CRISTINA DE SUECIA, UNA AVANZADA DE SU TIEMPO. Por Nuria Silla y Evangelina Sánchez Acero.

06.06.2014 15:55

    La hija de Gustavo Adolfo II de la intrépida Suecia de tiempos de la Guerra de los Treinta Años, Cristina, subió al trono con sólo seis años. Su arrojado padre había caído en la batalla de Lutzen, y el canciller Axel Oxenstierna se encargó de la regencia en nombre de la pequeña.

    En 1644 llegó a los dieciocho años Cristina. Tras su declaración de mayoría de edad gobernó personalmente sin necesidad de lo que en España llamaron validos. Supo negociar con tino en cuestiones internacionales. De Dinamarca arrancó importantes concesiones por el Tratado de Brömsebro (1645), y en los prolegómenos de las Paces de Westfalia en 1648 supo consolidar el papel dominante de Suecia en la Europa al Norte de los Alpes.

    Quizá el mayor interés de su personalidad radique en especial en su refinada cultura y notables ansias de conocimiento intelectual, dignas de los tiempos de la Revolución Científica. Protegió las artes y las letras. Llamó a su lado a lo largo de su vida a sabios de la talla del jurista Hugo Grocio y del filósofo Descartes con el fin de debatir intrincadas cuestiones y alcanzar notables conclusiones.

    Al prescindir del viejo canciller Oxenstierna no supo conservar el erario sueco. Sus gastos le malquistaron el afecto de muchos de sus súbditos, acostumbrados a la vida más espartana de su padre. Su sensibilidad la predispuso al nerviosismo. En temas matrimoniales también contrarió las inclinaciones de muchos de los suecos al afirmar sus preferencias sobre la razón de Estado. El consejo de variopintas figuras como el médico francés Bourdelot o el embajador español Pimentel tampoco ayudaron a su popularidad.

    Al final abdicó en 1654, y Suecia tuvo un nuevo monarca, su primo Carlos Gustavo del Palatinado. La inquieta Cristina llevó a partir de aquel entonces una vida viajera con estancias en Bruselas, Fontainebleau y Roma, no exenta de aprietos económicos y escándalos sentimentales e incluso políticos. Convertida al catolicismo este hija del león protestante del Norte, no dejó de inquietar por sus opiniones teológicas al mismísimo Papa esta mujer independiente que nunca se resignó a interpretar un papel por coronado que resultara.