EL EJÉRCITO ANGLOSAJÓN QUE SE MIDIÓ CON LOS VIKINGOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El paso de la Edad Antigua a la Media, que los humanistas marcaron a fuego con la caída liresaltándose más los elementos de continuidad con el Bajo Imperio. Si en su momento Pirenne postuló la expansión musulmana como el verdadero arranque de la Edad Media, historiadores como Bonnassie han defendido más recientemente que hasta la revolución feudal del año Mil perduraron con vigor en las tierras cristianas elementos antiguos como la esclavitud o la autoridad pública de algunos gobernantes, al modo de Carlomagno. Asimismo, los vikingos han sido considerados por varios autores los destructores del viejo orden en Gran Bretaña e Irlanda.
De esta manera, no resulta extraño que monarcas como los de la anglosajona Wessex conservaran el sentido de la autoridad pública, exigiendo la prestación de deberes militares a sus súbditos. Ya en el 440 el emperador Valentiniano había ordenado a unos ciudadanos romanos hasta entonces exentos de servicios militares la defensa de su ciudad en caso de alarma. En esta línea, los reyes merovingios coetáneos de los anglosajones obligaron a todos los adultos, con inclusión de pobres y dependientes de la Iglesia, a combatir en la defensa del territorio. A inicios del siglo VIII, las leyes de Ine lo exigieron a todos los varones libres del reino de Wessex. Cada uno debía acudir en campaña con sus armas y provisiones. La duración de las operaciones militares era por fuerza breve, lo que no evitaba su dureza. Así se alzó el fyrd, la fuerza militar de una demarcación o condado.
Las guerras con los vikingos pusieron a prueba el sistema, reformado por Alfredo el Grande en el último tercio del siglo IX. A las tropas de infantería de campesinos se incorporaron unidades de infantería montada, capaces de combatir a pie llegada la situación. Estas últimas se compusieron mayoritariamente de nobles obligados a prestar leal servicio al monarca a cambio de la concesión de determinados bienes.
Para detener la movilidad de las fuerzas vikingas y afirmar el control del disputado territorio, el mismo Alfredo ordenó la fundación de puntos urbanos fortificados en Wessex, los burhs. Se llegaron a establecer unos treinta y tres, mantenidos con las contribuciones públicas. Cada señor contribuyó con hombres y armas en función de la extensión de sus tierras, tasadas en hides o unidades básicas de explotación de una familia campesina. Cinco hides proporcionaron un soldado bien armado. Asimismo, un varón de cada hide ayudaba a construir el burh y a custodiarlo, tareas que terminarían también correspondiendo a sus habitantes. En consonancia, el mantenimiento del importante burh de Winchester requirió la asignación de un hidage de 2.400 hides. La combinación de autoridad real y compulsión pública rindieron sus frutos contra los vikingos.
Para saber más.
James Campbell, The Anglo-Saxon State, Hambledon, 2000.