EL PINÁCULO IMPERIAL PARTO. Por José Hernández Zúñiga.

28.04.2015 06:47

                Los ejércitos de Alejandro el Grande conquistaron el Oriente más o menos conocido por los griegos y sus comandantes se disputaron con fiereza el enorme botín de tierras y personas. La dinastía seléucida parecía destinada a proseguir al derribado imperio persa. Sin embargo, su principal punto gravitó en el área sirio-palestina, cuya riqueza se acrecentó bajo su dominio, dejando abierto el Noreste a otras gentes.    

                Las tierras al Sureste del mar Caspio habían formado parte del imperio persa y eran recorridas en el siglo III antes de Jesucristo por la ruta de la seda, el valioso enlace mercantil entre el Mediterráneo y China. Asimismo, fueron el punto de llegada de confederaciones de pueblos nómadas del Asia Central prestas a mejorar su fortuna.

                Los jinetes partos se aprovecharon de la fragilidad de la frontera seléucida para dominarlas. Eran diestros arqueros capaces de disparar sus flechas por sorpresa desde sus monturas. El golpe parto ganó una justa fama.

                El gran fundador del imperio parto, Mitrídates I (171-138 antes de nuestra Era), conquistó junto con su hermano desde Bactriana a Babilonia en el siglo II antes de Jesucristo. Las monarquías helenísticas se encontraban de capa caída y cada vez más atentas a los resultados de las guerras púnicas en el Occidente.

                                         

                Los gobernantes partos adoptaron el ceremonial imperial persa, los usos cancillerescos griegos y la administración territorial de persas y babilonios sin problemas. Supieron adaptarse a los modos del Oriente con naturalidad, al igual que otros nómadas deseosos de regir un extenso territorio capaz de proporcionarles hombres y riquezas.

                El proceso se completó bajo Mitrídates II (124-87) al proclamarse gran rey como los viejos emperadores aqueménidas. Regularizó diplomáticamente sus relaciones con la China imperial, alentando el valor comercial de sus dominios considerablemente. Acuñó moneda con orgullo. A su alrededor se apiñó un grupo de aristócratas guerreros que lo auxiliaron en el gobierno imperial. En los malos tiempos, bajo titulares débiles, se convirtieron en un cáncer. Otras potencias intentaron sacar provecho de su decadencia irremediablemente.