CORTÉS, BAJO SOSPECHA DE LA CORONA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
En 1524 Hernán Cortés emprendió una costosa expedición a Honduras, y en su ausencia hombres como el factor Gonzalo de Salazar le movieron oposición entre los españoles de la Nueva España. Le complicó la situación la llegada del juez de residencia Luis Ponce de León, encargado de investigar su ejecutoria. El juez terminaría asesinado. La empresa de Honduras no cosechó el éxito esperado, y a su retorno a México Cortés encontró un panorama harto complicado. En 1528 viajó a España, con el deseo de presentarse triunfante ante Carlos V.
El conquistador del imperio azteca albergaba mayores deseos de grandeza, y propuso al César Carlos la empresa de la mar del Sur. Las naves que fletara descubrirían nuevas tierras y aportarían metales preciosos y especias con las que enriquecer el tesoro real.
Cortés pensaba de este modo ganar el favor de Carlos V para lograr mayores mercedes y posición. Sin embargo, la investigación o pesquisa secreta sobre su actuación y persona se prosiguió, al considerarse su grandeza en la Nueva España propia de un rey. Los letrados de la Audiencia fueron los encargados de darle curso, individuos como el presidente Nuño Guzmán y los oidores Juan Ortiz de Matienzo y el licenciado Delgadillo. La Corona había utilizado a los hombres de leyes para quebrantar la fuerza política de la nobleza en Castilla, y ahora se disponía a emplearlos contra los conquistadores, que amenazaban con erigirse en una auténtica nobleza en Indias, más lejana y difícil de controlar.
Los letrados de la Audiencia encontraron pronto testigos dispuestos a deponer contra Cortés, como Bernardino Vázquez de Tapia, Gonzalo Mejía, Cristóbal de Ojeda, Juan de Burgos, Antonio Serrano o Rodrigo de Castañeda. Descontentos igualmente con la posición alcanzada por Cortés, abundaron en las acusaciones de quedarse con todo el oro que le venía en gana y conducirse como el señor de aquellas tierras. La fidelidad a Carlos V, en consecuencia, quedaba en entredicho.
Los excesos de alcoba del conquistador también salieron a relucir. Fue acusado de mantener relaciones con parientas de cuarto grado y con tres hijas del emperador azteca Moctezuma. También se le cargó la muerte en 1522 de su legítima esposa, Catalina Juárez, ahogada con un cordel por la noche.
Otras muertes de españoles se cargaron sobre Cortés. Se le acusó de ordenar envenenar en una cena al citado juez de residencia Luis Ponce de León, y a Francisco de Garay. También estuvo a punto de dar muerte con un torrezno flamenco al justicia mayor Marcos de Aguilar, que quiso nombrar capitán a Hernán Pérez de Bocanegra de una nave real que se dirigía a la tierra de las especias, algo que Cortés no consintió.
Si el afán de alcanzar gloria y riqueza en la mar del Sur estimuló la rivalidad entre Cortés y sus competidores, también lo hizo el repartimiento de Michoacán. Según Lope de Samaniego, Gonzalo de Salazar y Alonso de Estrada, Cortés sostuvo que toda tierra era poca para él. Poco debía al rey su fortuna, y tampoco le importaba que le dieran parte a Carlos V de sus opiniones, según sus oponentes. Finalmente, Cortés retornó a la Nueva España como marqués de la Oaxaca, interesándose por la mar del Sur. Sin embargo, la corona ya había puesto límites a conquistadores como él.
Fuentes.
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS.
Patronato, 17, R 24.
L. B. Simpson, Muchos Méxicos, México, 1976.