INAUDITO GOLPE EN WASHINGTON.

07.01.2021 13:23

               

                La realidad supera a la ficción con demasiada frecuencia. Lo que ayer se vio en Washington parecía sacado de una mala película. Nadie había visto nunca que el Capitolio de Estados Unidos fuera asaltado por manifestantes, ni tan siquiera en los duros días de la Gran Depresión, cuando por el mundo corría el espectro del fascismo.

                No vivimos tiempos anodinos, vulgares, y a nadie con un mínimo sentido de la realidad histórica se le escapa el alcance del suceso. Estados Unidos es junto con Gran Bretaña la cuna del parlamentarismo contemporáneo, el procedente de la Ilustración y de la idea de un gobierno justo y ponderado. Su Constitución es la más antigua en vigor y aguantado severísimas pruebas a lo largo del tiempo. Ha moldeado con fuerza la mentalidad política y la identidad estadounidense, coincidiendo republicanos y demócratas en la defensa de sus principios esenciales.

                España no ha tenido semejante fortuna histórica, por muchos motivos, pero tuvo una Constitución con rasgos comunes a la estadounidense, la de Cádiz de 1812. Al que se le encomendó la jefatura del Estado, la cabeza del poder ejecutivo de entonces, el rey Fernando VII la agredió y la derogó por dos veces.

                Estados Unidos tuvieron en su primer presidente, Washington, un político respetuoso y prudente, que acertó a consolidar las instituciones de la joven república norteamericana. Hoy en día, su presidente saliente parece dispuesto a tirar por la borda el mejor legado de su país. Al negar legitimidad a los resultados electorales contra viento y marea, y al atizar las pasiones de sus más acérrimos seguidores, se comporta más como Fernando VII.

                Los asaltos a los capitolios de los Estados son el siniestro precedente de lo sucedido en la capital nacional. La oleada ha ido a más y no se le ha querido poner coto. La polarización política está resquebrajando desde hace tiempo la sociedad estadounidense, ya de por sí muy fragmentada en una serie de grupos y colectivos diversos. Es cierto que siempre ha sido heterogénea y llena de conflictos aquélla, pero hoy en día parecen estar fallando los consensos básicos. ¿Falta algún Lejano Oeste o Nueva Frontera que ganar? ¿Necesita la Unión de algún nuevo enemigo que la vuelva a reconfigurar?

                La pandemia del coronavirus ha acentuado la desazón, pero no la ha creado. Eso que algunos llaman la América profunda, la que parece más fiel a Trump, no ha surgido de la nada, sino del fracaso de algo parecido a la Gran Sociedad. Desde hace décadas, la polarización social no ha dejado de crecer. Las clases medias han acusado el golpe y demasiadas personas deben de conformarse con los subproductos culturales y alimenticios de la sociedad de masas.

                La incertidumbre de la globalización ha coincidido con una degradación de los servicios públicos, como la sanidad y la educación. Con el descenso de los niveles culturales se propagan los rumores, las leyendas urbanas y los fanatismos de toda laya, en un país donde la idea de la conspiración antipatriótica de un gobierno mundial ha tenido seguidores.

                La posesión de armas por demasiados particulares, con estridente ostentación, enturbia todavía más el ambiente. La población estadounidense está excesivamente armada y el orden público sometido a demasiados retos.

                El golpe en Washington es funesto para la imagen de USA, de su poder blando, como ejemplo de democracia, en un mundo que parece caminar hacia una realidad más multipolar. Para la Unión Europea, en horas difíciles, el trance de su aliado norteamericano es una mala noticia, pues es mucho lo que une a ambas orillas del Atlántico.

                Con todo, los Estados Unidos han demostrado a lo largo de su Historia que han sido capaces de sobreponerse a importantes dificultades. Muchos creyeron que la joven república pronto se disolvería, nada más nacer. Pareció sentenciada a la escisión por la guerra de los Estados. Aguantó la Gran Depresión y venció en la II Guerra Mundial. No zozobró con la crisis de los Derechos Civiles y de Vietnam. Se alzó con el triunfo en la Guerra Fría. Ha aguantado los zarpazos del terrorismo. Con frecuencia, se ha invocado la decadencia del imperio americano, el nuevo imperio romano, ahora asaltado por bárbaros con cuernos de bisonte. Sin embargo, los Estados Unidos tienen en su versatilidad y en su aprecio por la Constitución su mejor antídoto contra los males.

                Víctor Manuel Galán Tendero.