LA APARICIÓN DE BULGARIA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

02.05.2015 00:18

                El imperio romano de Oriente logró sobrevivir a diferencia de su hermano occidental a los movimientos de pueblos del siglo V. Los hunos, regidos finalmente por Atila, pusieron en marcha una notable concatenación en la que quedaron prendidos los búlgaros.

                La rama occidental de los pueblos búlgaros se estableció tras varias peripecias en la cuenca del Danubio, donde contrajeron vínculos matrimoniales y familiares con gentes de cultura eslava, cuya cultura comenzaron a adoptar. Pronto los romanos de Oriente, convertidos en bizantinos, sufrirían su pericia militar.

                            

                En el 559 los búlgaros participaron junto con grupos de guerreros eslavos en una gran campaña de saqueo contra Constantinopla. La segunda Roma sabía encajar los golpes de semejantes pueblos y aprovecharse de sus cualidades militares gracias a su inteligente diplomacia.

                La conversión al cristianismo era una baza fundamental en esta política de atracción, pues los nuevos conversos en teoría no tomarían las armas contra otro pueblo cristiano regido por una autoridad de carácter religioso como la imperial. Heraclio alentó su conversión en un momento muy delicado para los bizantinos, ferozmente enfrentados con los persas.

                            

                La alianza fue un éxito y los búlgaros combatieron contra los ávaros con distinción. Al ganar peso y confianza, los aristócratas búlgaros conformaron un primigenio Estado o principado, que tuvo el reconocimiento bizantino en el 716, cuando los musulmanes habían mermado notablemente el imperio. En el asedio de Constantinopla auxiliaron eficazmente a los bizantinos contra las tropas del Islam.

                En el 811 los búlgaros se anotaron un éxito espectacular cuando derrotaron en batalla y ejecutaron al emperador Nicéforo II, cuyo cráneo sirvió de copa en calidad de trofeo.

                           

                El imperio búlgaro parecía imparable, pero una vez más Constantinopla reaccionó con astucia. Sus famosos misioneros Cirilo y Metodio lograron en el 865 su conversión al cristianismo. De todo este juego diplomático y militar de pueblos en liza surgiría el universo eslavo bajo la paciente y resignada acción de Constantinopla.