IDEAS DE ESTEBAN I DE HUNGRÍA SOBRE LA AUTORIDAD REAL.

26.12.2025 11:00

              

    “Puesto que solo los fieles y los imbuidos de la fe católica pueden acceder al orden de la dignidad real, damos prioridad a la santa fe en nuestros mandatos. En primer lugar, te ordeno, te aconsejo y te animo, querido hijo, si deseas llevar la corona con honor real, a que te mantengas firme en la fe católica y apostólica con tal diligencia y cuidado que des ejemplo a todos los que Dios te somete, y para que todos los eclesiásticos te consideren con razón un verdadero hombre de la religión cristiana, sin la cual, debes saber con certeza, no puedes llamarte cristiano ni hijo de la Iglesia. Pues quien cree falsamente o no cumple y corona su fe con buenas obras (porque la fe sin obras está muerta), ni reina honorablemente aquí ni tiene parte en el reino eterno ni en la corona. Pero si conservas el escudo de la fe, llevarás el yelmo de la salvación. De hecho, con estas armas, podrás luchar con dignidad contra enemigos invisibles y visibles. Pues el Apóstol (San Pablo) dice: Un atleta no puede recibir la corona de ganador si no compite según las reglas (2 Timoteo 2:5). Por lo tanto, la fe de la que hablo es esta: creer firmemente en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y en su Hijo unigénito, nuestro Señor Jesús, nacido de la Virgen María por mensaje de un ángel, y quien por el bien del mundo entero sufrió la muerte en la cruz, y en el Espíritu Santo, quien habló por medio de profetas, apóstoles y evangelistas, y que esta única Deidad es perfecta, eterna y pura, y que crees estas cosas sin ninguna duda. Esta es la fe católica, y la salvación no es posible para nadie (como dice San Atanasio) a menos que crea fiel y firmemente. Si en algún momento de tu reinado se encuentran quienes intentan dividir, disminuir o ampliar este credo de la Santísima Trinidad, debes saber que estos son siervos de herejes, y no hijos de la Santa Iglesia. A tales personas no debes alentarlas ni defenderlas, para no parecer también un amigo o partidario. Porque hombres como estos corrompen por completo a los hijos de la santa fe y destruyen miserablemente a los recién formados miembros de la santa iglesia, e incluso los dispersarán. Como tu principal preocupación, asegúrate de que esto no suceda.”

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    “El cuarto adorno del gobierno es la fe, el coraje, la habilidad, la amistad y la confianza de los príncipes, barones, condes, caballeros y nobles. Pues ellos son los campeones del reino, defensores de los débiles, vencedores del enemigo y la fuerza de los monarcas. Que sean para ti, hijo mío, padres y hermanos. No reduzcas a nadie de estas clases a servidumbre ni llames esclavo a nadie. Estos hombres luchan por ti, no te sirven. Gobierna sobre ellos con paz, humildad y dulzura, sin ira, arrogancia ni codicia, teniendo siempre presente que todos los hombres tienen una misma condición: que nada exalta al hombre, salvo la humildad; y nada destruye al hombre, salvo la arrogancia y la codicia. Si eres pacífico, serás llamado rey e hijo de un rey, y serás amado por todos los caballeros. Si eres iracundo, arrogante, codicioso y violento, y te impones a los condes y príncipes, sin duda, el poderío del ejército será la ruina de la dignidad real, y entregarán tu reino a otros. Temiendo esto, gobierna la vida de los nobles con la rectitud de las virtudes, para que, fortalecidos por tu buena voluntad, permanezcan siempre leales a la dignidad real sin impedimentos, y tu reino sea pacífico en todo.”

    “La observancia de la paciencia y la justicia es el quinto adorno de la corona real. El rey David, rey y profeta, dijo esto: Señor, da tu juicio al rey (Sal. 72:1) y el honor del rey ama el juicio (Sal. 99:4) . Con respecto a la paciencia, el apóstol Pablo dice: Sean pacientes con todos (1 Tes. 5:14). Y el Señor dijo en el Evangelio: Manténganse firmes en la paciencia, y poseerán sus almas (Lucas 21:19). Presta atención a esto, hijo mío, si deseas que el reino tenga honor, ten un respeto especial por la justicia: si deseas poseer tu alma, sé paciente. Y siempre que, mi querido hijo, una causa digna llegue a ti para juicio, por ejemplo, un asunto relacionado con una ofensa capital, no lo soportes con impaciencia ni con un juramento firme de castigar, pues tales juramentos son necesariamente inestables y frágiles, porque las promesas insensatas deben romperse. No juzgues tú mismo, no sea que la dignidad real se mancille al tratar asuntos menores: es mejor enviar un asunto de este tipo a los jueces, a quienes se les han asignado estos asuntos, para que lo resuelvan según la ley correspondiente. Teme ser juez, pero alégrate de ser y ser llamado rey. Los reyes pacientes gobiernan con honor, y los reyes impacientes se convierten en tiranos. Pero cuando llegue ante ti un asunto que merezca ser juzgado por tu dignidad real, júzgalo con paciencia y misericordia, o compasión, para que tu corona sea digna de elogio y decorosa.”

    Admoniciones del rey Esteban de Hungría a su hijo Emerico, de inicios del siglo XI. Edición en línea de Daniel Whitehead.

    Selección y adaptación al castellano actual de Víctor Manuel Galán Tendero.