EL MILANESADO DE TIEMPOS DE CARLOS II. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

14.08.2023 11:14

 

                Tras la paz de los Pirineos entre España y Francia (1659), el Milanesado pudo zafarse de la embestida de Luis XIV en 1667. Al año siguiente, el embajador del consejo general de Milán planteó en la corte de Madrid la disminución de los tributos. Las autoridades españolas no se mostraron conformes y la tensión con la aristocracia lombarda fue en aumento. La guerra de 1672-8 contra Francia no afectó al territorio milanés, pero supuso la exigencia de más dinero y de más soldados.

                Con una Francia victoriosa y fortalecida en Europa, España tuvo dificultades en Italia entre 1678 y 1681. Luis XIV hizo acuerdos con el duque de Mantua, el gran duque de Toscana y Venecia, y en 1681 logró Casale, mientras los españoles no consiguieron articular una coalición anti-francesa en Italia. No deja de ser significativo que las modas francesas se impusieran aquí a las españolas.

                Paralelamente, la agricultura adquirió nuevos bríos desde 1660, con el fortalecimiento de importantes latifundios que empleaban asalariados y temporeros en el cultivo del arroz, la seda y los frutales. Se amplió la red de regadío en consonancia. Los campos comenzaron a recibir la industria que deseaba evitar las normas gremiales de las ciudades. En 1662, el senado milanés declaró lícita la inversión en la industria y en el comercio con la nobleza, cuando el comercio se orientaba hacia los puertos de Génova y Livorno, con importante presencia holandesa e inglesa. La prohibición francesa de 1673 de importar telas de Italia y España tuvo efectos muy limitados, y los productos del Milanesado se vendieron bien en Lyon.

                Aunque la colaboración entre el gobernador y el senado se mantuvo a comienzos del reinado del débil Carlos II, las tensiones aumentaron desde 1671. Se intentó acrecentar el poder del gobernador frente a la oligarquía milanesa. No obstante, se intentó aliviar el descontento no aumentando en exceso los impuestos y poniendo a la venta los cada vez más contados bienes de la corona para obtener dinero. Muchos oligarcas se aprovecharon de ello y algunos llegaron a escudarse tras las inmunidades eclesiásticas. Sin embargo, los antiguos señores feudales no consiguieron defender en 1684 viejos derechos jurisdiccionales frente a la autoridad real.

                Las relaciones entre los gobernadores y los arzobispos tampoco fueron fáciles. Cuando en 1675 el arzobispo Alfonso Litta marchó a Roma para resolver unas disputas jurisdiccionales, la sede fue ocupada por el tesorero real. El arzobispado, en consecuencia, quedó vacante hasta 1682. La misma situación se dio en 1693-96 y en 1699-1701.

                Al igual que en otros dominios de la Monarquía hispana, en el Milanesado se formaron sendos partidos pro-austríacos y pro-franceses a la espera de la muerte de Carlos II sin hijos. El primero ganó predicamento tras el fracasado asedio otomano de Viena (1683). La tensión entre la monarquía francesa y española no cedió a finales del siglo XVII. La tradicional aliada de los españoles, Génova, fue bombardeada por los franceses en 1684 y sometida a su dictado al año siguiente. Durante la guerra de la Liga de Augsburgo, irrumpieron en Piamonte en 1688-89 y en 1696 el duque de Saboya Víctor Amadeo se alió con Luis XIV. Sin embargo, la Lombardía no padeció la temida invasión, ya que la guerra se libró con mayor intensidad en Navarra y Cataluña.

                La paz de Ryswick (1697) comportó un apaciguamiento muy transitorio, que se rompió a la muerte de Carlos II en 1700. La guerra de Sucesión daría pie al final del dominio español del Milanesado, cuando en 1706 las fuerzas imperiales de Eugenio de Saboya vencieron a sus rivales.

                Para saber más.

                Tito Livraghi, Milano. La città e la sua storia, Milán, 2019.