ELOY GONZALO, EL HÉROE DE CASCORRO, Y LORETO GALLEGO, ÚLTIMO DE FILIPINAS. Por Javier Ramos Beltrán.

17.10.2016 08:59

 

    A lo largo de la historia patria, hemos tenido historias curiosas de todo tipo. Y lo que no han faltado han sido héroes, que bien podrían merecerse una película o un libro, y este es el caso del “héroe de Cascorro”, D. Eloy Gonzalo García.

    No se sabe la fecha exacta del nacimiento de Gonzalo, pero sí se sabe que el 1 de diciembre de 1868 las monjitas de la inclusa de Madrid lo recogieron al ver que estaba dentro de una canastilla que estaba en su puerta. En la nota se leía que era hijo de Luisa García, soltera y natural de Peñafiel. Al final, su custodia fue a parar a la de Braulia Miguel, mujer de un guardia civil, hasta que a los 13 años y cuando la señora no pudo seguir pagando su manutención se independizó.

    Como todos los jóvenes de la época, se dedicó a probar fortuna en todos los oficios posibles, como la albañilería, barbería y carpintería, aunque al no encajar en ninguno de ellos decidió en 1889 alistarse al quinto en el Regimiento de Dragones de Lusitania, donde llegó en tan solo dos años a cabo.

    Cuando su carrera militar iba en ascenso, encontró a su prometida siéndole infiel con un superior suyo. Como es lógico, Eloy se enfrentó al supervisor y acabó recluido en la cárcel militar de Valladolid.

    Encarcelado, y sin visos de poder salir adelante, vio que el Gobierno de España hizo una recluta extraordinaria para la Guerra de Cuba, y era una llamada a la que podían acudir los convictos. En noviembre de 1895 partió desde La Coruña hasta Cuba, donde él junto a otros soldados se encontró con otra manera de hacer la guerra.

    La isla fue dividida en “distritos”, que estaban aislados entre sí y se controlaban con fortificaciones o blocaos dotados de artillería y guarniciones de infantería.

    Eloy Gonzalo, quién formaba parte en el Regimiento de Infantería María Cristina nº63, fue destinado al blocao de Cascorro, que debido a que era un pueblo pequeño era extremadamente difícil de defender, y además era muy propenso a las acometidas de la resistencia cubana.  Este regimiento era muy débil, no tenía casi armamento y el 22 de septiembre de 1896 fue atacado por un batallón de 2.500 guerrilleros rebeldes, conocedores de la debilidad de esta fortificación. El capitán Neila, quién estaba al mando del regimiento, tan solo envió una notificación de ayuda.

    En menos de dos semanas en las que Cascorro estuvo sitiada, las afecciones intestinales y la falta de ayuda mellaron no solo el ánimo, sino también el número de combatientes. Sin embargo, Neila no aceptó rendirse, aunque los guerrilleros cubanos se lo pidieron. Por lo tanto, la última opción que le quedó al capitán para romper el asedio era infiltrar a uno de sus hombres en el cuartel enemigo y que lo incendiara.

    Eloy Gonzalo, fue el voluntario, ya que él consideró que no tenía nada que perder si moría, y que si seguía con vida podría reanudar su carrera militar en España, con el añadido de tener honores militares. Él tan solo pidió una cosa, que le atasen con una cuerda para que si falleciera sus compañeros pudieran recuperar el cadáver y honrarlo. Y así fue como Eloy se dirigió hacia el cuartel, provisto de un maúser (fusil de repetición no automático), una antorcha y una lata de petróleo.

    Era de noche, cuando el cuartel ya estaba ardiendo y Eloy empezó a matar a guerrilleros a diestro y siniestro. Entonces, nuestro héroe fue llevado de vuelta a las fuerzas monárquicas por orden del coronel Neila. El sitio de Cascorro se levantó al día siguiente, después de que llegaran las tropas de refuerzo de Jiménez Castellanos.

    Valeriano Weyler condecoró al capitán Neila con la Orden Laureada de San Fernando y se le premió con un ascenso a comandante, mientras que a Eloy Gonzalo solo se le retribuyó con la Cruz de Plata al mérito militar. Sin embargo, la historia de este expósito aumentó y trascendió los límites del imaginario popular. Otro correligionario suyo en aquel sitio, como el valenciano Carlos Climent Garcés, se vio tapado ante la figura que fue tomando Eloy.

    Eloy Gonzalo murió en un hospital de Matanzas a causa de una enfermedad coronaria, siendo sus cuerpos repatriados a España en diciembre de 1898, más de un año después de su fallecimiento, que se produjo en junio de 1897. Más de una década más tarde, el ayuntamiento de Madrid erigió en la Plaza Nicolás Salmerón una estatua en honor de los héroes de Cascorro. La Plaza del Rastro, como era conocida comúnmente, pasó a llamarse la Plaza de Cascorro y este nombre pasó a ser oficial después de una ordenanza municipal de 1941.

 

    Aprovecho aquí para hablar también del que indudablemente fue otro héroe, pero no tan reconocido como lo ha sido Eloy, quién era paisano de la comarca de Requena. Me refiero a Loreto Gallego García, quién era un campesino de Los Cojos, una aldea de Requena. Nacido en 1877, fue llamado a filas por el Ejército Español ante la inminente revuelta de Filipinas, y fue destinado a Baler, una ciudad del este del archipiélago. La guarnición de 400 hombres se redujo a 50 tras la paz de Biak-na-Bato, y Loreto se encontraba entre ellos.

    A decir verdad, nuestro paisano tampoco tuvo actos tan heroicos como los de Eloy. Sin embargo aportó, su granito de arena. Aparte de estar entre los que posteriormente se conocerían como Últimos de Filipinas, siendo un superviviente, fue el que informó a su superior Saturnino Martín Cerezo de las intenciones de desertar que tenían algunos de sus compañeros, evitándolo.

    Loreto no ha sido tan reconocido como el héroe del cual se habla en esta entrada, pero también existe una contraparte, y es que el episodio de Cascorro no es tan reconocido para el público español actual como el del Sitio de Baler. Además, la acción de Eloy Gonzalo fue una acción individual, igual que la de su ensombrecido compañero Carlos Climent, mientras que la de los Últimos de Filipinas fue colectiva.

    La vida de Loreto, en cambio, no fue tan desgraciada como la de Eloy, y se tiene constancia que nada más volver de Filipinas se casó con su prometida Clementa Rodríguez Robledo, natural de Los Isidros, el 30 de diciembre de 1901, y que consiguió ser conserje del Ayuntamiento de Requena, gracias a una solicitud que le envió al rey Alfonso XIII en 1905, después de un encuentro en el que coincidieron los dos, aparte de que por su trayectoria militar fue condecorado como Teniente honorario del Ejército Español y dos cruces de Plata Mérito Militar (una de ellas con distintivo rojo). Sin embargo, nuestro paisano no pasa de tener una calle dedicada en Requena, mientras que Eloy tiene una estatua en la capital y es protagonista de infinidad de representaciones pictóricas.