LA BATALLA DE LAS SALINAS ENTRE PIZARRISTAS Y ALMAGRISTAS.

18.10.2020 13:16

               

 

                “Así es que Almagro, recogida su gente al Cuzco, destruyó los puentes, labró armas de plata y cobre, arcabuces, otros tiros de fuego, abasteció de comida a la ciudad y la proveyó de algunos fosos.

                “Pizarro se volvió a los llanos por el inconveniente que digo (el mareo en las tierras altas recién subidos de las bajas), y dos meses después a los Reyes; sin embargo, solo, porque envió su ejército al Cuzco con pretexto de restituir en sus casas y repartimientos a algunos vecinos que Almagro había despojado, y para esto hizo justicia mayor a Fernando Pizarro, que gobernaba el campo, siendo general su hermano Gonzalo.

                “Fue, pues, Fernando Pizarro al Cuzco, por otro camino que Almagro, y llegó allí el 26 de abril de 1538. Almagro, que los vio venir tan decididos, metió a los adictos de Pizarro en dos torreones de la fortaleza, donde algunos se ahogaron de los apretados que estaban. Envió al encuentro a Rodrigo de Orgoños con toda su gente y muchos indios, pues él no podía pelear, de tan flaco y enfermo.

                “Orgoños se puso en el camino real entre la ciudad y la sierra, a orillas de una ciénaga. Puso la artillería en sitio conveniente y también los caballos, que iban a cargo de Francisco de Chaves, Vasco de Guevara y Juan Tello. Por el lado de la sierra echó a muchos indios con algunos españoles para que socorriesen a la mayor necesidad y peligro.

                “Fernando Pizarro, dicha la misa, bajó al llano en ordenanza, con pensamiento de tomar un alto que estaba sobre la ciudad y que no lo aguardarían los contrarios llevando tanta pujanza. Mas cuando los vio quietos y con semblante de no rechazar batalla, mandó al capitán Mercadillo que con sus caballos anduviese sobresaliente o para contra los indios contrarios o para remediar cualquier otra necesidad, y dijo a sus indios que arremetiesen a los otros y por ahí comenzó la batalla que llaman de las Salinas, obra de media legua del Cuzco.

                “Entraron en la ciénaga los arcabuceros de Pedro de Vergara y desbarataron una compañía de caballos contrarios, lo cual fue gran desmán para los de Orgoños, el cual viendo el daño hizo soltar un tiro que mató cinco españoles de Pizarro y atemorizó a los otros.

                “Pero Fernando de Pizarro los animó bien y oportunamente y dijo a los arcabuceros que tirasen a las picas enarboladas, y rompieron más de cincuenta, que mucha falta hacían a los de Almagro.

                “Orgoños hizo señal de romper con los enemigos y como los suyos se retardaron algo, arremetió con su escuadrón solamente a Fernando Pizarro, que conducía el ala izquierda de su ejército con Alonso de Albarado. Espetó a dos españoles con su lanza, tiró una estocada a un criado de Fernando Pizarro, pensando que fuese su amo, y le metió por la boca el estoque. Hacía Orgoños maravillas de su persona, mas duró poco tiempo, porque cuando arremetió le traspasaron la frente con un perdigón de arcabuz, con lo que vino a perder la fuerza y la vista.

                “Fernando Pizarro y Alonso de Albarado encontraron a los enemigos de través y derribaron a cincuenta de ellos, la mayoría juntamente con los caballos. Acudieron luego los de Almagro y Gonzalo Pizarro por su parte y pelearon todos, como españoles, valientemente, mas vencieron los Pizarros y usaron cruelmente de la victoria, aunque cargaron la culpa de ello a los que vencieron con Albarado en el puente de Abancay, que no eran muchos y se querían vengar.

                “Estando Orgoños rendido a dos caballeros llegó uno que le derribó y degolló. Llevando también a otro tendido y a las ancas el capitán Ruy Díaz, llegó otro y le dio una lanzada que le mató, y así mataron después a otros muchos que vinieron sin armas. Samaniego mató a Pedro de Lerma a puñaladas en la cama, de noche.

                “Murieron peleando los capitanes Moscoso, Salinas y Hernando de Albarado y tantos españoles que si los indios, como habían dicho, cayeran sobre los pocos y heridos que quedaban, los pudiesen fácilmente acabar. Mas ellos sólo se preocuparon de despojar a los caídos, dejándolos en cueros, y de robar los campamentos, que no estaban guardados, porque los vencidos huían y los vencedores perseguían.

                “Almagro no peleó por su indisposición. Miró la batalla desde un montecito y se metió en la fortaleza cuando vio vencidos a los suyos. Gonzalo Pizarro y Alonso de Albarado lo siguieron y prendieron, y lo echaron en las mismas prisiones en que a ellos los había tenido.”

                Francisco López de Gómara, Historia General de las Indias. I. Hispania Victrix, Barcelona, 1985, pp. 202-203.

                Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.