LA BATALLA QUE CAMBIÓ LA EUROPA CENTRAL, LECHFELD. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

04.03.2021 11:40

               

                A mediados del siglo X, el imperio de Carlomagno era ya un recuerdo, pero su legado se encontraba muy presente entre sus sucesores, como los monarcas de la Francia Oriental, el territorio que hoy en día asociamos con Alemania.

                La autoridad del poder real, como en otros reinos, no lo tuvo nada fácil para ser reconocido, pues los grandes potentados lo desafiaban con frecuencia. Otón I se enfrentó con su propio hijo Liudolfo en una enconada guerra civil.

                Atentos a estas disputas, los guerreros húngaros procuraron acrecentar sus riquezas y dominios. Habían amenazado los límites orientales de la Francia del Este, y en el 954 se lanzaron contra Baviera en una expedición de gran enjundia.

                Hábiles jinetes y saqueadores, llegaron hasta la Francia Occidental y retornaron a sus bases pasando por tierras italianas. Durante el Domingo de Ramos de aquel año, los comandantes húngaros fueron agasajados en Worms por el mismo Liudolfo, llegando a distribuirles oro y plata.

                Aquel gesto no benefició en absoluto su popularidad, y perdió importantes aliados en el seno de la alta clerecía. Tal circunstancia fue aprovechada por Otón I, que asedió a su hijo en Ratisbona. Logró finalmente su sumisión.

                Sin embargo, los húngaros no se olvidaron de sus objetivos. Cuando llegó la primavera del 955, invadieron con una gran fuerza militar el territorio bávaro desde el Danubio a la Selva Negra.

                Intentaron tomar la ciudad de Augsburgo, con muros bajo y sin torres de defensa. Su conquista parecía fácil, pero la defensa episcopal resultó tan firme como eficaz. La fuerza húngara se encontró temporalmente frenada.

                Otón I reunió sus fuerzas de la mejor manera posible, aunque tuvo que distraer importantes tropas ante la amenaza de los eslavos.

                El 10 de agosto del 955, ambos ejércitos entraron en combate en Lechfeld. Otón I logró una victoria de gran importancia, que atribuyó a la providencia divina. Las lluvias de los días anteriores provocaron la crecida de los ríos, lo que cortó la retirada húngara. También se ha discutido si la lluvia inutilizó los arcos húngaros.

                Otón I fue aclamado como emperador por sus tropas en triunfo, aunque su cancillería no adoptó tal título hasta el 962. El arcángel San Miguel fue considerado el patrón de la Alemania en ciernes, punto de arranque del Sacro Imperio de la Edad Media.

                La derrota tuvo también importantes consecuencias para los húngaros, pues el quebranto de su aristocracia guerrera favoreció el poder de sus monarcas, que impulsaron la cristianización por razones políticas. Una nueva realidad política se abrió paso en la Europa Central de aquella época.

                Para saber más.

                 Matthias Becher, Otto der Grosse. Kaiser und Reich. Eine Biographie, Múnich, 2012.