27.07.2015 00:02
“Entre tanto, su ejército padecía de toda clase de penurias: no obtenían nada del país, ninguna subsistencia para hombres y caballos, y ni siquiera por dinero les daban nada. Ruegos, amenazas, ejecuciones, todo fue perfectamente inútil; no había un solo castellano que no se creyera deshonrado por venderles la menor cosa o por dejarlo de manera que lo pudieran coger. Así fue como aquellos pueblos magníficos, sin más socorro posible que el de su bravura y su fidelidad se sostuvieron en medio de sus enemigos, cuyo ejército hicieron perecer, rehaciendo al mismo tiempo, a fuerza de prodigios inconcebibles, uno nuevo y perfectamente equipado y provisto, y volviendo a poner, ellos solos y por segunda vez, la corona en la cabeza de su rey, con una gloria que nunca tuvo ejemplo en todos los demás pueblos de Europa: tan cierto es que nada se parece a la fuerza que se encuentra en el corazón de una nación para el socorro y restablecimiento de sus reyes.”
El texto refiere la situación en Castilla en septiembre de 1710, cuando el archiduque consiguió entrar temporalmente en Madrid al frente de tropas inglesas, holandesas, portuguesas y de sus partidarios españoles.
Duque de Saint-Simon, Memorias. Traducción y prólogo de Consuelo Berges, Ediciones Orbis-Editorial Origen, Barcelona, 1982, p. 142.
Selección de Gabriel Peris Fernández.
