FUNDAMENTOS DE UN ESTADO FISCAL-MILITAR. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

28.02.2021 10:56

               

                El siglo XVIII, en ocasiones, se ha presentado como menos belicista que el XVII, pero los grandes imperios y medianos reinos europeos se embarcaron en una dinámica de gastos militares crecientes, especialmente a partir de las guerras de la Revolución. Rusia invirtió en 1781 el 34´3% de su presupuesto y el 61´2% en 1814.

                La importancia de la orientación militar de tales cuentas ha conducido a historiadores como John Brewer a hablar de fiscal-military state. El gobierno británico, condicionado por el parlamentarismo, empleó con mayor eficacia sus recursos económicos que franceses y españoles. En esta línea, Agustín González Enciso ha opinado que en la España ilustrada no cuajó un verdadero Estado de este tipo.

                Sus gobiernos tuvieron que recurrir bastante a los recursos de las haciendas municipales, frecuentemente comprometidas. La de la ciudad de Tarragona fue una de tales. Durante la guerra del Rosellón, asumió el socorro del somatén  y cargó con las obras de los cuarteles militares.

                Para sufragar estos gastos y atender a otros muchos, el municipio tarraconense contaba con los bienes de propios y los arbitrios, según un modelo afirmado en el siglo XVIII. Entre los bienes de propios, disponía de los molinos, las tabernas del puerto y las imposiciones sobre el aceite, el jabón, la carne de vaca, el tocino y la nieve. Contaba con el derecho de cuartera y el de vendimia entre los arbitrios. Las ganancias de los aguardientes iban a parar a los sobrantes de contabilidad.

                Los datos de 1782 a 1808 son ciertamente interesantes. Las sumas de dinero del cuadro se expresan en libras catalanas:

Año

Propios

Arbitrios

1782

3.026

3.710

1783

3.471

4.055

1784

3.443

4.242

1785

3.307

4.222

1786

2.861

4.806

1787

2.838

4.281

1788

2.685

4.114

1789

2.771

4.322

1790

2.598

4.925

1791

2.737

3.456

1792

2.613

5.533

1793

3.172

6.390

1794

2.843

5.831

1795

2.129

5.532

1796

2.670

5.046

1797

3.359

6.188

1798

2.829

4.651

1799

4.130

5.829

1800

4.307

4.541

1801

2.792

3.516

1802

2.073

3.868

1803

2.776

5.740

1804

2.892

3.352

1805

2.880

3.155

1806

3.626

5.884

1807

3.736

4.816

1808

4.309

3.634

 

                Si los agrupamos por periodos, observamos que en 1782-88 la media fue de 3.090 en los propios y 4.127 en los arbitrios. En los últimos años del reinado de Carlos III, concluida la guerra con Gran Bretaña por la independencia estadounidense, la actividad comercial tuvo un importante impulso.

                Con los primeros compases del reinado de Carlos IV, ya marcado por los trascendentales hechos de Francia, la media fue de 2.702 en los propios y 4.234 en los arbitrios en 1789-91. Los arbitrios podían dispensar mayores ganancias que unos bienes de propios ya prefijados.

                Durante la guerra del Rosellón, se importó bastante cereal, especialmente en 1793, cuando el patrón Carlos Casola transportó desde Barcelona fusiles y municiones para armar a los paisanos, por lo que en 1792-95 la media fue de 2.689 en los propios y 5.821 en los arbitrios.

                En 1796-01 la media ascendió a las 3.347 libras en los propios y descendió a las 4.961 en los arbitrios. El esfuerzo de inversión del municipio tarraconense en los primeros se hizo visible.

                Con un nuevo estado de guerra, esta vez contra los británicos, la media fue en 1802-05 de 2.655 en los propios y 4.028 en los arbitrios, dejándose sentir los efectos perniciosos de la perturbación del comercio exterior español.

                En vísperas de la guerra contra el imperio napoleónico, en1806-08, la media resultó ser de 3.890 en los propios y 4.778 en los arbitrios. Con tales mimbres contó Tarragona en tan trágica hora histórica: unos propios limitados y unos arbitrios que gravaban pesadamente la actividad económica. De sus fondos salieron las sumas de contribuciones ordinarias y extraordinarias, viva muestra de los pies de barro del coloso español y de la trascendencia de sus municipios en momentos políticamente cruciales.

                Fuente.

                ARXIU HISTÒRIC DE TARRAGONA.

                Copiador de cuentas del mayordomo de propios y arbitrios de 1781 a 1808, nº 236.