EL KANATO MONGOL DE PERSIA. Por Verónica López Subirats.

26.06.2015 00:25

                Los mongoles, los tártaros de nuestros relatos antiguos, remodelaron con sus fulgurantes campañas militares la geografía política del Asia del siglo XIII. Llegaron a dominar países de cultura milenaria, como Persia.

                                        

                Allí se impuso un kanato o janato inicialmente subordinado (Il) al principal entre el 1256 y el 1335. La conquista fue muy dura y los mongoles tuvieron que emplearse a fondo haciendo uso de importantes máquinas de guerra e incluso de la pólvora originaria de China para abatir las defensas enemigas. Fue su primer gobernante Hulagu Kan, el nieto de Gengis Kan, que conquistó la califal Bagdad. Participó en los conflictos entre los musulmanes y los cruzados, recibiendo proposiciones de Luis IX de Francia. En vano creyeron algunos cristianos que iba a ser el esperado aliado que vencería finalmente a los musulmanes, pues hacia el 1300 los kanes persas abrazaron el Islam, abandonando sus tradicionales creencias de los chamanes.

                          

                El ejército de 10.000 hombres organizado por los mongoles a partir de los grupos tribales, capaz de someter Persia, no sólo requería una férrea disciplina, sino también ingentes recursos. Tradicionalmente los historiadores han juzgado en tonos muy severos a los conquistadores mongoles, quebrantadores de la economía agraria persa en beneficio de la ganadería, lo que arruinó gravemente a muchas ciudades. Ahora bien, la necesidad de dinero determinó que los nuevos amos concedieran el poder territorial a los potentados locales a cambio de su inestimable colaboración en la recaudación de impuestos.

                Quebrantar la agricultura no estuvo entre sus objetivos, pues. Es más, intentaron por todos los medios promocionar las comunicaciones y el comercio a lo largo de unas tierras de antiguas rutas mercantiles, protegiendo a los viajeros y cuidando del sistema de caminos y postas. El desarrollo del comercio tuvo efectos positivos sobre la agricultura y la artesanía ciudadana pasado el duro período de la conquista.

                A finales del siglo XIII los kanes persas mantenían un elaborado boato cortesano, digno de los soberanos orientales, y unas complejas fuerzas armadas, que requerían grandes cantidades de dinero. Los tributos comenzaron a resultar excesivos y la tesorería dejó de ingresar las cantidades a las que se había acostumbrado. La carencia de metales preciosos animó la acuñación de billetes, siguiendo la experiencia china, lo que no dejó de provocar presiones inflacionistas, sin rendir la deseada tesaurización de oro y plata. Estallaron disturbios contra el papel moneda y el historiador persa Rashid ud-din expresó sin ambages la ruina de ciudades como Basora.

                Fue en este momento de crisis cuando se produjo la conversión al Islam, suní al comienzo para más tarde inclinarse por el mayoritario chiismo de los persas. Se erigieron y dotaron importantes monumentos y fundaciones piadosas, lo que contribuyó a la cultura del país notablemente. Se ha venido sosteniendo que la conquista mongola inclinó a los horrorizados persas a la vida contemplativa, aunque ello no deja de ser una simplificación.

                Pese a todos estos esfuerzos, el sistema estaba tocado de muerte. Los intereses locales eran demasiado poderosos en un Estado de gran extensión y de notable complejidad cultural y tribal. Las rivalidades de linaje y familiares corroyeron la vida pública hasta abocar en un reguero de guerras civiles de kanes fantasmagóricos y personajes ambiciosos que tentaron las apetencias de sus vecinos, como los kanes de la Horda de Oro, hasta que la Persia mongola se convirtió en un recuerdo histórico, hoy en día cada vez más valorado como uno de los grandes episodios del pasado de Irán.