EL POLIÉDRICO CARLOS V.

14.08.2015 22:07

    En los últimos días de este tórrido verano se ha anunciado en los distintos medios de comunicación la finalización del rodaje de la serie televisiva Carlos, Rey Emperador, que parece proseguir la estela de Isabel de dar a conocer entre el gran público español figuras y hechos muy célebres, pero que hoy en día parecen casi olvidados en varios aspectos por razones educativas o de carácter social.

    El emperador don Carlos fue una personalidad de carácter europeo de notable importancia. Su tiempo histórico coincidió con el de la ampliación del horizonte geográfico de los europeos y el de la Reforma. En muchos asuntos coetáneos su decisión tuvo un peso importantísimo. Para valorar su protagonismo histórico hemos propuesto a varios de nuestros colaboradores habituales de HISTORIARUM que nos ofrezcan una semblanza crítica de la personalidad y la obra del César Carlos.

    Gian Franco Bertoldi.

    Carlos fue un príncipe borgoñón que gobernó tierras mediterráneas de gran renombre en la Cristiandad de comienzos del siglo XVI. La cultura renacentista italiana se le ofreció con todas sus seducciones y el dominio de la península de Italia se le antojó como uno de los pilares de su imperio. Sus relaciones con el Pontificado atravesaron momentos de extraordinaria conflictividad. Sus tropas llegaron a saquear Roma en 1527 e impuso su autoridad con gran vigor. Aprovechó la herencia de la Corona de Aragón, revitalizada por las campañas del Gran Capitán, para alcanzar una posición en Italia de la que no gozaban los emperadores germánicos desde Federico II. De hecho tuvo la fortuna de añadir a sus dominios el ducado de Milán.

    Entre sus colaboradores más estrechos estuvo el gran canciller Gattinara, partidario de plantar cara a la Francia de Francisco I. Bajo su cetro Italia no alcanzó nada parecido a su unidad como se insinuaría bajo Napoleón, pues el mundo político e intelectual de Carlos no era el de las naciones, sino el de los reinos y estados dotados de privilegios y leyes particulares que el príncipe estaba obligado a proteger. Quebrantado el equilibrio entre las grandes potencias italianas instalado por la paz de Lodi (1454), la península de los Apeninos y sus apéndices se convirtieron en campo de disputa entre las grandes monarquías modernas. Carlos llevó a su apogeo el sistema imperial de la Edad Media, pero dio paso tras su abdicación a un nuevo tiempo, el de la subordinación italiana no a un imperio cristiano universalista, sino a otro imperio de una potencia extranjera. La inserción de los italianos en la Monarquía hispánica resultó ser tan exitosa a ciertos niveles como compleja y nos avisa en cierta medida de las dificultades y las circunstancias de toda integración europea.

                          

    Víctor Manuel Galán Tendero.

    Indiscutiblemente don Carlos fue un tipo con una personalidad más atractiva en lo humano que la de su hijo Felipe II. Caballeroso, mujeriego, vividor y apasionado, el emperador emprendió numerosos viajes a lo largo de su aventurera vida, dejando en los reinos hispánicos como sus representantes a familiares tan queridos como su esposa Isabel de Portugal o su hijo Felipe. Hubo una época en la que se le consideró en España como un heraldo del europeismo. Bajo su imperio los españoles prosiguieron su misión histórica de combatir a los franceses, los musulmanes y los herejes.

    Lo cierto es que tal misión fue más una creación del pensamiento conservador español de la Restauración al primer franquismo que de los propios españoles de tiempos del emperador. José María Jover analizó con finura una serie de documentos de tiempos de Carlos I en los que salía a relucir la sensación de marginación de castellanos y aragoneses en un imperio más atento a la defensa de Viena que a la de las costas mediterráneas frente a los corsarios de Argel. Los acuerdos con los genoveses también supusieron un amargo trago. Al principio don Carlos no fue bien acogido en los reinos peninsulares. Sus colaboradores y sus ambiciones cosecharon vivas antipatías, que condujeron en Castilla a las Comunidades, notablemente estudiadas por Joseph Pérez. Su derrota sentenció todo control en Cortes y los recursos de Castilla se pusieron a disposición del emperador, con la aquiescencia de muchos magnates, que vieron peligrar su posición ante los comuneros. Las cifras que nos brindó el meritorio estudio de Ramón Carande acreditan la sangría económica que para Castilla supuso el sustento del imperio. En los reinos de Valencia y Mallorca las pretensiones de una mayor justicia social también resultaron vencidas. El brillante Carlos sentó las bases de los aprietos de los españoles bajo sus sucesores.

                            

    Verónica López Subirats.

    Cuando Carlos llegó a Castilla, los castellanos ya estaban conquistando las Indias siguiendo en muchas ocasiones su propia iniciativa. De no haber regido las Españas, las Indias hubieran sido igualmente hispanas. Hernán Cortés, enfrentado con el gobernador de Cuba Velázquez, juzgó útil dirigirse por carta al nuevo señor de Castilla para fortalecer su propia posición. Bien puede decirse que los conquistadores depositaron en sus manos un regalo, el del tesoro indiano, que tanto crédito daría a una Monarquía hispánica con severos problemas de estructura económica.

    Carlos, hombre de conciencia y celoso de su autoridad, escuchó a veces los argumentos de hombres como fray Bartolomé de las Casas, que terminaron traduciéndose en las Leyes de Indias, mal recibidas por muchos de los españoles llegados al Nuevo Mundo, como Gonzalo Pizarro. Desde este punto de vista Carlos contribuyó a que las Indias hispanas no se convirtieran en un mero dominio de saqueo.

                            

    Carmen Pastor Sirvent.

    Al imaginar al emperador Carlos V acuden a nuestra mente los colores de Tiziano, que lo representaron cabalgando hacia el campo de batalla de Mülhberg. El defensor de la Cristiandad que quería enfrentarse a los turcos otomanos tomaba las armas contra los herejes.

    Esta imagen heroica, digna del ambiente de la Contrarreforma, en el fondo no cuadra bien con la personalidad de Carlos. Favorable al erasmismo, se mostró partidario de negociar con los luteranos durante varios años y de reformar la Iglesia católica. Carente de instrumentos de autoridad efectivos dentro del Sacro Imperio, no siempre pudo frenar los enfrentamientos en distintas ciudades y territorios alemanes, en los que la conflictividad social se revistió de mensaje religioso. Las diferencias religiosas en el seno de sus dominios contribuyeron extraordinariamente a su división entre su hermano Fernando y su hijo Felipe tras su abdicación en 1556. A mi juicio, resta en pie una pregunta. ¿Qué hubiera sucedido en Europa si el emperador don Carlos hubiera sido ganado por el luteranismo contra la cautividad babilónica de la Iglesia?