GRAN BRETAÑA Y LA GUERRA DE SECESIÓN NORTEAMERICANA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

28.06.2020 15:35

 

                Estados Unidos y Gran Bretaña habían sido importantes competidores por la hegemonía americana antes de 1861. Sin embargo, sus relaciones habían mejorado en la última década y sus vínculos económicos eran intensos. Al abastecimiento de algodón del Sur a la industria británica, de tabaco, de maíz y de trigo se sumaban las fuertes inversiones financieras y ferroviarias en Estados Unidos de los británicos. Los industriales británicos y del Norte compartieron ideas e incluso ciertas patentes.

                En enero de 1861 se conoció la secesión de Carolina del Sur en Londres. Muchos altos funcionarios británicos simpatizaron con el Sur y su derecho a separarse, mientras preocupaba vivamente el destino del Canadá y del comercio británico en América.

                El gobierno de Estados Unidos decretó que todo aquel que ayudara a la Confederación entraría en guerra con él. Sin embargo, el 13 de mayo de 1861 la reina Victoria hizo una declaración de neutralidad. Hubo varios motivos al respecto. La guerra causó un intenso revuelo en la opinión pública británica, dividiendo sus simpatías. Además, tras la guerra de Crimea y la rebelión de los Cipayos, no había mucho interés en participar en un conflicto.

                Ciertamente se desconfiaba del Sur independiente y esclavista, capaz de reactivar el tráfico esclavista abolido por los británicos en 1807, pero también del industrioso Norte, competitivo y con un gran número de irlandeses.

                Con todo, muchos particulares hicieron caso omiso de tal neutralidad. En Liverpool se acogieron representantes confederados y se construyó parte de la armada del Sur. Desde su puerto se burló el bloqueo unionista.

                En 1861 el buque de guerra estadounidense San Jacinto interceptó el británico Trent, con correo y dos diplomáticos confederados a bordo. El conflicto estuvo a punto de estallar, pero la intervención del príncipe consorte Alberto contribuyó a evitarlo. Además, Charles Francis Adams, el embajador de Lincoln en Londres, supo transmitir con cordialidad las duras palabras del secretario Seward.

                Tras la victoria unionista en Antietam en septiembre de 1862, Lincoln proclamó el 1 de enero de 1863 la liberación de los esclavos y los británicos se vieron atenazados por sus actitudes abolicionistas anteriores. Por aquel momento, Lincoln agradeció el temple de los trabajadores de Manchester, que sufrían los problemas de sus empresas con particular encarnizamiento. Los sectores británicos más proclives a la democracia acogieron con especial calor su actitud, especialmente las clases medias y trabajadoras.

                Entre la prensa británica se libró una intensa campaña entre partidarios del Sur y del Norte. Al final, la harina nordista se convirtió en una persuasiva razón y en 1864 la causa sureña fue decayendo entre la opinión pública británica.

                El 9 de abril de 1865 finalizó oficial la guerra de Secesión y varios puntos quedaron pendientes entre Washington y Londres por incidentes del bloqueo. Gran Bretaña terminó pagando tres millones y medio de libras a Estados Unidos en compensación, pero agentes sudistas permanecieron en territorio británico tras la guerra, como el tío del futuro presidente Theodor Roosevelt. Curiosamente, la guerra había estrechado todavía más los lazos entre ambas potencias.

                Bibliografía.

                Adams, E. D., Great Britain and the American Civil War, Nueva York, 1958.

                Crook, D. P., The North, the South and the Powers, 1861-1865, Boston, 1974.