CONTRA LA ABOLICIÓN SEÑORIAL. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

31.10.2025 08:10

              

               La guerra de la Independencia abrió las puertas a la revolución liberal. Los señoríos jurisdiccionales se abolieron por decreto de las Cortes el 6 de agosto de 1811, y más de un municipio lo aprovechó para liberarse de sus señores. Tal fue el caso de Elche. Cesó el señorío jurisdiccional y se anularon los monopolios de hornos, molinos, tiendas y almojarifazgo. Se nombraron, al mismo tiempo, nuevos oficiales de justicia y de gobierno.

               Tal movimiento estaba dirigido en Elche por los prohombres locales, que aceptaron considerar la enfiteusis como un simple contrato agrario. Más dudas suscitaron los diezmos eclesiásticos y los derechos de aduana, peso y medida.

               Los mandatarios del marqués de Astorga se escudaron en la dificultad de obtener los títulos de adquisición originarios de tales derechos. Optaron por la vía jurídica, dentro del maremágnum de la España resistente a Napoleón, y a mediados de 1812 José Altet remitió un informe a la Audiencia de Valencia, entonces establecida en Alicante por la ocupación de la ciudad del Turia por las tropas napoleónicas.

                En su estrategia de defensa de los derechos jurisdiccionales, consideró el decreto poco favorable al interés de la nación. Por un auto a su entender malicioso se prohibió el pago de los censos enfitéuticos, de la décima y del laudemio, lo que atacaba la idea de contrato. Por otra parte, el regente José Meléndez cuestionó los diezmos, en contra de lo dispuesto en el Concilio de Trento en materia civil, actuando con un procedimiento criminal.

               Sostenía que los derechos reclamados respondían al dominio territorial, y no al jurisdiccional. Por ello, se atacaba según su criterio la propiedad territorial cuando se sostenía que la nación se había reconquistado a sí misma, invalidando los mayorazgos. También se impugnaba que la voluntad de los pueblos pudiera anular los señoríos en nombre de la igualdad general.

               Las circunstancias desfavorables del momento no dejaron de aducirse, como la epidemia que castigaba Elche y la misma amenaza napoleónica, impidiendo que el tribunal tuviera una residencia estable y no se pudiera notificar nada personalmente al apoderado. En esta línea, se acuso de agravio al alcalde segundo ilicitano. En estas circunstancias, el expediente pasó a la sala sin confiarlo a la justicia de Elche.

               La alegación no se olvidó, sintomáticamente, de cargar contra la Ilustración, avanzando el espíritu de la Restauración europea. Se decía que la antorcha de la filosofía, que había iluminado el hemisferio español, no alumbraba debidamente. Se parecía mucho al de los revolucionarios franceses, recordándose que el duque de Orleans que hacía de artesano murió guillotinado. Según Altet, los liberales españoles querían parecerse a Licurgo, que introdujo la igualdad de fortunas por suerte de tierras. Todo ello entrañaba una gran ingratitud contra los nobles, privándoles de sus mayorazgos e invalidando en Elche el señorío territorial.

               Así pues, la voluntad general era vista como una abstracción que cuestionaba la sagrada propiedad, amparada por la constitución política española. En plena guerra de la Independencia, se anunciaban las guerras civiles que azotarían España en las próximas décadas.

               Fuentes.

               ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.

               Correspondencia administrativa del marquesado de Elche de 1809 a 1833, Diversos-colecciones, 176, N. 7.