EMILIO AGUINALDO, EL ARREPENTIDO. Por Javier Ramos Beltrán.

08.10.2016 10:57

 

    Fue muy importante para Filipinas y también, en cierto modo, lo fue para España. Este hombre fue el primer presidente de Filipinas después de su independencia de España en 1898. Su nombre era Emilio Aguinaldo Famy.

    Nació el 22 de marzo de 1869 en Cavite, en el seno de una familia de origen chino, que se encontraba en buena posición dentro de la ciudad. Después de finalizar los estudios, y con tan solo 17 años, fue elegido cabeza de barangay, lo cual vendría a ser como el jefe de un barrio dentro de un ayuntamiento, y el distrito que estaba bajo su jurisdicción era Binakayan, el barrio más progresista de su ciudad natal, para posteriormente, en 1895, ser elegido capitán municipal, que podría compararse con la alcaldía.

    En ese mismo año se fundó la organización patriótica secreta Katipunan, la cual propugnaba la independencia de Filipinas y la expulsión del poder colonial español. Como militar logró sonadas victorias contra los españoles y enfrentamientos contra el fundador de la organización, Andrés Bonifacio, hasta tal punto que este último junto a su hermano fueron juzgados por sedición, y posteriormente condenados y ajusticiados.

    Después de su exilio en Hong Kong merced al pacto de Biak-na-Bato, consiguió rearmar a su ejército de insurrectos y el 19 de mayo de 1898 volvió a Filipinas, donde volvió a dirigir a los movimientos levantiscos, los cuáles aprovecharon el enfrentamiento de España y Estados Unidos en Cuba para adherir a los norteamericanos a su causa.

    Sin embargo, lo que se planteaba como la independencia definitiva de España no fue otra cosa que el hecho de que Filipinas pasaba a formar parte de otro imperio colonial, esta vez el de Estados Unidos, lo cual generó sorpresa y descontento dentro de la población filipina.

    Ya con el dominio estadounidense establecido en las islas, se aprobó una nueva Constitución y Aguinaldo fue elegido primer presidente de Filipinas. Las hostilidades con las nuevas fuerzas coloniales se iniciaron el 4 de febrero de 1899, después de que un soldado filipino fuera asesinado por un guardia estadounidense. Aún a pesar de las derrotas iniciales, Aguinaldo y sus partidarios siguieron luchando hasta que aquello se hizo imposible, por lo que el presidente renunció a seguir tanto en su cargo como con la contienda, y todo aquello so pena de ser juzgado militarmente por los Estados Unidos.

    Retirado de la vida política, prestó apoyo a fuerzas independentistas y recaudó fondos para los veteranos de guerra filipinos. Posiblemente, debido a su antiamericanismo, simpatizara con el gobierno colaboracionista de Filipinas dirigido por José P. Laurel, el cuál era un aliado de Japón. Esto le costó que casi fuera sentenciado a muerte, aunque al final alegó que fue amenazado por los japoneses y su caso fue sobreseído.

    El 6 de febrero de 1964, y siendo ya miembro del Consejo de Estado, falleció a la edad de 95 años, a causa de una trombosis coronaria.

    Habrán notado que en el título se califica al presidente con el apelativo de “arrepentido”. No es un adjetivo desproporcionado, sino que viene a raíz de una anécdota que ocurrió durante los funerales del rey Alfonso XIII en Manila. Acudió a la catedral, y los españoles allí presentes se sorprendieron. Aguinaldo les respondió que Alfonso XIII seguía siendo su rey, ya que él consideraba que bajo el dominio español, eran súbditos y ciudadanos españoles con sus derechos, pero que bajo el dominio estadounidense no eran más que un mercado y eran tratados como parias al no haber sido adscritos como un Estado de la Unión.

    Además, debido al buen trato que tuvo con los españoles en las prisiones filipinas y con los héroes de Baler, la madre de Alfonso XIII y regente durante la guerra, María Cristina de Austria, tuvo a bien ser condescendiente con el presidente y le condecoró con la más alta distinción de la Cruz Roja.