CIFRAS CON HISTORIA. La distribución territorial de los impuestos en la España de inicios del XIX.
La distribución de la riqueza entre los diferentes territorios españoles ha variado a lo largo de la Historia. Las contribuciones impuestas, expresadas en reales, tras la retirada de las tropas napoleónicas en 1814 nos permiten ver una España muy diferente a la actual:
GALICIA 30.635.804
ASTURIAS 7.801.072
PROVINCIAS VASCAS 12.534.302
Vizcaya 5.548.759
Guipúzcoa 2.615.848
Álava 4.369.695
NAVARRA 12.411.830
ARAGÓN 45.088.421
CATALUÑA 34.918.160
CASTILLA LA VIEJA 72.183.498
Soria 13.615.532
Burgos 21.202.511
Palencia 7.770.348
Valladolid 8.662.530
Ávila 4.082.048
Segovia 16.850.529
LEÓN 33.696.076
León 9.697.868
Zamora 2.495.443
Toro 6.299.118
Salamanca 15.203.647
EXTREMADURA 23.972.345
CASTILLA LA NUEVA 73.409.573
Guadalajara 12.417.989
Madrid 6.316.735
Toledo 27.863.571
Cuenca 14.319.215
Mancha 12.492.063
ALTA ANDALUCÍA 45.860.671
Nuevas poblaciones 808.051
Jaén 9.697.894
Granada 35.354.726
BAJA ANDALUCÍA 41.001.302
Córdoba 16.814.536
Sevilla 24.186.766
MURCIA 11.252.199
VALENCIA 50.471.142
BALEARES 14.606.698
CANARIAS 7.198.235
Estas contribuciones se impusieron siguiendo estimaciones de riqueza anteriores, lo que dio pie a no pocas protestas tras los desastres de la guerra. De todos modos su interés es innegable.
Las provincias vascas no habían superado a Galicia. Asturias permanecía pobre antes del auge de la extracción del carbón. Cataluña no sobresalía tanto pese a la manufactura y estaba muy pareja con Aragón. En Castilla la Vieja Soria y Burgos demostraban la importancia del negocio de las lanas. Sobresalía la universitaria y ganadera Salamanca en el viejo reino de León. Extremadura ya apuntaba sus problemas. En Castilla la Nueva era prometedor el corredor Toledo-Cuenca, mientras que Madrid no destacaba en renta todavía. En Andalucía Granada se mantenía firme y el reino de Sevilla (dentro del cual estaba Cádiz) no aportaba tanto ante el principio de la finalización del comercio oficial indiano. La riqueza de Valencia se ponderaba extraordinariamente tras un siglo de intensos avances. Baleares soportaba una pesada carga y las Canarias no eran tan afortunadas.
Más de la mitad de la población española, unos 10.976.483 habitantes, se concentraba en Andalucía (17´3%), Castilla la Vieja y León (16´9%), Galicia (12´2%) y Castilla la Nueva (11%). La contribución media por habitante era de 81 reales en las Baleares, 69 en Aragón, 63 en Castilla la Vieja y León, 61 en Valencia, 60 en Castilla la Nueva, 56 en Navarra, 46 en las provincias vascas, 45 en la Alta y Baja Andalucía, 41 en Cataluña, 40 en las Canarias, 33 en Extremadura, 29 en Murcia, 23 en Galicia y 22 en Asturias.
Si atendemos la vieja división por Coronas y reinos, la Corona de Castilla, con 8.246.304 habitantes, tenía que pagar 359.545.149 reales y soportar una presión de 43´6 reales por habitante o de casi once días de trabajo de un jornalero medio. La de Aragón, con 2.508.813 habitantes, tenían que pagar 145.084.421 reales y soportar una presión de 57´8 o de casi quince días. El esfuerzo exigido a baleares, aragoneses y valencianos especialmente se notaba. El reino de Navarra, con 221.366 habitantes, tenía que pagar 12.411.830 reales y soportar una presión de 56 reales por habitante. Los equilibrios territoriales cambiarían en los dos siguientes siglos, aunque las quejas por exceso de pago en relación al vecino ya estaban presentes desde mucho antes de 1800.
Víctor Manuel Galán Tendero.