ESPAÑA PRETENDE TANTEAR A RUSIA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

13.02.2022 12:35

               

                Los límites políticos de Europa se ampliaron en el siglo XVIII con la aceptación de Rusia como gran potencia. Bajo el zar Pedro el Grande la antigua Moscovia, victoriosa frente a Suecia, adquirió un vuelo considerable, por lo que los diplomáticos de la Europa Occidental le concedieron mayor atención.

                La guerra de sucesión a la corona española había afectado profundamente al equilibrio político europeo, coincidiendo con la gran guerra del Norte, en la que se opusieron rusos y suecos, entre otros. En 1713, Carlos VI de Austria (el archiduque Carlos de nuestra Historia) otorgó la pragmática sanción, que establecía que las posesiones de los Habsburgo podían ser heredadas por una mujer, sin padecerse ninguna división. Así se trataba de evitar otra guerra de sucesión, pero la entronización de su hija María Teresa fue respondida por sus contrarios y desató un nuevo conflicto.

                Los prusianos, dirigidos por Federico el Grande, invadieron en diciembre de 1740 la codiciada Silesia, dominio de los Habsburgo, que contaron en lo sucesivo con la ayuda de Gran Bretaña y de las Provincias Unidas, sus anteriores aliados en la guerra de sucesión española.

                Los prusianos pudieron sumar a su causa a Sajonia y a Baviera, cuyo elector aspiraba a la corona imperial, desplazando a los Habsburgo. El equilibrio de poder en el antiguo Sacro Imperio estaba en juego, al igual que en el resto del continente. Francia y Cerdeña secundaron el bloque contrario a María Teresa. España, en guerra con Gran Bretaña desde 1739, se acercó a Francia, pues también pretendía recobrar protagonismo en Italia.

                En este posible ajuste de cuentas de los resultados de la guerra de sucesión española, la corte de Madrid quiso mandar a la de San Petersburgo al conde de Bena, Jacinto Ferrero Fieschi y de Saboya, hombre de gran experiencia en la armada. El 30 de mayo de 1741 recibió sus instrucciones.

                Los españoles eran muy conscientes del creciente poder de la distante Moscovia, tal y como todavía llamaban a Rusia. En el conocimiento de los entresijos de su corte y de su gobierno, el embajador español debía dejarse guiar por el de Francia, reforzando así la colaboración entre ambos reinos. Ante todo, se debía conocer la disposición del círculo del zar Iván VI hacia la pragmática sanción, Baviera y a una alianza con Prusia.

                En estos tratos de alianza, el conde de Bena no dejaría de conducirse como el representante de un reino católico frente a los cismáticos ortodoxos, cuando todavía la mentalidad de la Contrarreforma no se había superado. Más allá de estas cuestiones, se abordaría con los rusos la concertación de un tratado de comercio, que fuera en contra de los competidores británicos y holandeses. 

                En esta misión, se trataría de recabar noticias diplomáticas de suecos, turcos y persas. Tan ambiciosas miras no se llevaron a cabo al final. Al de Bena se le ordenó detenerse en París y no prosiguió viaje hacia Rusia, donde Iván VI fue derrocado por una revuelta militar, que entronizó a la zarina Isabel I. Con todo, los rusos no entraron en guerra y todo quedó en el terreno de los proyectos.

                Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.

                Estado, 3455, N. 23.