DRAKE ATACA LA PENÍNSULA IBÉRICA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

29.01.2016 06:46

                

                La guerra entre España e Inglaterra se declaró oficialmente en 1585 tras años de hostilidad más o menos abierta. El entendimiento entre ambas terminó quebrándose a la largo de la segunda mitad del siglo XVI más allá de por razones religiosas. Los historiadores contemporáneos han privilegiado en sus estudios la rivalidad comercial hispano-inglesa. Al intento de monopolizar de forma efectiva el comercio indiano de los españoles se opuso la voluntad de transgresión de los ingleses. En 1580 la monarquía de Felipe II, además, consiguió unir a sus dominios Portugal y su extenso imperio ultramarino.

                El poder militar español se mostraba activo en los Países Bajos y la Inglaterra de Isabel I apoyó a los insurrectos que formarían las Provincias Unidas y lanzó una serie de expediciones navales contra los dominios españoles. Francis Drake comandaría algunas de las más importantes campañas por mar contra España.

                

                En 1587 atacaría con éxito parte de la Gran Armada anclada en Cádiz. Temió la llegada de naves procedentes de Cartagena y tomó posiciones en el cabo de San Vicente. Desembarcó en Sagres unos mil hombres, que tomaron su castillo. Más tarde se dirigió contra Lisboa, donde las galeras del marqués de Santa Cruz no salieron imprudentemente del estuario del Tajo ante el hostigamiento enemigo. La campaña se proponía entorpecer el ataque español contra Inglaterra, pero podía haber acabado peor para Felipe II.

                Tras el fracaso de una Armada que tuvo finalmente poco de invencible en 1588, los estrategas ingleses se envalentonaron y al año siguiente se propusieron grandes designios. Se quiso aniquilar los vestigios de aquélla en Santander y La Coruña, la captura de la Lisboa (lo que animaría la rebelión antiespañola a favor del prior de Crato) y atacar las estratégicas Azores.

                Drake condujo la flota inglesa contra la Península. Sus fuerzas llegaron a tomar la ciudad baja coruñesa, pero sus habitantes reaccionaron con energía y derrotaron a los ingleses. En la defensa descolló María Pita. Ante el fracaso, Drake no se dirigió hacia Santander, sino a Lisboa.

                

                Allí desplegó sus naves en el Tajo y atacó de flanco con sus tropas. Sin embargo, el calor azotó a un ejército diezmado, incapaz de superar las murallas lisboetas. La causa de Felipe II tampoco fue puesta en entredicho por sus habitantes y la armada inglesa no se mostró muy activa al respecto.  El saqueo de las embarcaciones cargadas de grano no compensó el rechazo de los ingleses en los alrededores de la capital portuguesa. Drake ordenó zarpar y a su retorno el saqueo de Vigo fue una pobre compensación de su fracaso, que vino a demostrar que a los ingleses les resultaba tan difícil atacar la Península como a los españoles las islas Británicas. La guerra terminó siendo larga y agotadora para ambas partes contendientes.