DOCUMENTO HISTÓRICO. Halloween, la Samain "sumergida".

28.10.2014 12:54

                 “El año celta comenzaba con Samain (o Samhain en Irlanda, el calendario de Coligny la denomina Trinox Samoni), entre finales de octubre y principios de noviembre. Con ocasión de esta fiesta los celtas encendían hogueras, acompañándolas de cantos festivos y rituales adivinatorios. El fuego era considerado elemento purificador por excelencia, no sólo por cuanto dispensador de luz y de calor; sino también como catalizador de energías positivas.

                “Siendo Samain el verdadero “día de Año Nuevo”, las hogueras sagradas encendidas durante las celebraciones debían extender su influencia benéfica a lo largo del arco de los 12 meses. Samain también tenía profundas vinculaciones con la religión y con el culto de los dioses. Para los irlandeses, en especial, esta fecha marcaba la celebración de una gran batalla entre divinidades que tuvo lugar en el ciclo épico y que correspondía al día de la muerte del mítico héroe Cú Chúlainn.

                “En las celebraciones era decisiva la intervención de los druidas y de los expertos en artes mágicas. Para conocer la suerte que traería el año nuevo, se recurría a las prácticas adivinatorias, aprovechando los momentos propicios para realizar vaticinios. La fiesta de Samain marcaba un claro confín entre dos períodos del año muy diferentes, y era, por tanto, considerada como un “portal” especialmente fácil de atravesar para ponerse en comunicación con lo sobrenatural. Ya que se creía que los espíritus estaban más en consonancia con el invierno que con el verano, Samain era el momento óptimo para establecer contacto con el más allá. Se correspondía con el actual 1 de noviembre, pero puesto que los celtas comenzaban a contar el día a partir de la puesta del sol, la auténtica fiesta comenzaba con la puesta del sol del día anterior; es decir del 31 de octubre. Se consideraba que, con la oscuridad, se desencadenaban las fuerzas mágicas y que era posible ver a duendes y hadas; durante una noche, los espíritus podían volver a sus viejos hogares para calentarse y recrearse de cara al largo invierno. Ritos propiciatorios para el nuevo año, prácticas mágicas y culto a los muertos, por tanto, se fundían en la celebración de una festividad que, sin embargo, no tenía nada de melancólico ni de lúgubre. Es más, la de Samain era la noche más larga y alegre del año. Se trataba de una fiesta de paz y de amistad, convertida hoy en la fiesta de Halloween, la noche de las brujas.”

                        

    Elena PERCIVALDI, Atlas ilustrado de los celtas. Una civilización europea, Madrid, 2005, Susaeta ediciones, pp. 70-71.

    Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.