EL AISLAMIENTO JAPONÉS (1641 - 1853). Por Víctor Hernández Ochando

02.09.2014 10:20

    Los años comprendidos en Japón entre 1603 y 1867 corresponden al gobierno de la dinastía Tokugawa, durante el cual una serie de shoguns de tal familia en nombre del emperador mantuvieron al país libre de guerras y de la influencia extranjera.

    La paz y la prosperidad permitieron que la población y la economía japonesa explosionaran. Al cabo de un siglo del final de las guerras, la población se duplicó, y las ciudades crecieron con más rapidez aún, hasta el punto de que Edo (actual Tokio) se convirtió en 1720 en la ciudad más poblada del mundo.

    A lo largo y ancho de Japón, la paz y un gobierno centralizado fuerte contribuyó a producir una expansión del comercio interior de Japón. Pero el comercio japonés con el resto del mundo quedó reducido prácticamente a la nada.

    Los navegantes portugueses, concentrados en el comercio y la conquista, llegaron a Japón en 1543. Aquellos primeros visitantes europeos de Japón fueron solo un par de marineros naufragados, pero produjeron cambios perturbadores al introducir las armas de fuego, y las transformaciones fueron aún mayores cuando fueron seguidos seis años después por misioneros católicos. Ciento de miles de japoneses, entre ellos no pocos daimyos, acabaron convertidos al cristianismo.  

    Por desgracia, los misioneros jesuitas y franciscanos rivalizaban entre sí y empezaron a competir y se difundieron rumores de que los monjes estaban tratando de cristianizar Japón como preludio para que Europa se apoderara de ella.

    En 1597 Toyotomi Hideyoshi crucificó al primer grupo de 26 mártires cristianos. Cuando los daimyos cristianos trataron entonces de sobornar o asesinar a los funcionarios del gobierno, el shogun Tokugawa Ieyasu concluyó que los europeos y el cristianismo representaban una amenaza para la estabilidad del shogunato y de Japón.

    En 1614 Ieyasu prohibió el cristianismo, y comenzó a torturar y ejecutar a los misioneros y a aquellos conversos que se negaran a renegar de su religión. En 1635, otro shogun llegó más lejos al prohibir incluso que los japoneses viajaran al extranjero y que los barcos japoneses abandonaran las aguas costeras de Japón. Cuatro años más tarde se expulsó a todos los portugueses que quedaban.

    Inmediatamente después, Japón inauguró un periodo que se prolongó más de dos siglos, en el cual se cerró al resto al resto del mundo por razones que reflejan mejor sus planes en relación con China y Corea que su defensa ante Europa. El único comercio exterior que se autorizaba era con los coreanos de la isla de Tsushima, al sur, y con la población aborigen ainu de la isla de Hokkaido al norte, que entonces no formaba parte todavía de Japón. Aparte de estos contactos, ni siquiera mantuvo relaciones diplomáticas apreciables con el exterior, ni siquiera con China. Tampoco trató Japón de hacer conquistas en el exterior tras las dos tentativas fallidas de Hideyoshi de invadir Corea en la década de 1590. Sólo se permitió un cierto intercambio con los holandeses en Nagasaki.

    Durante esos siglos de relativo aislamiento, Japón consiguió satisfacer la mayor parte de sus necesidades por sí solo, y concretamente fue autosuficiente por completo en lo que se refería a alimentos, madera y la mayor parte de los metales. Las importaciones estaban estrecha limitadas al azúcar, madera, la seda china y pieles para hacer cuero (Japón criaba poco ganado), y al plomo y salitre para fabricar pólvora. Incluso el volumen de estas disminuyó con el tiempo a medida que la producción de seda y azúcar aumentaba, y el uso de las armas de fuego acabó restringiéndose hasta quedar casi prohibidas.

    Esta notable condición de autosuficiencia y aislamiento voluntario se prolongó hasta que una escuadra estadounidense bajo el mando del comodoro Matthew Perry llegó en 1853 para exigir que Japón abriera sus puertos a fin de abastecer de combustible y provisiones a los buques mercantes y balleneros estadounidenses.

    Cuando quedó claro que el shogunato de Tokugawa ya no podía seguir protegiendo a Japón de los bárbaros armados con cañones, se vino abajo en 1868 y Japón inició una transformación con asombrosa rapidez para dejar de ser una sociedad semifuedal aislada y convertirse en un Estado moderno.

Decapitación del agustino beato Hernando de Ayala el 1 de julio de 1617. Óleo sobre lienzo de J. Cellino. Roma 1925.

 

Bibliografía: Jared Diamond "Colapso: Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen" Editorial Debate, 2006. Segunda parte: Sociedades del pasado. Capítulo 9: Senderos opuestos hacia el éxito. Páginas 339 - 341.