EL MITO DE UNA BATALLA AL SERVICIO DE LA POLÍTICA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

22.11.2025 10:09

              

               La batalla de Roncesvalles (778) dio pie desde la Edad Media a notables mitificaciones, como la de intervención del no menos mítico caballero Bernardo del Carpio. En la Estoria de España se ofrece una curiosísima versión, que es digna de comentario.  

               La precisión cronológica con la que se inicia el relato pretende aportar veracidad historiográfica:

               “Andados veintisiete años del reinado de don Alfonso el Casto, que fue en la era de 844, cuando andaba el año de la Encarnación de 806 y el del imperio de Carlos en el doce, el rey don Alfonso,”

               La ancianidad del rey de Asturias coincidía con la plenitud del emperador Carlomagno, como el senecto Sancho VII de Navarra que concertó en 1231 los pactos de prohijamiento con el joven Jaime I de Aragón. Carlomagno es presentado con la titulación de emperador de romanos y alemanes y como un denodado combatiente contra los musulmanes.

               “al ver que era viejo y de muchos días, envió un emisario discretamente a Carlos, emperador de los romanos y alemanes y rey de los franceses. Como él no tenía hijos, si deseara venir a ayudar contra los moros, que le daría el reino. El emperador además estaba en guerra con los moros, pues habían conquistado España, pasado los montes Pirineos y ganaron Provenza, Burdeos, Poitiers y gran parte de Francia, y conquistaron toda Aquitania excepto muy poco. Mas el emperador los fue echando de la tierra y empujándolos, de manera que les ganó más allá de los montes Pirineos en Celtiberia una tierra que llaman Cataluña, que era de los godos de España. Y dice don Lucas de Tuy que ganó además en esta ocasión Gascuña y Navarra.”

                Se resaltan los aspectos diplomáticos alrededor de los emisarios, con unas verdaderas relaciones internacionales en ciernes. La decisión personal del monarca no es aceptada por sus ricos hombres, que además no deseaban la sumisión a los franceses. Tanto cómo alzaban su voz en la corte real y como rechazaban el régimen francés, tal pasaje parece inspirarse en la realidad de la Navarra de fines del siglo XIII  (las de la guerra de la Navarrería de 1276), complicándose la trama con las circunstancias personales de Bernardo del Carpio.

               “Y pese a que tenía mucho que hacer en aquella tierra con los moros, prometió a los emisarios del rey don Alfonso que le ayudaría. Cuando los emisarios retornaron ante el rey, y los ricos hombres supieron el hecho, les pesó mucho y aconsejaron al rey que revocase lo que le enviara decir al emperador. De lo contrario, lo echarían del reino y escogerían otro señor, pues más querían morir libres que ser tan mal andantes en servidumbre de los franceses. Y el que más fuerte y más recio se mostró en esta cosa fue su sobrino Bernardo, a pesar que desconocía cómo el rey prendiera a su padre, que no lo osaba decir nadie.”

               La ruptura entre el rey y el emperador se hace inevitable. Curiosamente, Bernardo recurre a un aliado musulmán, como los ricos hombres que se acogían a Granada.

               “Y aunque le pesó mucho al rey, lo hizo y envió después a sus emisarios al emperador, revocándole lo prometido. Carlos, cuando lo oyó, estalló en ira contra el rey porque le mintiera y se desdecía, amenazándole fuertemente. Y aún dice don Lucas de Tuy que le envió su carta en que le decía que se sometiese a su señorío y fuese su vasallo. Bernardo, cuando lo oyó, se enojó mucho y con el pesar que tuvo tomó una gran partida de la caballería del rey y se dirigió a un moro de nombre Marsil, que era rey de Zaragoza, con quien tenía guerra el rey Carlos, para ayudarle contra él.”

               La campaña de Carlomagno parece recordar la de Felipe III de Francia, hermano de Carlos de Valois, contra Pedro III de Aragón.

               “El rey Carlos dejó entonces de guerrear a los moros y enderezó su hueste contra esos pocos españoles que se mantenían firmes. Y dice don Lucas de Tuy que en llegando cercó Tudela y la hubiera tomado si no fuere por la traición que le hizo un conde de su compañía, llamado Galarón, que era de consejo de los moros. Entonces él se marchó de allí y se dirigió a Nájera y la tomó, y fue al monte llamado Jardino que se encontraba bien poblado y lo tomó, y dejó sus guarniciones en la tierra y marchó contra España.”

               Se inserta el mito del origen de la Reconquista aquí, aplicándolo contra las fuerzas de Carlomagno. Alrededor de los resistentes se unieron gentes de Asturias, Álava, Vizcaya, Navarra y Aragón en una verdadera coalición hispana contra los franceses.

               “Y cuando llegó a las montañas de España donde moraban unos pocos cristianos que escaparon de la espada de los moros, con el gran miedo y gran espanto que tuvieron del emperador, pidieron merced a Dios llorando, que los defendiera de él, porque no pensaban vivir más: lo uno porque eran pocos y castigados por la destrucción de los moros, y lo otro porque iba contra ellos un gran señor tan poderoso como aquél. Mas cuando lo supieron en Asturias, en Álava y en Vizcaya, en Navarra y en Ruconia -esta es Gascuña- y en Aragón, dijeron todos de un corazón que más querían morir que no entrar en servidumbre de franceses. Y se unieron todos alrededor del rey don Alfonso, y salieron contra el emperador Carlos.”

               Las maniobras de las fuerzas de Carlomagno por las montañas parecen recordar las previas a la batalla de las Navas de Tolosa.

               “El emperador dejó una partida de su hueste al pie de los montes Pirineos, que son los de Roncesvalles, que guardasen la zaga; y él se fue por un valle que hoy en día es llamado el valle de Carlos, y guió por allí su hueste, porque era la subida más llana de todos los montes Pirineos; y subieron así sus haces dispuestas hasta la cima del puerto. Y en las primeras haces venía Roldán, que era el adelantado de Bretaña, y el conde Anselmo, y Guiralte, adelantado de la mesa de Carlos, y otros muchos ricos y poderosos hombres. El rey don Alfonso de la otra parte con  los pueblos que dijimos llegó allí hacia ellos asimismo. En todo esto Marsil, rey de Zaragoza preparó su gran hueste con cuantos moros y navarros estaban con él; y llegaron allí entonces él y Bernardo  en uno contra el emperador Carlos, y se reunieron todos.”

               La fe cristiana, el temor de Dios, no resulta incompatible con la alianza con los musulmanes contra el enemigo francés. La batalla le cuesta la vida a relevantes caballeros franceses.

               “Y Bernardo encajó en aquella hora el temor de Dios, e hirió en uno con los moros a los franceses. Y el rey don Alfonso de su parte, con aquellos que con él se encontraban, entró en la hazaña; y se revolvieron los unos contra los otros, y fue la hazaña muy fuerte y muy herida además, y murieron allí muchos de cada parte. Mas al cabo venció el rey don Alfonso con ayuda de Dios. Y dice don Lucas de Tuy que murieron en aquella batalla don Roldán, y el conde Anselmo, y Guiralte el de la mesa del emperador, y otros muchos de los altos hombres de Francia.”

               La derrota es comparable a la del Coll de Panissars (del 30 de septiembre al 1 de octubre de 1285). Carlomagno se retira para intentar volver con mayores fuerzas. La amenaza se mantiene en pie.

               “Y todo esto acudía aún Carlos por el valle que dijimos, y cuando vio venir a los suyos huyendo de la montaña abajo, hizo sonar una bocina que traía. Y algunos de los suyos que huían y erraban se acogieron a él al sonido de la bocina, e incluso también los que guardaban la zaga, por miedo de Bernardo y de Marsil, pues escucharon que venían por el puerto de Aspa y de Secola para herirlos. Pero dice el arzobispo don Rodrigo que Bernardo siempre estuvo en la delantera, donde los franceses fueron vencidos como dijimos. Mas son Lucas de Tuy dice que en la zaga lo hirieron a él y a Marsil.

               “Carlos, cuando vio su hueste desbaratada, los unos muertos, los otros heridos y huidos, y toda su gente desacordada, y que los españoles tenían el puerto, y no podría llegar contra ellos sin muy gran daño, con pesar y quebranto de la gente que perdiera, se volvió hacia Germania para prepararse otra vez para venir a España.”

               El reinado de Sancho IV de Castilla se inició en 1284, tras unos años de fuertes disputas con su padre Alfonso X, que en principio se inclinó por transmitir la autoridad real a los hijos del infante don Fernando de la Cerda. Es importante destacar que los llamados infantes de la Cerda contaron con el apoyo de Felipe III de Francia. Aunque en 1288 Alfonso III de Aragón hizo proclamar rey de Castilla a don Alfonso de la Cerda en Jaca, su hermano Pedro III intentó llevarse bien al comienzo con su sobrino Sancho IV, acuciado por la hostilidad francesa. Tal intento de concordia entre aragoneses y castellanos frente a los franceses quedó reflejado de manera idealizada, años después, en la Crónica de Ramón Muntaner:

               “El rey de Castilla respondió:

               “-Tío y señor: todo esto que me acabáis de contar me consta por cierto que así es. Entre otras cosas es por esto que requerí vuestra visita; he oído decir que le habéis mandado mensajes, y estoy convencido de que los mensajeros os traerán noticias de guerra; y yo, tío y señor, os prometo, por los convenios que existen entre vos y yo, y que además, desde ahora, os confirmo con juramento y homenaje de boca y de manos, que yo no os fallaré ni de mi persona ni de nuestra tierra, y que me tendréis en vuestra ayuda con todo mi poder, contra todas las personas del mundo. De manera que cuando vuestros mensajeros hayan vuelto hacednos saber qué es lo que os han traído; y si os traen la guerra, preparémonos, pues me parece que entre vos y nos, y el rey de Mallorca y el rey de Portugal, nos podremos defender de ellos, e incluso creo que si lo emprendemos con coraje, les podremos quitar Navarra enseguida, y más, más adelante. De modo que, tío y señor, confortaos y estad alegre y satisfecho.

               “Sin duda él decía verdad, pues si estos cuatro reyes de España que él nombró y que son en una misma carne y una misma sangre, se mantuvieren juntos, poco temieran ni valoraran todo el demás poder de este mundo.”

               El mito histórico de la batalla de Roncesvalles ayudaría a tal política, de modo que su versión en la Estoria de España se terminó de elaborar entre 1284 y 1289.

               Fuentes.

               Primera Crónica General, 619 (El capítulo de la batalla que tuvo el rey don Alfonso con Carlos, rey de Francia, en los puertos de Roncesvalles, y fue vencido Carlos). En Épica medieval española. Edición de Carlos Alvar y Manuel Alvar, Madrid, 1991, pp. 386-388. Adaptación al castellano actual de Víctor Manuel Galán Tendero.

               Ramón Muntaner, Crónica, Madrid, 1970. Traducción al castellano de J. F. Vidal Jové, Capítulo 102, pp. 212-213.