GODZILLA, UNA METÁFORA DE OTRO MONSTRUO.
Crítica de Alejandro Lleó Benages.
“Los días 6 y 9 de agosto un monstruo eliminará dos ciudades de Japón. Más de 200.000 personas morirán en este proceso de destrucción”
Una vez leamos esto podemos llegar a pensar que se trata de una breve sinopsis de una película japonesa, pero no, es simplemente una demostración de que la realidad supera a la ficción.
La primera película de Godzilla apareció en los cines en 1954 (nueve años después del lanzamiento de las primeras bombas atómicas, la Little Boy y la Fat Man) y está claro que tuvo una buena acogida, ya que hasta la fecha de hoy se han estrenado 30 películas más de este colosal monstruo que ha llegado al peso de 90.000 toneladas en estos últimos años. Aunque recordemos que, en la realidad, Godzilla comenzó siendo un terrorífico disfraz con un pequeño actor dentro, del que hoy en día se prescinde por los nuevos efectos especiales. En el fondo el temible monstruo expresaba el desconcierto de Japón ante la derrota por el invasor extranjero que desencadenó el infierno nuclear.
Mas no entristece pensar precisamente que los estadounidenses Paul Tibbets y Charles Sweeney no sean simples actores, sino que el equivalente a 16.000 toneladas de TNT que impactó sobre Hiroshima y Nagasaki no fuera al final un bonito efecto especial. La película de Godzilla empezó siendo una metáfora de uno de los monstruos reales que amenaza el planeta tierra, y posteriormente se ha transformó en un icono pop de toda una generación, la de la contra-cultura de los sesenta y setenta del siglo XX. Conscientes de su valor como símbolo de la destrucción nuclear, algunos de sus admiradores occidentales lo explicarían con cierto detalle, no exento de cierto prurito de erudición. En la versión de 1997 la radiactividad hace crecer desmesuradamente a las criaturas vivas en el mundo de las pruebas nucleares francesas en la Polinesia y herido por el accidente de Chernobyl. La más reciente versión cinematográfica cae en el tópico sin aportar gran cosa de sustancia. En el fondo se teme el poder de destrucción del ser humano, el verdadero Godzilla.