EL NAPOLEÓNICO MATRIMONIO DE LAS ROSAURAS. Por Gabriel Peris Fernández.

10.08.2015 20:52

                En algunos pueblos de la Francia del Antiguo Régimen se acostumbró a ofrecer por sus virtudes una corona de rosas a una chica en edad de merecer, a la que se terminó llamando Rosaura. En algunas localidades se llegó a cambiar la corona por un presente en metálico y Luis XIV estableció que la gratificación consistiera en un anillo de plata ornado.

                El régimen napoleónico reformuló esta tradición y la amoldó a sus intereses. Organizó unas celebraciones para todas las mujeres y jóvenes respetables que contrajeran matrimonio con un militar veterano. La novia sería agraciada con una serie de regalos.

                

                A medida que las guerras del emperador mermaban las quintas de demasiadas regiones y mutilaban a muchos soldados, se pensó en regular el matrimonio de la Rosaura. El decreto imperial del 19 de febrero de 1806 fijó la festividad el primer domingo de diciembre en conmemoración de la coronación de Napoleón y la victoria de Austerlitz. El matrimonio se realizaría siguiendo los nuevos usos civiles. Si la joven tenía que ser notoria por sus virtudes, el varón debería de haber acreditado una conducta militar intachable para recibir la gratificación municipal y la pensión de invalidez.

                Estos enlaces se extendieron a territorios controlados por el imperio francés de una manera más estricta, como la moderna Bélgica, donde se celebraron entre 1807 y 1813 con regularidad en ciudades como Bruselas.

                El enlace de Napoleón con María Luisa de Austria en 1810 y el bautizo de su hijo el rey de Roma en 1811 dieron impulso a estos matrimonios con las gratificaciones acrecentadas. No pocos soldados desmovilizados aprovecharon la oportunidad, aunque los consejos comunales o municipales impusieron unas normas estrictas de concesión.

                Vistas las cosas en perspectiva, el matrimonio de la Rosaura era una solución más aceptable que la adoptada en otras ocasiones. En la Tarragona de 1814 se presentaron ante las autoridades militares un nutrido grupo de viudas de los caídos en el asedio de 1811. Muchas no consiguieron ninguna clase de pensión, sino ser descubiertas como amancebadas con otros. Sobrevivir a la guerra siempre ha sido difícil. Casarse en condiciones también ha sido complejo.