EL EXILIADO REY ALFONSO EN EL TOLEDO MUSULMÁN.

26.01.2022 15:44

               

                “El rey de Toledo, después de prestarse mutuo juramento de fidelidad, tomó las oportunas garantías y ordenó levantar para el rey Alfonso una morada apropiada dentro de los propios alcázares reales, con objeto de que dicho rey pudiera hallarse más cómodo en compañía de sus cristianos lejos del estrépito de la ciudad. Estas nuevas instalaciones se hallaban precisamente junto a un jardín, lo que le permitía a Alfonso recrearse a través del mismo siempre que así los quisiera. A éste le acompañaban los tres hermanos Ansúrez, Pedro, Gonzalo y Fernando, a quienes había puesto Urraca para su custodia y consejo. Y Al-Mamun halló en Alfonso tantas virtudes que lo amaba casi como a un hijo. Y aquél por su parte, libró con gran provecho batallas contra los reyes árabes vecinos en defensa de Al-Mamun y durante los períodos de paz se ejercitaba en la caza a través de montes y riberas.

                “En aquel tiempo, por entre la densa arboleda y gracias al frescor de las aguas, la ribera de Teviña abundaba en osos, jabalíes y otras fieras y el propio rey Alfonso, adentrándose aguas arriba, encontró un lugar agradable para él llamado actualmente Brioca. Agradóle, pues, al rey Alfonso el cerro y la amenidad de aquel lugar, así como la abundancia de caza. Y una vez retornado a Toledo, obtuvo del rey Al-Mamun la concesión de dicho lugar y allí se trasladó con cazadores y monteros, teniendo dicho lugar bajo su jurisdicción. Instaló también allí a un puñado de cristianos conocedores del oficio de la caza y del uso del arco. Tal situación se prolongó hasta la época de Juan III, arzobispo de Toledo, que incrementó el número de habitantes de aquel lugar y repobló la aldea de la parroquia de San Pedro, casi un suburbio de la ciudad.

                “Un día Alfonso bajo con Al-Mamun al jardín para pasear y a su alrededor se sentó un grupo de árabes y, contemplando de cerca la ciudad, empezó a pensar con más detenimiento de qué manera podría ser recuperada una ciudad tan importante para los cristianos. Fatigados por haber permanecido sentados tanto tiempo, dieron un largo paseo a lo largo del jardín y al término del mismo el rey Alfonso se recostó bajo un árbol para descansar y, mientras éste simulaba dormir, Al-Mamun platicaba con los suyos sobre la posibilidad de que una ciudad tan bien fortificada pudiese ser conquistada por algún medio; uno de aquellos árabes le respondió de esta manera: “Si durante siete años a esta ciudad se le priva de cereales y vino, por falta de vituallas podría ser conquistada”. Alfonso, habiendo oído esto, lo guardó en lo más íntimo de su corazón.

                “Otro día, hallándose de nuevo Alfonso sentado al lado de Al-Mamun para descansar, comenzaron a erizársele los pelos de la cabeza. Intentaba Al-Mamun aplastárselos con su propia mano, pero los cabellos de Alfonso tanto más se levantaban cuanto más eran oprimidos. Al advertir los sabios árabes esto, persuadieron al rey de que matase a Alfonso porque este suceso significaba, en su opinión, que aquél habría de rebelarse algún día para dominar la ciudad. Al-mamun, sin embargo, no quiso violar el pacto de fidelidad, pero le pidió a Alfonso que jurara que mientras él viviese no atacaría sus territorios, juramento que el rey Alfonso prestó de buen grado.”

                Rodrigo JIMÉNEZ DE RADA, Historia de rebus Hispaniae sive Historia gothica. Edición de Antonio Alberte, Valencia, 1968.

                Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.