FISCALIDAD Y DEFENSA DEL GIBRALTAR DE LOS AUSTRIAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

05.05.2020 10:11

               

                La ciudad de Gibraltar ha sido la llave del Estrecho desde hace siglos. Su dominio ha interesado a distintas potencias a lo largo de la Historia y en 1309 los castellanos la tomaron a los nazaríes granadinos. La perdieron en 1333 a manos de los benimerines y la recuperaron en 1462. Parte del real patrimonio desde 1502, se mantuvo atenta a la expansión atlántica y a la peligrosa situación del Norte de África en el siglo XVI. Ejemplo de ciudad fronteriza del imperio español de los Austrias, su corregidor tuvo a bien rescatar cautivos de Berbería con el dinero de las limosnas del condestable de Castilla en 1571.

                La guerra entre España e Inglaterra puso a prueba las defensas del Sur de la Península. La derrota de la Gran Armada fue un episodio más del dilatado conflicto y en 1596 los ingleses saquearon la vecina plaza de Cádiz. Felipe II requirió más dinero para afrontar los compromisos militares. A las alcabalas y servicios se sumaron los millones, acogidos con resignación y pesar por los sufridos vecinos de las distintas localidades castellanas.

                A Gibraltar se le asignaron 370.000 maravedíes anuales a comienzos del siglo XVII. Por trienio debería satisfacer 2.960 ducados y en 1601 solicitó la reducción de tal cantidad.

                Aun así, se tenía que pagar y se recurrió como medio o arbitrio a las sisas, impuestos sobre los bienes de consumo. Se pidió al rey pagarlas por el aceite y el vino ajeno vendido por cuartillos, exonerándose el vino de cosecha propia y el envasado.

                De los mil vecinos del Gibraltar de la época, apenas unos cien poseían viñedos, que empleaban a mucha gente durante siete meses al año. Sus propietarios decían beneficiarlos a crédito y cualquier impuesto lo consideraron perjudicial.

                Aquellos propietarios, que nutrieron en parte la oligarquía local, adujeron en favor de su petición motivos de seguridad militar. Sin el negocio de sus viñedos, no podrían costear los caballos para acudir a los toques de rebato, ciertamente peligroso ante la proximidad de África. Buena parte de la costa andaluza se vería expuesta a ataques más contundentes.

                El argumento no era novedoso ni único de Gibraltar, pero lo cierto es que sus prohombres no erraban en un punto esencial. Al correr con una buena parte de los gastos de defensa local, el rey se veía descargado. De perderse la plaza, no tendría más remedio que gastar sumas mucho más considerables para recuperar tan estratégica ciudad. Fue un aserto que se cumplió al siglo siguiente, perdida Gibraltar en 1704.

                Fuentes.

                ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.

                Patronato Real, Legajo 86, D. 199 y 258.