GUADALUPE, ENCLAVE DEVOCIONAL DE CASTILLA.

20.04.2018 10:32

                Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.

                Durante la Baja Edad Media, la devoción por Santa María ganó en vigor entre las gentes de la Europa Occidental, compartida por campesinos y reyes. Alfonso XI, vencedor en la batalla del Salado, agradeció su intercesión engrandeciendo un eremitorio consagrado a la Virgen de finales del siglo XIII, el de Guadalupe. La reverencia hacia Nuestra Señora de Guadalupe se extendería por la Península y alcanzaría tierras americanas.

                Aldea del municipio de Talavera, Guadalupe era una puebla que acogía en sus términos una ermita visitada por Alfonso XI en 1330, el santuario de las Villuercas. En 1340 le concedió aquel rey el impuesto de la martiniega para que se sustentaran sus servidores, estableció un priorato secular y lo puso bajo patronato real. La predilección de Alfonso XI por el santuario (convertido finalmente en el más frecuentado de Castilla) se ha explicado por su deseo de animar la repoblación de Extremadura, de potenciar sus recursos ganaderos e incluso de rebajar la relevancia de Santiago de Compostela y de Toledo en sus dominios. En 1348 le llegó a conceder el señorío temporal sobre la misma puebla. Sus vecinos se quejarían a fines del siglo XVI de su pobreza y de sus ásperas tierras, viviendo con frecuencia del servicio al monasterio.

                El engrandecimiento del mismo, por el contrario, no cejó en los siguientes decenios. A la feria de Guadalupe se le concedió la franquicia ferial en 1368, año en el que la fundación religiosa recibió igualmente el mero y mixto imperio. Su creciente importancia condujo al prior Juan Serrano (capellán real de Toledo y canciller) a encomendarla a una orden atenta a la disciplina religiosa. Tras intentarlo con los mercedarios, fueron los jerónimos (fundados dieciséis años antes y practicantes de una religiosidad más interior) los que se harían cargo de la misma desde 1389. Treinta y dos miembros de la orden llegaron procedentes de San Bartolomé de Lupiana, a dos leguas de Guadalajara.

                Por aquel tiempo, contaba el monasterio con un patrimonio nada desdeñable de veinte dehesas, cinco granjas con 123 bueyes, 1.259 ovejas y 773 cabezas bovinas. Además, sus peticionarios de limosnas podían solicitar por todo el reino, lo que se convirtió en uno de los pilares de su economía. En los siguientes trece años pudieron acometer los jerónimos con semejantes recursos la reforma del templo precedente.

                La rivalidad con los concejos de Talavera y Trujillo, además de con el alto clero de Plasencia y Toledo, no impidió prosperar al monasterio de Guadalupe.  Un atribulado Enrique IV, gran devoto de la casa, separó en 1468 de la jurisdicción de Trujillo las dehesas de Valdepalacios, la Parrilla, la Veguilla, el Toril, del Judío, etc. en favor del monasterio, que padecía trabas a su aprovechamiento. También llegó a disfrutar Guadalupe de las tercias reales de Trujillo.

                Por aquel tiempo, Guadalupe disponía de 628 empleados. Se ha calculado que toda su comunidad podía llegar a consumir anualmente 6.000 fanegas de trigo, 8.000 arrobas de vino y 5.620 cabezas de ganado, como una auténtica villa.

                El monasterio se convirtió en el punto de llegada de distintas rutas devocionales de la Península, pues sus romeros procedían de Andalucía al Norte castellano, de Valencia a Lisboa. Con sus fondos, Guadalupe los supo asistir en caso de necesidad. También se enclavó el monasterio en las rutas de la trashumancia, de la que obtuvo pingües beneficios. El honrado Concejo de la Mesta, con el que tuvo más de un pleito, le dio una elaborada lámpara de diecinueve marcos de plata, en señal de respeto, sustituida en 1548 por otra de treinta y cinco.

                Los jerónimos supieron gestionar bien su patrimonio, al autoabastecerse de muchos productos y rentabilizar sus dehesas, heredamientos y granjas. Acertaron a ganarse la consideración de muchas personas de Castilla, comenzando por los propios reyes. María de Aragón, esposa de Juan II, fue sepultada allí. Su hijo Enrique IV también le mostró gran devoción, al igual que su hermanastra Isabel I. Entre 1389 y 1527 su riqueza e influencia crecieron, y Nuestra Señora de Guadalupe estuvo bien presente en la expansión de la Castilla de la época.

              Víctor Manuel Galán Tendero.

                Fuentes selectas.

                ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.

                Registro del sello de corte. Legajo 147808 (101), 149407 (133) y 150001 (66). 

                ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.

                Concejo de la Mesta, 212 (11) y 527 (1).