JOSÉ ANTONIO VIAJA A LA ALEMANIA NAZI. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

23.04.2023 12:34

               

                Los distintos movimientos fascistas han venido reclamando su carácter privativo y nacionalista, enraizado (en su entender) en la Historia de sus países, lo que los convertiría en “singulares”. Con independencia de todo ello, la influencia del fascismo italiano de la Marcha sobre Roma fue reconocida por el propio Hitler y otros muchos. En España, el fascismo de Mussolini tuvo admiradores desde los años veinte, coincidiendo con la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Su hijo, José Antonio, lo consideró una ideología al servicio de un pensamiento elevado, capaz de regenerar un país como España.

                Cuando se proclamó la II República, Italia era la única potencia fascista, pero desde el 30 de enero de 1933 también lo sería Alemania. El 29 de octubre de aquel mismo año, José Antonio fundaría oficialmente en el Teatro de la Comedia de Madrid Falange Española junto a otros como Julio Ruiz de Alda. Entonces, cargó contra el contrato social de Rousseau. Sabemos que era seguidor de los juristas de la Escuela de Viena, la de los defensores del Estado como verdadero creador del Derecho. Las ideas de La decadencia de Occidente, de Oswald Spengler, también le resultaban atractivas, las de las naciones que pasaban por verdaderos ciclos vitales. Nos consta, además, que leyó Mi lucha y El mito del siglo XX de Rosenberg.

                La germanofilia, en distintos grados, era habitual entre la intelectualidad española de la época, al considerarse Alemania un país de cultura avanzada. Sin embargo, José Antonio no valoró el nazismo en los mismos términos que al fascismo. Lo consideró una fe irracional y romántica, con un racismo y una falta de devoción religiosa poco estimulante.

                En su campaña para ganarse voluntades, los nazis invitaron a Alemania a personalidades del conservadurismo europeo, como los españoles Goicoechea y Gil-Robles. A mediados de enero de 1934, el embajador alemán en España, el conde de Welczeck, solicitó que se invitara a José Antonio a visitar Berlín o Múnich para la conmemoración del primer aniversario de la subida de Hitler al poder.

                José Antonio se mostró interesado en conseguir dinero para Falange, y al mismo tiempo quería conocer cómo se establecía un Estado totalitario, algo que los nazis estaban haciendo a marchas forzadas. Por mucho que el embajador insistiera en el deseo de José Antonio de conocer la organización de las SA (purgadas del 30 de junio al 2 de julio de 1934) y de las SS, tal visita no se materializó.

                Para los nazis, la Falange era una fuerza insignificante. Las peticiones del insistente embajador pasaron varias veces del Ministerio de Asuntos Exteriores al de Propaganda, rivales más de una vez. Se consiguió, finalmente, que un representante de la Lufthansa en España invitara a José Antonio con gran discreción.

                A principios de mayo de 1934, José Antonio viajó a París para trasladarse a Colonia, donde sin publicidad fue recibido por un representante empresarial nazi en Barcelona, Arnold von Engelbrechten. Su presencia no se consideró relevante para la jerarquía nazi. En Berlín, se hospedó en la Pensión Latina, donde también lo hacían periodistas y estudiantes españoles, algunos amigos y conocidos suyos. Se ha caracterizado su estancia de más turística que de oficial, con un verdadero programa de actos. Hitler le dispensó una recepción protocolaria, dentro de una estancia de apenas siete días en territorio alemán.

                De aquella Alemania, José Antonio curiosamente destacaría la Universidad de Heidelberg, cuyo espíritu contrapuso a la más morigerada institución universitaria española. También se fijaría en las demostraciones de energía de los nazis en las calles y en distintos actos, alrededor de una serie de lugares de culto. De las consecuencias humanitarias de esta demostración de “brío” no dijo nada, pero la idea de la movilización social para conquistar un objetivo político se reafirmó en esta descafeinada visita al III Reich.

                Para saber más.

                Julio Gil Pecharromán, José Antonio Primo de Rivera. Retrato de un visionario, Barcelona, 2003.