EL LEVANTAMIENTO DE LA ALTA AUSTRIA (1626). Por Víctor Manuel Galán Tendero.

21.04.2023 15:41

               

                El siglo XVII fue un tiempo de grandes dificultades en Europa, especialmente durante la intensa guerra de los Treinta Años (1618-48), cuando los poderes en liza exigieron un fuerte compromiso ideológico, financiero y humano a sus súbditos. La insurrección fue la respuesta a veces a tales presiones. En la Alta Austria, dominio de los Habsburgo, tuvo lugar un importante levantamiento popular en 1626, la llamada guerra de los campesinos, en la que se pusieron en juego la religión con la protesta socio-política.

                En 1619, el emperador Fernando II había reinstaurado el catolicismo en sus dominios de Estiria, Carintia y Carniola, y deseaba hacerlo también en la Alta Austria. En 1619, los Estados de la Alta Austria se negaron a abandonar el protestantismo e hicieron causa común con los insurgentes de Bohemia. Sin medios económicos y militares suficientes, Fernando II logró la alianza del duque de Baviera Maximiliano I, dirigente de la Liga Católica, a cambio de concederle temporalmente la administración de la Alta Austria.

                Tras conseguir rechazar a las fuerzas bohemias ante Viena el 26 de noviembre de 1619, Fernando II ordenó pasar a la acción a Maximiliano I, cuyo ejército al mando del general Johann Tsercales von Tilly tomó el castillo de Aistersheim y Linz a 4 de agosto de 1620. Según lo prometido, la administración de la Alta Austria fue encomendada al duque de Baviera, que nombró como gobernador a Adam von Herberstorff el 6 de marzo de 1621.

                En octubre de 1624, Fernando II alentó la reimposición del catolicismo. Se expulsó a los predicadores y maestros protestantes, reemplazados por italianos del Tirol que no hablaban el alemán. Acostumbrados ya a seguir en este idioma los oficios religiosos, los naturales se alborotaron. Entre enero y mayo de 1625, algunos sacerdotes católicos fueron apedreados y expulsados por los campesinos de localidades como Frankenburg am Hausruck.

                Allí, el gobernador von Herberstorff ordenó ahorcar a diecisiete presuntos cabecillas, escogidos por el juego de los dados. Pasado un año, en mayo de 1626, se tuvo que enfrentar a un levantamiento mucho mayor.

                Lo organizaron personas como el campesino y sombrerero Stefan Fadinger y su cuñado el posadero Christoph Zeller, que mandaron la recluta de un hombre por cada granja y por cada domicilio urbano. Deseaban el final de la tutela bávara y el retorno del gobierno directo al emperador Fernando II.

                El levantamiento estalló prematuramente cuando unos soldados bávaros robaron un caballo de un campesino de Lembach. Coincidiendo con una peregrinación, muchos tomaron parte en el ataque a las tropas bávaras, al que se sumaron Fadinger y Zeller. El 21 de mayo de 1626 se alzaron con una importante victoria.

                Pretendieron la capitulación de Linz, mientras Freistadt fue asediada por unos cinco mil campesinos dirigidos por un noble. Se emprendieron importantes obras de asedio, que dieron como resultado su rendición a fines de junio. Sin embargo, un confiado Fadinger murió ante Linz de resultas de un disparo.

                Fernando II hizo oídos sordos a las peticiones de las delegaciones campesinas, mientras nuevas fuerzas bávaras irrumpieron por el Danubio. Zeller también cayó en los combates y Linz no fue tomada por los insurgentes.

                Al frente de David Spat, todavía plantaron cara a las fuerzas enemigas, que consiguieron vencer a comienzos del invierno de 1626. A los ajusticiamientos, se sumó el mantenimiento de 12.000 soldados bávaros de ocupación y el pago por la destrucción del monasterio de Schlägler.

               Para saber más.

                Georg Heillingsetzer, Der oberösterreichische Bauerkrieg 1626, Viena, 1976.