EL ARRAIGO DE LA ROMANIZACIÓN EN HISPANIA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

20.07.2025 11:48

              

               A mediados del siglo II las instituciones, costumbres y usos romanos ya se habían extendido y arraigado por una buena parte del imperio que las legiones habían ido conquistando a lo largo del tiempo. En Hispania ya quedaban lejanos los días de los enfrentamientos entre cartagineses y romanos, cuando los iberos tuvieron que tomar partido en una auténtica pugna mediterránea. Desde finales de la República, las poblaciones sometidas habían ido cambiando su modo de vida y los romanos habían fundado núcleos urbanos como Barcino, una colonia establecida por orden de Octavio Augusto entre el 15 y el 10 antes de Jesucristo con legionarios veteranos de las guerras cántabras, colonos itálicos y libertos de la Narbonense. Al igual que gran parte de los ciudadanos de Hispania, fueron adscritos a la tribu rústica romana Galeria.

               Uno de sus hijos más célebres fue Lucio Minicio Nadal Quadronio Vero Junior, hijo de Lucio, que alcanzó la categoría de senador. Entre el 154 y el 155 dejó constancia de una donación muy particular a su Barcino, en la que figuran también las circunstancias de su nombradía. Destacado corredor de cuadrigas, también fue un destacado servidor del orden imperial.

               El propio Estado romano le ofreció los medios de su promoción, en el servicio en la administración y en el ejército. Fue primero procónsul en la provincia de África, luego legado o asesor en la misma demarcación y finalmente procónsul de la diócesis (gobernador de distrito) de Cartago. Sirvió en la Legión VI Victoriosa en Britania, y en las fronteras del Danubio en la I Auxiliadora, la XI Claudia y en la XIV Gemela. Por otra parte, la vinculación a la persona del emperador se hizo visible a través de la intervención en las comisiones de seviros o libertos dedicados al culto imperial.

               Su Barcino natal acreditó su triunfo. Con una fortuna mínima como senador de un millón de sestercios, destinó el cinco por ciento de cien mil (la suma mínima exigida para ser decurión) para asegurar que todos los años se hiciera un donativo en conmemoración del día de su nacimiento, en el mes de febrero. Se entregaría a cada decurión dieciséis sestercios y doce a cada seviro. De sobrar, el resto se distribuiría de manera proporcional entre los presentes. Su vida refleja el arraigo de la romanización en Hispania, particularmente entre sus grupos dirigentes.

               Fuentes.             

               Rafael Domingo (coordinador), Textos de Derecho Romano, Cizur Menor (Navarra), 2002.