EUROPA ANTE LA CRISIS HUMANITARIA DE LOS REFUGIADOS. Por Antonio Parra García.
El continente europeo se enfrenta a una crisis humanitaria de enormes proporciones, una crisis que afecta a seres humanos, muchos menores de edad. Una vez más nuestra Europa evidencia su condición peninsular de otros continentes, de otras personas que también construyeron su Historia.
Esta crisis evidencia demasiados fracasos. La intervención militar de los Estados Unidos en el Oriente Próximo ha provocado un caos de proporciones enormes, pues ha destruido el Estado iraquí sin ofrecer una alternativa sólida. En la vieja Mesopotamia los grupos integristas encontraron su tierra de promisión, como ya se apuntó en el 2003, y han aprovechado las grietas de la Primavera Árabe para extender su poder.
Rusia también ha fracasado como potencia responsable cuando se opuso a una solución de la guerra civil siria que pasara por deponer al régimen. Sus pretensiones de influencia han contribuido a avivar las llamas de un veterano enemigo suyo, el del fundamentalismo islámico.
La Unión Europea no ha adoptado una visión coherente y efectiva en política mediterránea. Todo lo fía a Estados como España e Italia, que periódicamente se ven asediados por situaciones insostenibles, con miles de personas en juego. La solución no pasa por desplazar velozmente a verdaderas masas de gentes al vecino, que puede adoptar las consabidas medidas de cerrazón aislacionista. Ni la extrema derecha en Francia ni el aislacionismo británico lograrían frenar la llegada ilegal de muchas personas angustiadas.
Grecia ha estado a punto de estallar y dejarla caer habría sido irreparable y de unas consecuencias generales nefastas. No se puede prescindir de nadie en las actuales circunstancias.
Una vez más la Unión Europea acusa sus carencias y demuestra su necesidad. Hay muchos problemas que no pueden resolverse regionalmente ni acudiendo a la mera lógica del pago de intereses. En estos momentos Alemania intenta ejercer su hegemonía dentro de la Unión ofreciendo un rostro más benévolo, queriéndose alejar del severo de la deuda griega. Es momento de demostrar que la Unión Europea no es un Estado fallido y de adoptar una visión más amplia. Quizá sea el momento de hablar con tranquilidad y realismo de la integración de Turquía, que soporta un fuerte peso geo-estratégico y humanitario. Quizá sea hora de hablar de igual modo de Ceuta, Melilla, Sicilia y las islas griegas. ¿No merecen acaso un estatuto especial como lo tiene Groenlandia por otras razones? Quizá sea hora de hablar cómo ejercen su poder en África y parte del Oriente Próximo tanto Francia como el Reino Unido, si su proceder es el mejor para el desarrollo económico de demasiados países. En el fondo nos jugamos nuestra dignidad como seres humanos ante el amargo destino de otros seres humanos.
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