Italia, Nápoles tuvo un peso destacado, ya que era la populosa capital de un extenso reino. Si Gonzalo Fernández de Córdoba hizo recelar a Fernando el Católico, el duque de Osuna fue acusado un siglo después de querer alzarse con la corona napolitana.

                En las Indias, los virreinatos de Perú y de la Nueva España asumieron importantes responsabilidades militares y políticas. Los subsidios novohispanos contribuyeron notablemente a la defensa de Filipinas. Con importantes medios a su alcance, ambos virreinatos favorecieron la expansión en el Pacífico y en la misma América.

                Tal situación fue el resultado inevitable de un imperio con dominios de fuerte personalidad, que se fueron agregando de forma dispar (herencia, conquista), y de distancias mundiales, la Monarquía hispana, en la que la fidelidad a la corona era un principio intangible, por mucho que en la práctica se menoscabara.