FERNANDO EL CATÓLICO, A QUINIENTOS AÑOS DE SU MUERTE.

23.01.2016 11:14

                

                Un 23 de enero de 1516 moría en Madrigalejo una de las figuras más destacadas de la Historia de España, don Fernando de Aragón. En la Europa de su tiempo también despertó el vivo interés de caballeros y hombres de letras como Maquiavelo, que en El príncipe (1513) describió con finura sus habilidades políticas, con las que cosechó grandes éxitos. En 1640, en medio de una notable crisis de la Monarquía hispánica, Gracián lo ensalzó en El político don Fernando el Católico.

                

                Los románticos revalorizaron la figura de su esposa doña Isabel y los liberales censuraron su apoyo a la Inquisición y a la expulsión de los judíos en 1492. Su figura ha sido enjuiciada de manera distinta por los diversos movimientos políticos contemporáneos, desde el egregio fundador, con su ilustre consorte, de la unidad nacional española al gobernante que consolidó el poder de la aristocracia en una Hispania cada vez más alejada de la mentalidad emprendedora del resto de Europa.

                La historiografía contemporánea más rigurosa, encabezada por el maestro Vicens Vives, se ha apartado de las simplificaciones para brindarnos una visión más compleja, a la espera de nuevas investigaciones sobre algunos aspectos de su persona y gobierno.

                Fernando fue digno representante de una familia que revolvió la Historia de la Península desde mediados del siglo XIV, los Trastámara. Enrique II de Castilla, don Fernando de Antequera y los infantes de Aragón no cejaron en sus apetencias de poder, y Juan II de Castilla y Alfonso V de Aragón procuraron por todos los medios aumentar sus reinos. El hijo de Juan II de Aragón heredó estas tendencias y las condujo hasta un éxito envidiado por muchos.

                Entre sus armas se encontraron las del guerrero y las del gobernante conocedor de los entresijos del poder, capaz de pactar con el diablo si así le conviniere. No dudó en llegar a acuerdos con Boabdil o los franceses Carlos VIII y Luis XII temporalmente para alcanzar mejor sus objetivos. Su política persiguió siempre consolidar su autoridad y ampliar sus dominios, aunque ello se tradujera en medidas aparentemente contradictorias.

                Tuvo algo más que una excelente colaboradora en su esposa Isabel, un molesto rival en su yerno Felipe y una ocasión de gobernar en solitario en su desafortunada hija Juana. En todo momento se condujo como un enérgico rey de Aragón y como un rey de Castilla atento a no dejarse desplazar, algo que no siempre logró. Nunca fue el genial creador de un Estado moderno, pero sí uno de los fundadores de una unión de reinos, con un sistema de Consejos, capaz de movilizar sus fuerzas en grandes empresas exteriores, que ya comenzaron a pesar en el contribuyente castellano y en el de reinos como el valenciano.

                Su actuación marcó el ápice de los grandes deseos de la política de los Trastámara: la conquista de Granada, la plena actuación de los corregidores castellanos, la administración de justicia por las Chancillerías y las Audiencias, la incorporación de los maestrazgos de las órdenes militares o la conquista del reino de Nápoles, pero también abrió el camino de las novedades. Su cesarismo le llevó a auspiciar una Inquisición regia y su expansionismo a promover el inicio de la conquista de las Indias, en pugna con las aspiraciones colombinas, aunque no siempre favoreciera a sus súbditos aragoneses.

                Sus acciones de política religiosa se movieron entre la permanencia y la novedad, entre la tolerancia bajomedieval y el fanatismo moderno, dentro siempre de la conveniencia de afirmar su autoridad. Tuvo servidores judíos, pero expulsó a los sefardíes. Obligó a la conversión a los mudéjares castellanos, pero no a los aragoneses. Guerreó contra el musulmán y disputó con la Santa Sede. Se interesó con viveza por los pormenores de la Capilla Real en Granada y por los atractivos femeninos. Promovió a uno de sus hijos naturales, don Alfonso, al arzobispado de Zaragoza y a otras dignidades. El vital Fernando gustó de los placeres mundanos con la pasión de los magnates de su época, sin una conciencia atormentada.

                A su sucesor don Carlos, tras no escasos azares, le dejó algo más que territorios y territorios. También dejó una sociedad como la castellana presa de una extendida y variada indignación, contenida con grandes dificultades por el regente Cisneros. El tiempo del político don Fernando también se enfrentó con la dialéctica de la Historia.

                Para acercarnos mejor a su persona, ofrecemos esta colección de textos, que hemos adaptado para su mejor comprensión por el lector actual.

                1. La humanidad de don Fernando descrita por un cronista.

                “Este rey era hombre de mediana estatura, bien proporcionado en sus miembros y en las facciones de su rostro bien compuesto, los ojos reyentes, los cabellos prietos y llanos, hombre bien complisionado. Tenía la habla igual, ni presurosa ni mucho espaciosa. Era de buen entendimiento, muy templado en su comer y en su beber, y en los movimientos de su persona, porque ni la ira ni el placer hacía en él gran alteración. Cabalgaba muy bien a caballo, en sillade la guisa y de la jineta; justaba, tiraba lanza y hacía todas las cosas que hombre debe hacer, tan sueltamente y con tanta destreza, que ninguno en todos sus reinos lo hacía mejor. Era gran cazador de aves, hombre de gran esfuerzo y gran trabajador en las guerras. De su natural condición era muy inclinado a hacer justicia y también era piadoso y compadecíase de los miserables que veía en alguna angustia. Tenía una gracia singular: que cualquiera que con él hablase, luego le amaba y deseaba servir, porque tenía la comunicación muy amigable.”

                Fernando del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos. Edición de Juan de Mata Carriazo con estudio de Gonzalo Pontón, Granada, 2008, volumen primero, p. 75.

                2. Todo un Trastámara.

                “Y así entraron en la ciudad (de Vitoria en 1478), el rey de Aragón (Juan II) a la mano izquierda del rey su hijo; y el rey fue con el rey su padre hasta su posada y descabalgó en ella para le poner en su cámara. El rey de Aragón, cuando supo que aquella era su posada y que el rey su hijo había venido con él, díjole:

                “-Vos, señor hijo, que sois señor principal de la casa real de Castilla, donde yo vengo, sois aquel a quien todos aquellos que de aquella casa real venimos somos obligados de vos acatar y servir, como a nuestro señor y pariente mayor; y los honores que yo os debo en este caso, han mayor lugar que la obligación filial que vos me debéis como padre: por tanto tornad a cabalgar y yo iré con vos a vuestra posada, porque así lo quiere la razón.”

                Fernando del Pulgar, op. cit., p. 328.     

                3. El rey de reinos de España.

                “Con mucha razón han proveído los reyes pasados y su altezas que no se traigan de otros reinos ni se saquen de los suyos las cosas de que podrían redundar su deservicio, daño o detrimento del bien público de sus súbditos y naturales sobre lo cual están hechas leyes y ordenanzas y cuadernos en las cortes que el rey y la reina hicieron en Toledo el año de mil cuatrocientos y ochenta, hicieron unión de los reinos de Castilla y de Aragón para que se contratase todas las mercaderías siendo dezmeras excepto oro y plata y moneda, que quedó prohibida y vedada. Cuando acaece que hay abundancia de pan sus altezas dan algunas licencias para sacar pan a otras partes a unos por merced y a otros por algún servicio que hacen para las necesidades que ocurren.”

                Relación de las rentas reales en Castilla y modo de su recaudación en 1503. Citado por Tarsicio de Azcona en Isabel la Católica, Madrid, 1964, pp. 743-758.

                

                4. El avezado comandante de la guerra de Granada.

                “Visto por el rey este inconveniente, mandó que se hiciese una cava y empalizada, que se consiguiese con la otra que estaba hecha en el llano y subiese la sierra arriba y cercase la ciudad (de Baza en 1489) por aquella parte de lo alto, como estaba de parte de lo llano; de manera que ni los moros pudiesen salir de aquel circuito afuera, ni otros pudiesen entrar en la ciudad a los socorrer. Y dio el cargo de hacer esta cava al comendador mayor de León, que había hecho la cava en lo llano y mandóle dar diez peones para la hacer. Este caballero, con esta gente, puso en obra el mandamiento del rey, y duró en aquella cava otros dos meses.”

                Fernando del Pulgar, op. cit., volumen segundo, p. 387.

                5. La fama del rey entre sus coetáneos no deja de ser fugaz.

                “Cada día vemos novedades y las oímos y las pasamos y las dejamos atrás. Disminúyelas el tiempo, hácelas contingibles. ¿Qué tanto te maravillarías si dijesen: la tierra tembló, u otra semejante causa, que no olvidases luego? Así como: helado está el río, el ciego ve ya, muerto es tu padre, un rayo cayó, ganada es Granada, el rey entra hoy, el turco es vencido, eclipse hay mañana, la puente es llevada, aquél es ya obispo, a Pedro robaron, Inés se ahorcó.”

                Sempronio a Celestina en el tercer acto de La Celestina de Fernando de Rojas.

                6. El cesarismo de don Fernando y el Santo Oficio.

                “Instrucciones para los muy egregios y magníficos don Felipe de Castro y de Pinos, vizconde de Illa y de Canet, y Fernando Bolea, diputado del reino de Aragón, embajadores enviados al muy alto y muy poderoso príncipe, rey y señor, el señor rey, de las cosas que ha de explicar y suplicar a su alteza de parte de los diputados del reino de Aragón.

                (…)

                “Ítem, los dichos embajadores explicarán y suplicarán a su alteza como los ministros y oficiales de la Santa Inquisición pasan cosas (mercancías) nuevas y que no son usadas (o acostumbradas) que son tenidas (o correspondientes) a derecho del General (o la Diputación del General de Aragón), aquéllas metiendo y sacando del reino diciendo que son exentos por ser oficiales de la Santa Inquisición y esto contra los derechos y actos de Corte del reino, porque no es duda que si a este aforado da lugar su alteza, el General no cumple sino cerrar la puerta y no se encontrará quien lo quiera arrendar, porque solamente por quererles mirar si llevaran cosas que fueran tenidas a derecho del General, han tomado los recaudadores y guardas del General presos y penitenciándolos y condenándolos en expensas, diciendo eran perturbadores de la Inquisición.”

                Instrucciones dadas en Zaragoza el 9 de noviembre de 1491. Citado por José Ángel Sesma en La Diputación del Reino de Aragón en la época de Fernando II (1479-1516), Zaragoza, 1977, pp. 440-447.

                7. El rey y el espíritu público.

                “Nos don Fernando por la gracia de Dios rey de Castilla, de Aragón, de León, de Sicilia, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, del Algarve, de Algeciras, de Gibraltar y de las Islas de Canarias, conde de Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, duque de Calabria y de Apulia, Atenas y Neopatria, conde de Rosellón y de Cerdaña, marqués de Oristán y de Gocéano. Como a Nos como rey y señor pertenece mirar mucho el regimiento y gobierno de las ciudades, villas y lugares de nuestros reinos, tierras y señoríos para que la cosa pública de aquéllas sea bien regida y gobernada de manera tal que nuestro Señor Dios se servido y aquélla continuamente aumentada y prosperada, por tanto enderezamos algunas cosas de las expresadas en el privilegio del regimiento de nuestra ciudad de Alicante.”

                Privilegio de las nuevas ordenanzas de gobierno de la ciudad de Alicante, dado en Toledo el 3 de julio de 1502. Ordenanzas municipales de Alicante, 1459-1669, Alicante, 1989, p. 75.

                8. Don Fernando y las Indias.

                “Puso Cristóbal Colón, alrededor del escudo de armas que le concedieron, estas letras:

                Por Castilla y por León

                Nuevo Mundo halló Colón

                “De donde sospecho que la reina favoreció más que el rey el descubrimiento de las Indias; y también porque no consentía pasar a ella más que castellanos; y si algún aragonés iba allá, era con su licencia y expreso mandamiento.”

                “A Cuba llamó Cristóbal Colón Fernandina, en honra y memoria del rey don Fernandoen cuyo nombre la descubrió.”

                Francisco López de Gómara, Historia General de las Indias. I. Hispania Victrix, Barcelona, 1985, pp. 50-51 y 86.

                9. El arzobispo don Alfonso de Aragón (1470-1520), hijo natural de Fernando el Católico.

                “Oblígame a no dejar en olvido lo que vi, conocí y supe de la vida del esclarecido don Alonso de Aragón, porque fue hijo del Católico rey, factura y semejanza suya, y otro Salomón en sabiduría, y en liberalidad y franqueza, el gran Alejandro. Éste fue el prelado que en la Corona de Aragón tuvo el arzobispado de Zaragoza, y el arzobispado de Valencia, y el arzobispado de Monreal, y el abadengo de Valldigna y otras dignidades que en él muy bien cabían, porque para su merecimiento todo aquello y mucho más fue muy poco. Su padre el rey le quería mucho y todos los súbditos y vasallos le servían y obedecían siempre, por su merecer y ser imagen de su padre. Su casa fue siempre receptáculo de hidalgos y caballeros, porque a todos recibía y a todos amorosamente trataba y daba. Mandóle su padre, el rey, que tomase cargo de visorrey del Principado de Cataluña, pues era cierto que por él los montes fragosos y los caminos peligrosos se despojarían de los forajidos, que en lengua catalana nombran delats, que son hombres sediciosos bandoleros y salteadores de caminos, e invasores de las casas del campo que nombran masos, y aun de los poblados. De tal manera gobernó el arzobispo real aquel Principado, que los forajidos desampararon los montes y corvas de ellos y se pasaron en Gascuña.”

                Rafael Martí de Viciana, Libro tercero de la Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia y de su reino. Edición de Joan Iborra, Valencia, 2002, p. 244.

                10. El apreciado esposo de doña Isabel de Castilla y el aborrecido suegro de don Felipe el  Hermoso.

                “Y así mismo ruego y mando muy afectuosamente a la dicha princesa mi hija, porque merezca alcanzar la bendición de Dios y la del rey su padre, y la mía, y al dicho príncipe su marido, que siempre sean muy obedientes y sujetos al rey mi señor, y no les salgan de obediencia, ni mandado, y le sirvan y traten, y acaten con toda reverencia y obediencia, dándole y haciéndole dar todo el honor que sus mandamientos y consejos como de ellos se espera que lo harán; de manera que para todo lo que a su señoría toca, parezca que yo no hago falta y que soy viva. Porque allende de ser debidamente a su señoría, es tenerle acatamiento por ser padre que según mandamiento de Dios debe ser honrado y acatado.”

                Testamento de Isabel la Católica, otorgado en Medina del Campo el 12 de octubre de 1504. Citado por Manuel Ballesteros Gaibrois en La obra de Isabel la Católica, Madrid, 1953, pp. 371-399.

                11. La zozobra de Fernando en Castilla a la muerte de Isabel.

                “Esta tarde por dos postas he recibido vuestra carta y las dos del arzobispo del 31 del presente. Yo le respondo en claro, como veréis, el placer que he tenido de saber que las cosas ya están puestas en manos vuestras y que yo continuaré mi camino hasta topar y me juntar con el rey y las reina mis hijos.

                (…)  

                “El condestable hizo y dijo aquí muchas cosas trabajando para que otros grandes y caballeros se jurasen y se juramentasen con él para estorbar que entre mí y el rey mi hijo (don Felipe) no haya concordia.”

                Carta del 13 de junio de 1506. Archivo General de Simancas, Patronato Real, 56, documento 24.

                

                12. El maestro de la diplomacia, defensor de la paz cristiana ante el rey de Francia.

                “A lo que Su Santidad nos escribió sobre la paz nuestra y del rey de Francia decirle de nuestra parte que tanto cuanto más es propio oficio de Su Santidad ponerse en procurar paz y unión entre los príncipes cristianos para bien y sosiego de la cristiandad y para la guerra contra los infieles, tanto mayor placer hemos recibido de ver el singular celo y gran fervor con que Su Santidad  lo escribe que sus palabras manifiestan bien el bueno y santo deseo que tiene de la paz de cristianos, como por la inclinación y deseo que tenemos de servir a nuestro Señor en la guerra contra los infieles, ninguna cosa de las del mundo deseamos más que la paz  y este deseo nos hizo asentar paz con el rey de Francia luego que sucedió en su reino y después que tomó a Milán, y queriendo él usar más de sus fuerzas que derecho quería ir a tomar el reino de Nápoles.”

                Carta dirigida desde Medina del Campo, el 29 de febrero de 1504, al embajador real en la corte papal don Francisco de Rojas. Citada por José María Doussinague en La política internacional del Rey Católico, Madrid, 1944, pp. 538-541.

                13. El dominador de Navarra.

                “Por el acrecentamiento de sus reinos y señoríos y así mismo por el mucho amor que tiene al muy alto y muy poderoso príncipe don Carlos nuestro señor, como hijo y nieto, y por el bien y acrecentamiento de la coronal real de estos reino de Castilla, León y Granada (…) daba para después de sus días el dicho reino de Navarra a la dicha reina doña Juana, nuestra señora, su hija.”

                Acta de incorporación del reino de Navarra (Burgos, lunes 11 de junio de 1515). Archivo General de Simancas, Patronato Real, 13, documento 72.

                

                14. Sus últimos deseos personales dirigidos a su nieto don Carlos.

                “Yo lo que en pago de estos (mis reinos) vos rogamos, y como padre os encargamos que hagáis, es que tengáis cuidado como muy caro y muy amado hijo de cumplir todo lo que quedare en nuestro testamento ordenado, y señaladamente después de lo que toca a nuestra ánima lo que tocare a la serenísima reina nuestra muy cara y muy amada mujer (doña Germana de Foix), y que lo que Nos le dejamos por el dicho testamento en nuestro reino de Nápoles, que es menos de lo que debería ser, se lo consignéis y paguéis en renta cierta y segura de estos reinos donde le sea bien pagado, porque su fin y voluntad es de no apartarse de ellos o de los nuestros de Aragón, sino estar donde pueda ser honrada y favorecida de vos, y remediada en todas sus necesidades.”

                Carta dirigida a su nieto don Carlos el 22 de enero de 1516 desde Madrigalejo, el día anterior a su fallecimiento. Colección de documentos inéditos de la historia de España, Madrid, 1842-1895. Tomo 14, pp. 353-355.

                15. La posterior exaltación de don Fernando.

                “Fue su muerte llorada en toda España, en donde más la sintieron fue en los reinos de Aragón, que era la propia heredad y patrimonio suyo, donde pareció haberles faltado no solo su rey, y verdadero señor, y conservador y beneficiador de su libertad como verdadero padre de la patria, y así se dolían como si el reino se quedara sin sucesor, porque a la verdad era muerto el postrer rey de Aragón, que fue el veintidós en el orden que llevamos, pues los que le suceden a este valeroso rey no tienen estos reinos por la principal de su estado sino como agregado al estado de Castilla y León, atribuyendo todo el poderío y grandeza al reino de Castilla, debajo de cuyo nombre y gobierno se reduce toda la majestad y dignidad real, y, así, han cesado los oficios de la Casa Real de Aragón y muchas de su preeminencias y grandes, porque se han incluido y suprimido en los de la Casa Real de Castilla, aunque es verdad que los reyes como padres les conservan a estos reinos sus fueros y privilegios y libertades, concedidas por sus antepasados, y ellos les sirven con la fidelidad y sujeción acostumbradas.”

                Vicente Bendicho (hacia 1640), Chrónica de la Muy Ilustre, Noble y Leal Ciudad de Alicante, Alicante, 1991. Edición de María Luisa Cabanes, tercer volumen, p. 761

                “En lugar de todas estas especulaciones y proyectos, me parece mucho más sencillo otro sistema nacido del conocimiento que ustedes no tienen, y se reduce a esto poco: la monarquía española nunca fue tan feliz por dentro, ni tan respetada por fuera, como en la época de morir Fernando el Católico; véase, pues, qué máximas entre las que formaron juntas aquella excelente política han decaído de su antiguo vigor; vuélvase a dar el vigor antiguo, y tendremos la monarquía en el mismo pie en que la halló la casa de Austria.”

                José Cadalso, Cartas marruecas, Carta LXXIV, Madrid, 1985, p. 261.

                16. Una valoración más crítica de su obra.

                “El liberalismo de que dio pruebas don Fernando en la resolución del pleito de los remensas catalanes mediante la Sentencia arbitral de Guadalupe (1486), forzada hasta cierto punto por una sangrienta sublevación campesina, fue una molécula perdida en el océano de medidas filoaristocráticas propias de este reinado en Castilla.”

                Jaume Vicens Vives, Aproximación a la Historia de España, Barcelona, 1976, p. 104.

                Selección y adaptación de Víctor Manuel Galán Tendero.