EL SUEÑO COLOMBINO DE LAS CAPITULACIONES DE SANTA FE. Por Carmen Pastor Sirvent.

12.10.2015 10:25

                El 17 de abril de 1492 se firmaron en la villa de Santa Fe de la vega de Granada las célebres Capitulaciones entre don Fernando y doña Isabel y Cristóbal Colón, que a punto había estado de abandonar Castilla como lo hiciera con Portugal al no accederse a sus condiciones. Mucho se ha especulado sobre ello y se ha llegado a atribuir a un supuesto conocimiento previo de las tierras a descubrir, un planteamiento que ya alimentó en el siglo XVI Francisco López de Gómara.

                

                Lo cierto es que en las Capitulaciones los reyes tuvieron que ceder más de lo que hubieran deseado y Cristóbal Colón logró grandes concesiones, anotadas por el secretario Juan de Coloma, que más tarde serían cuestionadas o impugnadas a la menor oportunidad. El autoritarismo regio sufrió mal una autoridad que recordaba la de los magnates de la Baja Edad Media, que tanto habían puesto en jaque a sus antecesores en el trono.

                La superioridad oficial de los reyes se tradujo en la fórmula inicial de las cosas suplicadas a vuestras altezas, que dieron y otorgaron a don Cristóbal de Colón una serie de concesiones en satisfacción de lo que había de descubrir en las mares océanas con la ayuda de Dios. El providencialismo, tan presente en aquel tiempo, también sirvió para recordar el origen divino de la autoridad real, que en caso que las circunstancias (o Dios) no acompañaran a Colón le facultaría para desproveerlo.

                

                Los reyes aprovecharon las Capitulaciones para erigirse en señores de estos mares, convirtiendo un instrumento particular en un elemento de Derecho Internacional, algo muy del gusto de los tiempos señoriales. Como tales, hicieron a Colón su almirante en las islas y tierras firmes que por su esfuerzo descubriera, algo que animaría su interés. Su dignidad sería vitalicia y hereditaria.

                Las prerrogativas de Colón se ajustarían a las del Almirantazgo Mayor de Castilla reconocido a don Alfonso Enríquez, que a su vez se acomodó al de don Diego Hurtado de Mendoza en 1405. De los almirantes del siglo XIII conservaba sus facultades de armar naves, organizar expediciones, cobrar derechos marítimos y de administrar justicia, y de los poderosos nobles del XV su condición de consejero cortesano, a veces poco vinculada con los temas de la mar.

                Por si fuera poco, Colón también fue reconocido como virrey y gobernador general de las islas y tierras firmes descubiertas bajo su mando. Para regirlas y gobernarlas, propondría tres candidatos a cada uno de los oficios, escogiendo los reyes la más idónea. Se trataba del mismo sistema, el del derecho de presentación, que siguieron los reyes para proponer arzobispos y obispos al Papa.

                Entre las mercancías o mercadurías a conseguir se hizo especial hincapié en las piedras preciosas, el oro, la plata y las especias, lo que da buena idea del carácter mercantil y de factoría de la empresa colombina inicialmente. Colón tendría derecho a una décima parte de todo ello.

                También obtendría buenos provechos, ajustándose a lo establecido sobre el Almirantazgo, como juez en los pleitos comerciales y como promotor en el armamento de flotas expedicionarios, logrando la onzava parte de lo conseguido.

                Cristóbal Colón encontró tierra hacia Occidente, pero no se trataba de Asia y posteriormente sus acompañantes reclamaron mayores riquezas y honores. Se hizo trizas el sueño colombino. En 1495 los reyes permitieron a los naturales de sus reinos descubrir nuevas tierras y navegar según lo acordado en Santa Fe de una manera más bien tenue. Se le reconoció a un cuestionado Colón en 1497 su derecho a la décima, pero con importantes aclaraciones sobre el modo de su deducción. A su muerte el 20 de mayo de 1506, el desdichado navegante había emprendido cuatro viajes a las nuevas tierras, había conocido prisión y había transmitido en herencia a los suyos más una pretensión honorífica que un poder real como el que había reclamado con tanto empeño. De todos modos sus sueños tuvieron unas consecuencias que cambiaron la Historia para siempre.